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«Ir a los columpios es una rutina tan necesaria para los niños como comer o dormir»

«Ir a los columpios es una rutina tan necesaria para los niños como comer o dormir»

Los expertos insisten en sacar a los chavales al parque pese al frío del invierno. «Hacen ejercicio, mejoran sus habilidades y resuelven conflictos con otros críos»

NEREA VIEYTEZ

Jueves, 14 de diciembre 2017, 12:11

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Tarde de sábado lluviosa y fresca en Bilbao. Izaro y Mikel llevan todo el día en casa. «Están alteradísimos, no paran de pelearse. Pero con el día que hace ¿cómo les voy a sacar a la calle?», cuenta su madre, Pilar. La previsión es que mañana esté parecido... y eso que aún no ha entrado el invierno. Así que a Izaro y a Mikel les quedan todavía muchas tardes en casa. ¿O hay alternativa? La hay... «salir al parque». «La inquietud y el nerviosismo de un niño va en aumento si durante la mañana o la tarde no sale a la calle. Que cojan el paraguas y las botas y salgan, que los beneficios de estar al aire libre son mayores», sostiene la psicóloga sanitaria, Mariola Bonillo, del centro Área Humana de Madrid. Insiste en que las salidas a los columpios o a la cancha de baloncesto son «una rutina tan necesaria» para los pequeños como dormir o comer. «Estimula su agilidad y equilibrio, potencia su imaginación, mejora sus habilidades sociales y ayuda a resolver conflictos, por lo que esta actividad no debe perderse durante los meses de invierno».

Las tareas y prisas de la vida diaria hacen complicado a veces que los padres o cuidadores saquen un ratito para ir al parque con los chavales. A propósito de esto, Bonillo hace referencia a varios estudios que cifran «entre una hora y una hora y media diarias» el tiempo óptimo «para que puedan jugar, correr, hacer ejercicio y liberar estrés». Es importante, además, que lo hagan a la misma hora, porque «tener hábitos repetitivos les hace sentirse seguros y ayuda a su equilibrio emocional. Además, la sensación de amplitud y aire libre les tranquiliza».

Un beneficio que en ocasiones los padres desconocen, ya que asimilan el parque como un 'premio' y, por eso muchas veces lo utilizan también como castigo. «Te has portado mal, hoy no salimos». La experta recomienda no recurrir a esto. «Es preferible quitarles otras cosas, como un rato de ver los dibujos o de jugar con la consola».

Porque si les dejamos sin el parque, les estamos privando de más que de un rato de ocio. «Potencia su creatividad y capacidad de atención ya que tienen que pensar cómo subirse a un columpio o cómo bajar del tobogán». Además, favorece la comunicación entre los chavales, estimula el lenguaje y les ayuda a desarrollar sus habilidades sociales. «No conseguir subirse en un juego o esperar turno en el tobogan les enseña a ser pacientes, aprenden normas, expresan sus emociones y toleran sus frustraciones».

En este espacio también surgen pequeños conflictos con otros niños a los que tendrán que enfrentarse. En estos casos el papel de los padres es fundamental porque deben mediar para que vayan sociabilizando. «Deben sugerirles que lo solucionen solos y fomentar así su autonomía». Por otro lado el parque permite a los padres relacionarse con su hijo en un entorno diferente al hogar y los mayores pueden observar cómo se comporta su hijo con otros. «Es importante dejar que él se acerque a otros y comparta sus juegos y juguetes». Lejos de estar solo atentos a regañarles, «los padres o cuidadores deben ser comprensivos y mostrar que están ahí para lo que necesiten y que no le van a reñir por haberse subido donde no debía. Al contrario, tienen que animarles a que prueben los juegos, suban y bajen... pero que lo hagan solos. Por ejemplo, el balanceo del columpio a partir de los 4 años, una edad a la que ya son capaces de hacerlo». Con los años su autonomía crece, se van moviendo por el parque con mayor libertad y la supervisión de los adultos debe ser menor. Además, a partir de los 7 años demandan espacios al aire libre más amplios y prefieren una plaza donde jugar al balón, saltar la comba o montar en patinete.

Actividades que siempre son más agradables en un día de primavera que en un oscuro noviembre como ahora, que a las seis y media ya ha anochecido. A la falta de luz, sumar la lluvia y el frío, que no deben sin embargo ser impedimento para salir fuera con los más pequeños, recomiendan los especialistas. «El invierno les ayuda aprender las características de cada estación del año. Notan el cambio de temperatura, saben que deben ponerse otra ropa, descubren nuevos juegos, como hacer dibujos en el suelo mojado, saltar en los charcos... Es un momento del año en el que se pueden hacer cosas que no son posibles en verano y primavera».

'Tiempo fuera'

El parque, como la casa o la escuela y cualquier lugar en el que se relacionan los niños, no está exento de conflictos. Suceden a menudo, son inevitables, pero hay herramientas para solucionarlos. Propone Mariola Bonillo la técnica del 'tiempo fuera'. «Si molestan a los demás o no respeta las normas, los turnos... se les saca del juego. ¿Cuánto tiempo? Un minuto por año. Si tiene 3, esperará sin jugar tres minutos, o cuatro o cinco... en función de la edad».

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