De América a África, del altiplano a la selva y la sabana, las madres de esas regiones han trabajado con sus niños a la espalda o bajo el brazo, gracias a los portabebés, distintos cada uno según la etnia y el clima. Los fulares indígenas han llegado a las ciudades españolas, primero hace algo más de una década de la mano de algunos padres viajeros que los traían de remotas regiones y, desde hace poco tiempo, gracias a escuelas de porteo y tiendas especializadas, que no sólo ofrecen el producto, sino que también dan asesoría y consejos para aprovechar al máximo los beneficios de esta forma de moverse con su bebé.
Los de ahora, además, están diseñados de forma ergonómica, como una camiseta muy sencilla de colocar, que permite portear al bebé desde el nacimiento, y que refuerza la espalda del porteador, distribuye el peso del bebé de forma correcta por el cuerpo de la madre, permite bascular correctamente la cadera del bebé y el contacto piel con piel.
Por la posición que asume el niño y el contacto piel con piel, el porteo puede prevenir la displasia de cadera y la plageocefalia (aplanamiento de una región del cráneo, concretamente la región del hueso occipital posterior), favorece el vaciado gástrico y la expulsión de gases, contrarresta la aparición de cólicos, regula la temperatura del bebé, el patrón respiratorio y el ritmo cardiaco y favorece la interacción del bebé con el entorno.
Para los padres, también hay ventajas, pues ayuda a conocer mejor al bebé y a reducir en un 50% la depresión postparto, permite realizar tareas diarias, otorga mayor a lugares de difícil accesibilidad y facilita la lactancia, ya que el contacto físico ayuda a la producción de prolactina y la oxitocina. Todo esto, claro está, siempre y cuando se respeten las posturas correctas y se logre colocar el fular de forma ergonómica.
Sabedoras que no siempre es fácil envolverse en una prenda y meter allí al niño, entre tela y carne, de la manera adecuada, en Madrid existe la Asociación de Profesionales Sanitarios e Instructores de Porteo, fundado por las hermanas Beatriz y Arantxa Pérez Sánchez, quienes hace cinco años abrieron El Último Koala, una tienda especializada en portabebés ergonómicos con precios entre 40 y 200 euros. «Cuando compras un fular te vas a tu casa con cinco metros de tela, pero no sabes cómo utilizarlo de la forma correcta», explica Arantxa, instructora de porteo avanzado y arquitecta de profesión. «Queríamos cubrir esas necesidades que nosotras tuvimos cuando empezamos a portear a nuestros hijos. Nos hemos dedicado a los talleres y al asesoramiento de familias y sanitarios».
Antes de elegir el portabebé se debe tener en cuenta las necesidades del niño, según su edad y etapa, y las de sus padres. «Para iniciarse, recomendamos el fular elástico, porque es mucho más sencillo de colocar y consigue un ajuste más completo y más sencillo», aconseja Beatriz, también instructora de porteo avanzado y trabajadora social de profesión. «Éste se puede utilizar hasta los seis meses de edad o nueve kilos de peso, después pasaríamos a otros dispositivos más adecuado a su peso y edad» como las mochilas.
Para introducir al bebé en el fular sigue estos pasos: Apoya a tu bebé sobre el hombro; estira la banda para introducirlo en la cruz que tienes hecha, ayudándote de la elasticidad de la tela. Una vez que lo hayas sentado en la cruz, estirar primero la banda que tienes por debajo, de manera que llegue desde una corba hasta la otra, recorriendo toda la espalda de tu bebé. Haz lo mismo con la otra banda, para que ambas den sujeción a la cabeza de tu bebé y permitan que su cadera bascule. Orienta el culete de tu bebé para que apoye el peso sobre tu cuerpo. Coloca la tercera banda, que está por debajo, en horizontal. Ésta dará un mejor ajuste sobre tu cuerpo. Los pies del bebé deben sobresalir de la tela. Coloca la cabeza de tu bebé de lado y estira la banda de manera que la cabeza esté cubierta, apoyando la mejilla sobre tu pecho. Despeja así sus vías respiratorias.
Entre los dispositivos para madres más avanzadas en el porteo de su bebé está el fular rígido, una tela de unos cinco metros de largo por setenta centímetros de ancho, que se debe ir ajustando paso a paso con el bebé en brazos. «Requiere más destreza para colocarlo, además si estamos en la calle y queremos utilizarlo es más probable que lo arrastremos durante la puesta y se ensucie», acota Beatriz.
«En cualquier caso, el portabebé debe dar una sujeción adecuada a la cabeza del bebé, lo que se consigue colocando la tela de manera que la cara del bebé esté visible. Es decir, que el bebé apoye la mejilla sobre el pecho del porteador y así vemos que la boca y la vía aérea estén despejadas».
A medida que crece el niño, el tipo de portabebé cambia, y puede seguir usándose incluso después que comience a dar sus primeros pasos. A partir de diez meses se pueden usar las mochilas rígidas, cuando cumple dos años, y hasta que tiene cinco, las mochilas con puente ancho y tirante reforzado, ideales para caminatas y paseos.