Sedición
Incitar a la desobediencia y a la resistencia frente a quienes defienden la ley empuja el conflicto catalán al ámbito penal
Sábado, 23 de septiembre 2017, 00:16
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Es muy inquietante que el conflicto catalán haya salido del territorio político para adentrarse de forma cada vez más torpe en ámbito penal, es decir, en el de las infracciones a la legalidad que destruyen el orden democrático y merecen sanción. Esta quiebra se produjo los días 6 y 7 de septiembre, cuando el Parlament abandonó ostensiblemente las reglas y procedimientos del Estado de derecho para lanzarse por caminos situados completamente al margen del principio de legalidad, sin que los promotores del desmán se avinieran a razones ni prestaran oídos a las llamadas a la cordura de las instituciones y la sociedad civil. Desde entonces, los preparativos del pretendido referéndum ilegal del 1-O han sido ostensibles, y, lo que es más grave, las decisiones judiciales tendentes a impedirlo han sido respondidas por la Generalitat con nuevas provocaciones y en la calle con movilizaciones encaminadas a dificultar el trabajo de los agentes judiciales y de las fuerzas de seguridad encargadas de proteger su labor. El miércoles, efectivos de la Guardia Civil se vieron acosados por una muchedumbre que destrozó varios vehículos y sólo pudieron abandonar el lugar por la acción, tardía y desganada, de los mossos d’esquadra. El delito de sedición castiga con elevadas penas a quienes «se alcen pública y tumultuariamente» para «impedir, por la fuerza o fuera de las vías legales, la aplicación de las leyes» o para «impedir a cualquier autoridad, corporación oficial o funcionario público el legítimo ejercicio de sus funciones…». Una versión más grave de la sedición es la rebelión, que cometerían quienes se levantasen «violenta y públicamente» para «derogar la Constitución (…) o declarar la independencia de una parte del territorio nacional». La Fiscalía de la Audiencia Nacional ha considerado que las manifestaciones de estos días fueron «tumultuarias» y que las movilizaciones fueron planificadas. Los jueces suelen aplicar restrictivamente estas figuras, que deberían incluir acciones concretas de subversión de la legalidad. De cualquier modo, lo ocurrido es muy grave y quienes incitan desde la Generalitat a la desobediencia y resistencia frente a quienes defienden las leyes cometen una imprudencia que podría ser muy onerosa para la sociedad catalana y para ellos mismos. Pedir cordura no es esta vez una demanda retórica.
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