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Normalidad a prueba

El Gobierno ha de asegurarse de que el diálogo con Torra no contribuye a una nueva marejada independentista

Lunes, 9 de julio 2018, 23:45

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El encuentro que ayer mantuvieron Pedro Sánchez y Quim Torra restableció el diálogo al más alto nivel entre el Gobierno central y la Generalitat entre gestos de complicidad y distensión. El desarrollo de la entrevista fue acogido con satisfacción por ambos ejecutivos. Pero con el elocuente matiz de que el independentismo gobernante en Cataluña insiste en la ruptura como única alternativa a su pulso con el Estado de Derecho y cree «insuficiente» acordar la puesta en marcha de las comisiones bilaterales ordinarias o la eventual retirada de recursos ante el Tribunal Constitucional por parte de la Administración central. ERC recordaba que la prueba definitiva será el referéndum sobre la independencia. Y la CUP advertía de que por arriba se pretendía acallar un movimiento que surgió desde abajo. Todo ello atestigua que los resultados de la cita entre Sánchez y Torra se mueven en el terreno de la normalidad institucional. Normalidad quebrada en septiembre de 2012, cuando Rajoy negó a Mas la posibilidad de un 'pacto fiscal' diferenciado para Cataluña y el entonces presidente de la Generalitat optó por sumarse a la corriente independentista y por convocar elecciones autonómicas. Ayer el más extremista de los presidentes catalanes, en cuanto a sus convicciones secesionistas antes de llegar al Palau, evitó recurrir a un órdago que sabía fallido. Ayer el independentismo gobernante se mostró consciente de que la única manera que tiene de ampliar su base social es gestionando eficazmente el marco de autogobierno vigente, apurando sus ventajas y procurando su mejora. La reunión en la Moncloa suscitó inquietud y hasta rechazo en las formaciones más renuentes a establecer un diálogo normalizado con la Generalitat repuesta tras el 155. Albert Rivera tachó el encuentro de rendición de Sánchez frente al «golpismo» independentista. También los sectores del secesionismo más impacientes con llevar adelante la desconexión respecto al Estado constitucional se mostraron incómodos ayer, preocupados de que la España de las autonomías pueda atraer el interés de la Cataluña más pragmática y conciliadora. Pero convendría no abusar del supuesto de que la virtud está en el medio. El ensayo de la Moncloa está sujeto a pruebas que interpelan, en primer lugar, a la lealtad institucional con que la Generalitat afronte su propia legislatura. Aunque está sujeto también al control que el Gobierno de Sánchez ha de mantener para que el normal desarrollo de la autonomía contemplada en el Estatut o su eventual modificación no den cauce a una nueva marejada secesionista.

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