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Independentismo sin mayoría

El intento de investidura de Turull reveló ayer todas las debilidades del secesionismo catalán, incapaz de gobernar la Generalitat

Viernes, 23 de marzo 2018, 00:14

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La candidatura de Jordi Turull quedó ayer en suspenso en una sesión de investidura precipitada e improvisada, que reveló la carencia de una mayoría parlamentaria independentista capaz de asegurar el Gobierno de la Generalitat. La sesión evidenció que el secesionismo catalán se encuentra atenazado entre la CUP y el expresidente Carles Puigdemont, proclives ambos a mantener hasta el final el pulso con el Estado; en concreto, con el Tribunal Supremo y con el Constitucional. De lo contrario no se explicaría que a la postulación de un Puigdemont huido de la Justicia le siguiera la propuesta de un Jordi Sànchez encarcelado, y que el plan C sea un imputado –Turull– que hoy conocerá los términos de su procesamiento. Resulta verdaderamente inquietante que la posibilidad de que la CUP le apoye en la segunda votación, prevista para mañana, se vea acrecentada si es enviado a prisión por el juez Llarena. Turull se presentó ayer ante el Parlamento catalán con un mensaje absolutamente plano, en línea con la estrategia que le propició la libertad condicional dictada por el Supremo. A las previsibles apelaciones al diálogo sumó una mano tendida al Rey y al Gobierno, que se concilian mal con su proceder en los días críticos que precedieron a la declaración unilateral de independencia. Su discurso fue el anticipo de una investidura fallida. Bien porque Turull se vea inhabilitado judicialmente para asumir las riendas efectivas del Gobierno catalán, bien porque se vea ninguneado entre Puigdemont, Comín y la CUP. En tales circunstancias se hará difícil que emerja un plan D con visos de continuidad; otro candidato o candidata capaz de restablecer la normalidad en el autogobierno, asegurando de inicio que se levante la intervención sobre la Generalitat en base al 155 y capaz a la vez de suscitar la anuencia de todo el espectro independentista. Ayer asomaron con mayor nitidez los augurios de unas nuevas elecciones en Cataluña. Pero sean convocadas porque en los dos próximos meses resulte imposible articular una mayoría absoluta para la investidura de un presidente de la Generalitat o sean evitadas mediante una investidura de circunstancias, el independentismo catalán no puede eludir su doble incapacidad: ni está en condiciones de hacerse cargo de la autonomía, ni de hacer realidad su quimera secesionista.

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