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¿Independencia? Rotundamente NO

A estas alturas el separatismo catalán rechazará cualquier hoja de ruta alternativa a la suya, pues su lógica secesionista iniciada hace años e intensificada estos días con el referéndum, la huelga general y la DUI es absolutamente coherente con sus objetivos. Sería absurda ahora una marcha atrás por su parte, más cuando son totalmente conscientes de que la Declaración de Independencia y todas sus derivadas están fuera de la ley

Julián Carretero Castro

Sábado, 7 de octubre 2017

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En cualquier momento, incluso antes que estas reflexiones vean la luz, la Generalitat y el Parlament pueden proceder a declarar de forma unilateral la independencia de Cataluña (DUI). Llegado el caso el Estado deberá reaccionar, aplicando la ley y utilizando los mecanismos que constitucionalmente le son propios. Pasó el tiempo del análisis de los ‘porqués y quiénes’, cómo se ha llegado hasta aquí, cómo haberlo evitado, etc. Tiempo habrá de buscar responsables que los hay en todos los bandos y para profundizar en las causas de esta crisis, la más difícil con la que hemos topado desde la restauración democrática.

«A la hora de la verdad se acaban todas las mentiras», dice el refrán. Y efectivamente, estamos ante la hora de la verdad. Con prudencia y sin demagogias, pero también sin medias tintas ni tapujos hay que llamar de una vez a las cosas por su nombre: mal haríamos como ciudadanía, si seguimos ensimismados mirando al dedo que señala la luna e, idiotizados, la perdemos.

Está en peligro el Estado, la libertad, la paz y la convivencia. Los gobiernos, los partidos políticos y organizaciones sociales son meras herramientas y vehículos del estado democrático, como lo son las leyes, quienes las definen, las aplican y velan por su cumplimiento. Necesarios, pero eso y nada más. Es la hora de salvar al Estado con la ley, con más democracia, más ciudadanía y más política.

En democracia las crisis finalmente se saldan votando en el terreno de juego establecido y con las reglas comunes legalmente vinculantes. Más allá de los matices a aclarar y negociar en su momento por quienes están legitimados para ello, me apunto con quienes vislumbran la salida a esta crisis desde una reforma constitucional, votada por el conjunto de la ciudadanía española y una reforma estatutaria posterior, votada por la catalana. Por supuesto, auspiciando un nuevo marco de convivencia, donde unos y otros nos sintamos concernidos bajo el manto de un único estado inclusivo y no especulando a futuro con la segregación de partes.

Un planteamiento así requiere tiempo, visión de conjunto y voluntad constructiva para el acuerdo; por lo que responsabilidad, serenidad, generosidad, situarse por encima de planteamientos electoralistas a corto y medio plazo, liderazgo, pedagogía y valentía política se hacen imprescindibles. También se necesita un amplio respaldo político y social sin ambages para con el objetivo final.

A estas alturas el separatismo catalán rechazará cualquier hoja de ruta alternativa a la suya, pues su lógica secesionista iniciada hace años e intensificada estos días con el referéndum, la huelga general y la DUI es absolutamente coherente con sus objetivos. Sería absurda ahora una marcha atrás por su parte, más cuando son totalmente conscientes de que la Declaración de Independencia y todas sus derivadas están fuera de la ley. Esto debe llevar a no marear la perdiz a quienes no están en lógica independentista (creo que todos, excepto PDeCAT, CUP, ERC, Omnium, ANC) y a ser absolutamente claros y rotundos en sus planteamientos a la sociedad, más allá de las singularidades, las equidistancias y las legitimas estrategias y aspiraciones de cada cual.

Los promotores son conscientes de que además de anacrónica, la independencia es un planteamiento ideológico y de interés socioeconómico sumamente egoísta, burgués y de corte xenófobo, contrario a la definición de estado social y más aún, a aquellos principios (marco teórico y pragmático) que configuran el tronco común de lo que se considera la izquierda clásica. El resto de la sociedad también debe saberlo.

La ambigüedad y enmascaramiento hasta llegar al engaño han sido históricamente unas constantes del nacionalismo, como ya anticiparía Lenin hace más de cien años (Notas críticas sobre la cuestión nacional): «El nacionalismo militante de la burguesía, que embrutece, engaña y divide a los obreros para hacerles ir a remolque de los burgueses, es el hecho fundamental de nuestra época». K. Marx, medio siglo antes, ya había puesto el dedo en la llaga: «la nacionalidad del obrero no es francesa ni inglesa ni alemana; es el trabajo, la esclavitud en libertad, la venta voluntaria de sí mismo».

Nacionalismo e internacionalismo son opciones contradictorias, como lo es la insolidaridad interterritorial con la solidaridad de clase. Porque concentran más riqueza que otros, saben que deben contribuir también más, para que el reparto sea mayor y más justo (pensiones, educación, sanidad, prestaciones sociales, etc.). Podrían añadirse mil y un conceptos más en la demostración de que la independencia propuesta y la izquierda democrática son antagónicas. (Recomiendo repasar el artículo de Lidia Falcón ‘El Nacionalismo siempre es de derechas’ en blogs.publico.es/lidia-falcon/2014/10/06/el-nacionalismo-siempre-es-de-derechas).

El Estado moderno logrado en 1978 con todas sus imperfecciones, que las tiene, con el periodo más largo en lo democrático y solidario, crecimiento económico, social y de convivencia jamás conocido en la historia de España, los cientos de miles de personas que desde los albores del S.XIX sacrificaron sus vidas para conseguirlo, así como las generaciones futuras, merecen todo nuestro empeño, trabajo, habilidad y compromiso para fortalecer a un Estado cada vez más inclusivo, plural, libre, democrático, solidario e igualitario, capaz de dar respuesta al conjunto de la ciudadanía.

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