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Los idiomas no salvan vidas

Hace ya más de 40 años nuestros abuelos dejaron de lado ese nacionalismo rancio para que ahora, nosotros, sus nietos, tengamos que volver a un nacionalismo regionalista igual de rancio y sectario

José Antonio Gutiérrez Cabezas

Viernes, 25 de mayo 2018, 00:17

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Hace dos meses leí con incredulidad en las portadas de algunos periódicos una noticia sobre la aprobación por parte del gobierno balear de un decreto de capacitación lingüística. En concreto, Decreto 8/2018, de 23 de marzo, por el que se regula la capacitación lingüística al personal estatuario del Servicio de Salud de las Illes Balears, el cual impone al personal sanitario el dominio del catalán para poder optar a trabajar en el Servicio de salud de les Illes Balears.

Dicho decreto, fue aprobado y apoyado por PSOE, Podemos y los eco-soberanistas Més, asegurando que el uso del catalán supondría una mejor asistencia sanitaria a los pacientes. Y es que podría ser, ignorante de mí, que los diagnósticos o tratamientos en catalán sean muchos más exhaustivos, detallados y de mejor calidad que en el vulgar castellano. Como si dependiendo de qué lengua hables seas mejor o peor sanitario para poder optar a puestos de trabajo e incluso puestos directivos dentro del servicio de salud.

Es decir, este decreto establece como requisito fundamental el dominio del catalán para acceder a la bolsa de trabajo temporal, traslados y puestos directivos. Perfectamente se puede entender que se premie a aquellos profesionales sanitarios que dominen ambas lenguas, o que incluso los pacientes catalanoparlantes con escaso nivel de castellano puedan ser atendidos con más facilidad en catalán. Pero, a mi parecer, es bastante difícil de comprender que para optar a puestos directivos en el servicio de salud balear se exija el catalán como un requisito fundamental.

A través de mi experiencia como personal sanitario he podido constatar que las personas con cargos directivos, salvo en casos excepcionales, poco o ningún contacto tienen con los pacientes. Por tal motivo, no logro a entender los beneficios del dominio del catalán en puestos directivos. Ciertamente, se escapa de mi conocimiento cómo esta competencia idiomática de los gestores públicos mejora la atención sanitaria de los ciudadanos de las Islas Baleares.

Desde mi punto de vista como enfermero de cuidados críticos, con siete años de experiencia en el Servicio Británico de Salud, país donde actualmente resido y ejerzo mi profesión, aún no noté esa diferencia entre ingleses, escoceses, galeses o irlandeses.

Sería impensable en el Reino Unido exigir el conocimiento de un idioma cooficial de una región en concreto para poder optar a puestos de trabajo en el sector público. Estoy seguro que los británicos lo llamarían «inequality and discrimination», conociendo el celo que tienen para proteger los derechos y libertades de sus ciudadanos puesto que, en el Reino Unido, igual que sucede en España, hay una lengua dominante y vehicular que convive con otras lenguas regionales, habladas sólo por parte de la población autóctona de esas zonas.

A estas alturas de la historia, nadie duda de la necesidad de preservar el patrimonio cultural de los pueblos que integran cada una de las naciones, donde una parte importante está representada en las distintas lenguas y dialectos vernáculos.

Sin embargo, este hecho de fomento y preservación de la cultura lingüística no debería suponer una clara discriminación para los ciudadanos del conjunto del estado que quieren acceder a puestos de trabajo sector público, donde se debe primar igualdad, mérito y capacidad.

Y es que ahora, después de mi contrastada experiencia como enfermero en el sistema público de salud británico, donde cinco años he estado trabajando en la unidad de cuidados intensivos en un hospital de referencia del sudeste de Inglaterra y un post-grado en cuidados críticos por la Universidad Británica, me encuentro no capacitado para trabajar en una comunidad autónoma de mi país por el mero hecho de no saber catalán.

Sinceramente, me asombra y me entristece, que tanto PSOE como Podemos, ambos partidos estatales y nacionales, que deberían fomentar y garantizar la igualdad entre todos los españoles, hayan apoyado este decreto discriminatorio, que resalta una vez más esta corriente política de nacionalismo progresista con connotación supremacista. Donde más que un decreto para mejorar la sanidad pública en las Islas Baleares, parece una artimaña con fines puramente políticos, donde se priman cuestiones ajenas a la experiencia y conocimientos médicos, enfermeros o técnicos.

No quiero hacer juicios de valor apresurados sobre los legisladores de la antedicha norma, pero tal vez, sería bueno recordar que el castellano es usado y comprendido por la inmensa mayoría de la población balear.

A pesar de todo esto, entiendo y comparto que las regiones con una lengua propia quieran ejercer una defensa activa de la misma, con el fin de preservar una parte importante de su cultura. Puede, incluso, considerarse necesario apoyar la variedad lingüística a través de medidas normativas para evitar que esas lenguas minoritarias o de carácter regional se pierdan y caigan en el olvido.

Pero nunca estaré de acuerdo con la imposición de una lengua cooficial en detrimento de la otra, con el fin de discriminar y excluir a una parte de la sociedad. En fin, hace ya más de 40 años nuestros abuelos dejaron de lado ese nacionalismo franquista rancio para que ahora nosotros, sus nietos, tengamos que volver a un nacionalismo regionalista igual de rancio y sectario.

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