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Mucho más que una ley

La corrupción solo podrá vencerse legalmente cuando los partidos dejen de creerse obligados a defender a los suyos imputados

PPLL

Miércoles, 22 de febrero 2017, 00:42

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La toma en consideración por el Congreso de la proposición de ley contra la corrupción presentada por Ciudadanos permite añadir un nuevo texto legislativo frente a la sucesión de escándalos en el ejercicio del poder político y en las relaciones con él. Las críticas por el protagonismo de la formación de Albert Rivera, al tramitar en solitario la iniciativa mientras preside la comisión correspondiente de la Cámara baja, no pueden empañar la pertinencia de la propuesta cuando es evidente que la corrupción sigue presente en la vida pública, y es de temer que acabe instalándose como tentador recurso para cargos institucionales y para sus posibles corruptores. Las acusaciones mutuas entre partidos inducen además un efecto perverso, porque contribuyen a justificar la indolencia de cada uno de ellos en la prevención y persecución de la podredumbre interna a cuenta de que los otros están también señalados. La idea de una 'ley general' contra la corrupción resulta acertada, siempre y cuando añada barreras efectivas a las inercias de la prevaricación, el cohecho, la malversación y todos los demás tipos penales, los encuadre y los agrave. Y siempre y cuando alcance un amplio consenso entre los grupos parlamentarios, y el reconocimiento de una sociedad que corre el riesgo de acostumbrarse al paisaje. Pero es obligado recordar que, en lo sustancial, no son las carencias legislativas las que propician la corrupción, sino la falta de frenos partidarios al afán primario de beneficiarse de ocupar un cargo público o de obtener un trato de favor. Basta con fijarse en el uso que se hace del principio de presunción de inocencia en el seno de los partidos, cuyas estructuras se muestran siempre proclives a defender al investigado y nunca a afrontar la mínima sospecha de corrupción hacia cualquiera de sus representantes. Como si la única obligación de los partidos y las instituciones representativas fuese defender a los suyos imputados o investigados mientras la Justicia no se pronuncie en firme en su contra. Esta es la 'ley' dominante en materia de corrupción, y hasta que no sea derogada por comportamientos más saludables toda nueva iniciativa legislativa se volverá, si no inútil, insuficiente. El problema es que ayer mismo los partidos volvieron a discutir entre sí sobre la corrupción, de espaldas a la ciudadanía y tratando de olvidarse de las responsabilidades y culpas que arrastran.

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