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Pobres programas

Los distintos candidatos a presidir el Gobierno se limitan a recabar un voto de confianza con promesas vagas e increíbles

PPLL

Martes, 31 de mayo 2016, 00:28

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Los partidos políticos se están reafirmado en los programas electorales que presentaron a los comicios del 20-D. De entrada, como si no tuvieran nada que rectificar respecto a promesas que quedaron incumplidas al verse incapaces de acordar una mayoría de gobierno. Tanto el desarrollo de la campaña anterior como, sobre todo, las dificultades posteriores para dar con un programa de gobierno compartido debían aleccionar a todos los partidos en cuanto a la corrección de sus respectivas propuestas hacia compromisos concretos y viables, hacia alternativas susceptibles de ser transaccionadas con las demás fuerzas. Hoy no sabemos si ha quedado algo en pie del pacto suscrito entre Pedro Sánchez y Albert Rivera. Como tampoco conocemos el alcance programático que adquiere la simplificación partidaria representada por la alianza pre-electoral entre Podemos e Izquierda Unida. Todo ello cuando sigue en el aire el marco presupuestario al que deberá someterse nuestro país a causa del déficit y de la deuda acumulada. Marco que insiste en eludir el partido de Mariano Rajoy cuando anuncia la rebaja de impuestos «para todos», tras intercambiar con Jean Claude Juncker mensajes sobre ajustes futuros para posponer eventuales sanciones por incumplimiento de los compromisos de déficit. Mensajes sobre los que no se dan explicaciones al encontrarse el Gobierno solo en funciones. Las personas censadas deberán optar a tientas por el partido de su preferencia, más bien por exclusión de aquellas opciones que les resulten menos atractivas, y sin ninguna seguridad sobre lo que vaya a hacer la formación elegida. La anunciada nueva política, la del cambio o la de la responsabilidad, continúan tratando a los ciudadanos como meros consumidores de un producto sin garantías y a punto de caducarse. El mínimo rigor que ha de exigirse a los programas de gobierno acaba licuándose en vagas promesas de campaña, y hasta éstas se convierten en material al servicio de la política-espectáculo. Los distintos candidatos se limitan a recabar un voto de confianza hacia su persona, hacia su partido, o en contra de los demás.

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