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¿Qué ha pasado hoy, 18 de abril, en Extremadura?

Más difícil todavía

TERESIANO RODRÍGUEZ NÚÑEZ

Sábado, 13 de febrero 2016, 01:01

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NUESTROS políticos llevan casi dos meses de devaneos para formar gobierno y en ello siguen, enredados en sus propias trampas. Lo que estamos viendo es lo menos parecido a lo que se espera de políticos serios y con un atisbo de estadistas. Más han parecido tácticas, trampas frente al contrario, en las que acaban cayendo ellos mismos. Muchos creímos que la solución mejor y más fácil era intentar un gobierno de concentración y concertación entre PP, PSOE y Ciudadanos. Para ello sólo hacía falta -salvado lo esencial, como la unidad de España y la soberanía nacional- poner sobre la mesa la media docena de grandes temas y ver hasta dónde estaba dispuesta a ceder cada una de las partes. Claro que todo esto se viene abajo y no sirve de nada si los puntos de partida son por parte del PP el inmovilismo de Rajoy y una evidente falta de contundencia frente a la marea de corrupción que justamente estos días se solventa en los juzgados, y por parte del PSOE la negativa de Pedro Sánchez a hablar tan siquiera con Rajoy, lo cual no es sólo un desprecio al presidente del PP, sino también a los millones de españoles que convirtieron al PP en el partido más votado, no se olvide. Semejante actitud resulta impropia de un político serio y con atisbos de estadista. A la hora que escribo estas líneas todavía no se ha celebrado la entrevista de ambos líderes en la sede del Congreso, pero sí se puede adelantar que nadie esperaba nada de la misma. Les aseguro que es una de esas ocasiones en las que me encantaría equivocarme.

Todo lo que ha venido detrás por parte de unos y de otros es puro tactismo y a los otros y a los unos les puede salir el tiro por la culata. Si Pedro Sánchez tiene que gobernar con Pablo Iglesias y sus huestes populistas, Pedro Sánchez y España con él puede tener un grave problema, a menos que consiga dar la vuelta como a un calcetín a Pablo Iglesias. La cuestión del independentismo catalán frente a la unidad de España y la soberanía no debiera ser tema que admita frivolidades como los escarceos que en varias ocasiones ha apuntado el líder de Podemos.

Por otra parte, hay quienes piensan que si no se llegara a formar gobierno no sería una tragedia: están establecidas las normas y los tiempos para convocar nuevas elecciones, en las que es muy posible que los resultados fueran otros. No les falta razón. Y les sobraría si viviéramos en tiempos tranquilos y de bonanza económica. Pero no es así. La economía mundial está sujeta estos días a unos estremecimientos, que tienen su fiel reflejo en las caídas de las bolsas y el desplome de bancos y de grandes corporaciones empresariales. La prima de riesgo se dispara. Y algunos analistas creen incluso que podría volverse a la gran recesión, de la que a países como España le está costando salir sangre, sudor y lágrimas. Porque aunque desde las esferas gubernamentales se nos hayan venido vendiendo nuestros avances en la recuperación económica y la salida de la crisis, lo cierto es que el paro sigue siendo alto -y no digamos en regiones como Extremadura, siempre media docena de puntos por encima de la media española- y el empleo que se crea tiene más de precario que de estable. Esta misma semana, el Servicio de Estudios del BBVA presentaba su 'Informe de Situación en España' y no es precisamente para tirar cohetes. «Tenemos que tomarnos con cierta seriedad lo que está pasando en los mercados», decía el economista jefe del grupo bancario, para añadir que «no se puede descartar que se entre en una espiral y que las economías acaben deprimiéndose». Analistas de renombre mundial han insinuado estos días que podríamos estar retrocediendo a lo más profundo de la crisis de la que aún estamos intentando salir. Y entre las previsiones del informe antes citado sobre las principales macromagnitudes económicas, que este periódico recogía el pasado jueves en su sección de Economía, abundan más las que hablan de retrocesos que las contrarias.

Lo que es aplicable a España en general lo es también a Extremadura en particular. Y con la peculiaridad de que casi siempre nos afecta menos en lo positivo y más en lo negativo, con lo que la convergencia resulta inalcanzable. En esa disyuntiva, no es extraño que a nuestros representantes en la Asamblea de Extremadura les cueste tanto aprobar los presupuestos. Porque cada partido, según su ideología, pone el acento en lo que le parece prioritario. y porque cada parlamentario trata de cumplir lo que prometió y responder a las demandas de sus bases. El problema es que, como suele decirse, no hay más cera que la que arde, algo tan fácil de entender y tan difícil de cumplir. Y así, por el camino fácil de gastar más de lo que se tiene, se llega al endeudamiento. Que es lo que se ha venido haciendo en España, hasta situar nuestra deuda por encima del billón de euros, una barbaridad, porque es dinero que hemos de devolver. Y lo que por mimetismo tienden a hacer las comunidades autónomas, incluida la extremeña, tan reacias a cumplir el objetivo de déficit que impone el ministro Montoro, llamado a ser el malo de la película, a quien a su vez se lo imponen las autoridades de la UE y sus «hombres de negro». Son estas limitaciones presupuestarias las que, más allá de los condicionamientos ideológicos, convierten en el «más difícil todavía» la aprobación de unos presupuestos y hasta la formación de un nuevo gobierno. Tal vez si se pudiera gastar sin tino se pudiera contentar a todos los partidos. y hasta las sinvergonzonerías de los políticos escocerían menos. Pero me alegro que no sea así: conservaremos al menos los principios.

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