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La verdad del caso de los titiriteros

JOSÉ JUAN GONZÁLEZ GÓMEZ

Martes, 9 de febrero 2016, 00:36

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HEMOS asistido recientemente a la preventiva detención de dos artistas, titiriteros, por un supuesto delito de enaltecimiento del terrorismo y contra las libertades públicas y derechos constitucionales, en la representación de una obra de teatro que organizaba el Ayuntamiento de Madrid, gobernado por Ahora Madrid. Los hechos, dada su gravedad, han sido portada en todos los medios de comunicación, y cómo no, se han utilizado políticamente por unos y por otros, para su beneficio y uso partidista. Voy a tratar este asunto con la mayor objetividad que me sea posible, dando información veraz que completa la que posiblemente ustedes ya conozcan.

Según el auto del juez de la Audiencia Nacional que lleva el caso, en el desarrollo de la obra se escenificaron por sendos titiriteros numerosas acciones violentas, tales como el ahorcamiento de un guiñol vestido de juez, el apuñalamiento de un policía, y la violación de una monja y el apuñalamiento posterior con un crucifijo. Estos hechos son ya suficientemente alarmantes como para pedir responsabilidades a los organizadores de la obra. Pero no quedó ahí el asunto, también se exhibió una pancarta con la leyenda «Gora Alka-ETA»; habiendo tenido lugar tales hechos en un acto público, con numerosa concurrencia de personas y asistencia de un público infantil, a quien esencialmente estaba dirigida la representación de los títeres. Los padres escandalizados de lo que estaban viendo algunos abandonaron el lugar, y otros arremetieron contra los actores, paralizando la obra y llamando a la policía. ¿Quién en su sano juicio querría que sus hijos vieran semejante esperpento?

Lo que casi nadie conoce es que entre los efectos intervenidos a estas personas, que eran los exhibidos en la función de títeres, se encuentra una especie de cuaderno-libreto realizado a mano, en cuya portada figura la portada del libro «Contra la Democracia» de los Grupos Anarquistas Coordinados (GAC). Es decir, estos titiriteros pertenecen a grupos anarquistas, y ese manual es un ideario de dicha organización, que forma parte de la organización FAI/FRI (Federación Anarquista Informal/Frente Revolucionario Internacional), cuyos cabecillas fueron detenidos el 30 de marzo de 2015 por pertenencia a organización criminal con fines terroristas en el marco de la 'Operación Piñata'.

Los propios investigados han manifestado en sus declaraciones judiciales que la expresión «Alka» es un «juego de palabras», referido a la Organización terrorista Al-Qaeda, por lo que la traducción del contenido de la pancarta o cartel exhibidos viene a significar «Viva Al-Qaeda-ETA». Tales hechos suponen enaltecer o justificar, públicamente, los delitos terroristas cometidos no sólo por la organización terrorista ETA, sino también por Al-Qaeda, conductas éstas tipificadas en el artículo 578 del Código Penal vigente. Lo que resulta inaudito es que ya habían representado la obra con anterioridad en Granada, conforme los propios interesados han declarado, incluso con un «contenido más violento».

Algunos políticos, como Ada Colau e Izquierda Unida, han salido en defensa de estas personas, argumentando que se trata de una obra categorizada como «sátira política», y que se realiza en el marco de la libertad de expresión reconocida en la Constitución Española. Otros consideran que la Justicia en este caso ha sido excesivamente ejemplarizante, y que a otros imputados por corrupción no se les tratará igual. Las comparaciones son odiosas, y aunque a veces muchos que merecieran la cárcel y el destierro se escaparán de probarla, no podemos justificar lo aquí ocurrido utilizando semejantes argumentos. Todo tiene un límite, incluso la sátira política y la libertad de expresión, y el hecho de que haya sido realizada ante público infantil no es sino un agravante más. Es comprensible que la detención de estas personas pueda causar en algunas otras un sentimiento protector, que haga pedir su inmediata libertad; pero la ley se aplica duramente en estos casos, cuando hay ausencia además de arrepentimiento visible, ya que no se percatan de las consecuencias de sus actos.

Sea como fuere, es momento de recordar para aquellos que no lo conocen, qué entiende la jurisprudencia por enaltecimiento del terrorismo; los elementos que vertebran este delito son ,en síntesis, la existencia de unas acciones o palabras por las que se enaltece o justifica, ensalzando o haciendo elogios, alabando las cualidades o méritos de cualquiera de las conductas definidas como delitos de terrorismo de los arts. 571 a 577. En todo caso, tal acción de enaltecer o justificar ha de realizarse por cualquier medio de expresión pública o difusión, como puede ser un periódico o un acto público con numerosa concurrencia. Este era el caso, pues.

Otro aspecto destacable es que el ahorcamiento de un guiñol vestido de juez, el apuñalamiento de un policía y la violación de una monja y el apuñalamiento posterior con un crucifijo pudieran ser constitutivos de un delito cometido con ocasión del ejercicio de los derechos fundamentales y de las libertades públicas garantizados por la Constitución, tipificado en el artículo 510 del Código Penal.

Llegados a este punto, hay que decir que el Ayuntamiento de Madrid ha tomado las medidas oportunas para depurar las responsabilidades a que hubiera lugar. Por una parte, ha anunciado que tomarán las medidas legales oportunas contra estos artistas que han realizado actos ofensivos durante el Carnaval. Por otra, han cesado el director artístico que los contrató, Ramón Ferrer Prada; aunque la delegada de Cultura de Carmena, Celia Mayer, ha aguantado la embestida por el momento, debería ser cesada inevitablemente. Si hay algo que reprochar es sin duda la falta de control y desorganización interna en ese departamento, uno de los exponentes del gobierno de Ahora Madrid.

En lo único que puedo estar en desacuerdo, quizás por lo extremo de la medida, es en la prisión provisional y sin fianza que el juez ha establecido. No veo el riesgo de fuga, de destrucción de pruebas, ni creo que sigan delinquiendo representando esta obra «La Bruja y Don Cristóbal», de la cual habrán quedado suficientemente satisfechos. Espero que los políticos que usan estos temas para su provecho recapaciten sobre los límites de nuestras acciones. También me gustaría que estos artistas recapacitasen sobre lo ocurrido y entendiesen su gravedad, que salieran pronto de prisión continuando su camino, quedando todo en una anécdota. Como cantaba Joan Manuel Serrat en su canción: «¡Titiritero, allez hop! de feria en feria / Siempre risueño, canta sus sueños y sus miserias».

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