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Retirada secesionista

El independentismo catalán está obligado a volver sobre sus pasos cuando ni logró la mayoría social ni ha conseguido articular la mayoría parlamentaria

PPLL

Martes, 1 de diciembre 2015, 00:21

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La decisión de la asamblea celebrada el domingo por la CUP, ratificando su negativa a designar a Artur Mas como presidente de la Generalitat de Cataluña, no solo continúa dejando en el aire la gobernabilidad de la autonomía sino que además echa por tierra la jactanciosa interpretación que el independentismo hizo de los resultados del 27-S. Ni cuenta con la mayoría social ni puede esgrimir una mayoría parlamentaria efectiva, más allá de haber aprobado una resolución de ruptura con el Estado constitucional que, además de suspendida por el TC, ahora se queda en nada para un secesionismo sin rumbo. La CUP resolvió «pasar a la ofensiva» y continuar negociando con Junts pel Sí «un plan de choque, un proceso de ruptura y un candidato alternativo a Artur Mas». Mientras, Convergència trata de reconvertirse de cara a las generales del 20-D en la candidatura Democràcia i Llibertat enfrentándose electoralmente a ERC, al tiempo que los dirigentes de esta formación insisten en la reelección de Artur Mas como clave de bóveda del proyecto independentista. Ninguna componenda de última hora podrá brindar a la Generalitat la estabilidad que precisa. Especialmente cuando el independentismo se presenta desunido y confuso a la cita crucial de unas generales que podrían dejar a la intemperie la euforia rupturista. Nunca es buen síntoma que una comunidad política sea llamada a las urnas con tanta asiduidad. En el caso de Cataluña la volatilidad de las dos últimas legislaturas fue el reflejo de la falta de correspondencia entre un entramado partidario e institucional débil y las metas que el catalanismo vuelto independentista se fue fijando a corto plazo. Entre el descrédito de un poder utilizado para el saqueo por sus elites más significadas y la pretensión de blanquear ese pasado mediante la huida hacia un estado propio e indulgente. La obstinación por sortear tanto el veredicto de los electores como la legalidad constitucional y autonómica -simulando una conciliación de circunstancias entre los extremos ideológicos del independentismo en nombre de la 'república catalana'- aboca a Artur Mas a su tercera disolución anticipada del parlamento en tres años y la convocatoria de nuevas elecciones. Un récord que, incluso como hipótesis, demanda la refundación no ya de Convergència sino de toda la Cataluña política, y la renuncia del propio Mas a capitanear el nuevo tiempo.

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