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Susana Díaz y Pedro Sánchez presiden la reunión del Consejo Político Federal del PSOE en Zaragoza. :: javier cebollada / efe
El PSOE se vuelve bipolar

El PSOE se vuelve bipolar

En el partido se asienta la idea que Sánchez deberá asumir los resultados de las locales y autonómicas de mayo como propios y dar un paso atrás si no hay remontada

PAULA DE LAS HERAS

Domingo, 21 de diciembre 2014, 13:51

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Suena a 'Crónica de una muerte anunciada'. Pedro Sánchez ha dejado de pisar tierra firme en el PSOE. O quizá nunca lo hizo y todo era fruto de una ilusión con la que Susana Díaz le permitió vivir durante unos meses. El caso es que, en cuestión de solo unas semanas, el mismo dirigente que no dejaba pasar un acto, fuera el que fuera, para asegurar que será el próximo presidente del Gobierno se ha convertido en un líder con fecha de caducidad para una buena parte sus propios compañeros de partido, especialmente, para muchos de aquellos que le sirvieron en bandeja la secretaría general hace tan solo cinco meses. La cuenta atrás ha empezado y terminará el 24 de mayo de 2015, la fecha de las elecciones locales y autonómicas.

El principal partido de la oposición se enfrenta a esos comicios a una situación compleja. La irrupción de Podemos en el plantel político ha hecho mella en sus esperanzas de remontar el catastrófico resultado de 2011, cuando perdió prácticamente todo su poder territorial y pasó de presidir nueve gobiernos autonómicos, los de Aragón, Andalucía, Baleares, Cataluña, Castilla-La Mancha, Extremadura, País Vasco y Galicia, a tener solo dos, Asturias y Andalucía. Desde entonces, apenas gobierna en el 30% de los más de 8.000 ayuntamientos españoles, solo tiene 37 alcaldes de ciudades de más de 50.000 habitantes y administra apenas nueve de las 50 capitales de provincia.

Ni siquiera en la dirección del partido, donde aún no se han recompuesto de la inesperada sacudida interna canalizada por Susana Díaz, pero patrocinada también por otros barones que no han sido tan claros en sus avisos, aspiran a un «vuelco». Y así lo admiten en el documento de estrategia de campaña elaborado a finales del mes pasado. Confían en mantener Asturias y en recuperar Extremadura y, como mucho, Castilla-La Mancha. En la Comunidad Valenciana y en Madrid, las cosas no pintan bien a pesar de que todas las encuestas auguran que el PP perderá la mayoría absoluta; sólo cabría gobernar, y tampoco eso es seguro, en coaliciones de difícil gestión.

Sin cuadros

Las locales no tienen mejor pinta. «No tenemos cuadros de referencia en los territorios», se lamenta un buen conocedor de la dañada red del partido. Lo cierto es que, siendo conscientes de lo grave del escenario, en el entorno de Sánchez nadie esperaba problemas de carácter orgánico.

Entre otras cosas, porque creían que tampoco nadie iba a tener la tentación de atribuir a su recién estrenado líder unos resultados que, a su juicio, no podrían serle aún achacados; sobre todo, si se tiene en cuenta el punto de partida. «Somos como José Tomás en Aguascalientes: hemos sufrido una cornada tremenda y hemos logrado taponar la femoral con un puño, pero estamos aún en la enfermería y hay que ir al hospital», decía de forma gráfica, hace apenas dos meses, un miembro de la ejecutiva.

Ahora el análisis es otro. Lo crea justo o injusto, Sánchez se la juega esta primavera. En la poderosa federación sureña lo dicen abiertamente. «En estos momentos lo que tenemos que hacer todos es trabajar y es lo que va a hacer el PSOE de Andalucía para obtener los mejores resultados posibles. Esperamos que en España también se produzca ese vuelco para que el PSOE siga siendo un partido de Gobierno. En función de eso, ya hablaremos el 24 de mayo por la noche o el 25 por la mañana», avisó el secretario de Organización de los socialistas andaluces el pasado lunes.

Las razones de ese altísimo grado de exigencia son algo difusas pero lo que parece evidente es que en un breve plazo de tiempo, e independientemente del aumento de su proyección pública, el secretario general de los socialistas ha perdido la confianza de muchos de sus apoyos en el congreso extraordinario de julio; desde los simbólicos de José Luis Rodríguez Zapatero y José Blanco a los que aportan un número elevado de militantes, como la propia presidenta del partido y líder en Andalucía que siempre ha contado, además, el apoyo sin fisuras del madrileño Tomás Gómez y el valenciano Ximo Puig.

Messi y Cristiano

Que «no tira», que lanza «ocurrencias» sin someterlas a ningún «filtro», que no es «solvente», que «está destruyendo la esencia del socialismo»... Esos son los reproches que se han podido oír en algunas de las muchas reuniones que la presidenta andaluza ha tenido en las últimas semanas con importantes nombres del partido. «Es lo mismo que le hicieron a Alfredo (Pérez Rubalcaba) -comenta un veterano dirigente socialista- minarle y minarle para que, una vez llegado el momento, se caiga él solo».

Lanzada, asentada y recibida la amenaza, los socialistas tratarán ahora, en palabras del secretario general castellano-manchego, Emiliano García-Page, de «anestesiar el conflicto». Fuentes del PSOE andaluz sostienen que Susana Díaz ha dado un «toque de silbato» para poner fin al runrún interno, que ella misma volvió a alimentar el miércoles al admitir que tiene «ambición» de liderar el partido en un futuro, y evitar llegar aún más deteriorados a las elecciones. Es la orden que recibieron este miércoles sus diputados en el Congreso, liderados por el secretario provincial de Málaga, Miguel Ángel Heredia. Un repliegue táctico.

La cuestión es cómo se gestiona el día a día del partido con esa bomba de relojería bajo los pies del secretario general. Y algunas voces ya empiezan a defender que es necesario asumir con naturalidad que el PSOE tiene «dos líderes nacionales» o dos polos de poder. O sea, que es bipolar.

«Eso no es nada malo -apunta, por ejemplo Puig- tenemos que saber sacarle partido sin que se entienda como un enfrentamiento». También García-Page, que invitó esta semana a la líder andaluza a Toledo para dar un empuje a su campaña, está en esa tesis. Su número dos, Jesús Fernández Vaquero, lo ilustró con un símil futbolístico: «Lo importante -apuntó hace unos días- es tener a Messi y a Cristiano en el mismo equipo y trabajando por el proyecto socialista».

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