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EDITORIAL

Reparar el daño

La Iglesia debe preservar la integridad de los menores víctimas de abusos sexuales y no dilatar la denuncia ante la Justicia

PPLL

Martes, 25 de noviembre 2014, 00:32

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La detención por orden judicial de tres sacerdotes y un seglar en Granada confirma la existencia de serios indicios sobre la comisión de supuestos abusos sexuales de menores y de actuaciones conniventes por parte de un número indeterminado de adultos vinculados a la Iglesia católica. La denuncia inicial, interpuesta por un joven que hoy tiene 24 años, condujo a la apertura de diligencias que están bajo secreto y ha seguido con la incomunicación de los cuatro detenidos. La primera obligación de la Justicia es preservar la integridad moral de quienes pudieron ser víctimas de un delito tan execrable, que se habría perpetrado de manera deliberada y organizada, valiéndose de la autoridad ejercida por los tutores espirituales de los posibles afectados y de su poder de coerción. Hay una necesidad más perentoria que el esclarecimiento judicial de lo ocurrido: la identificación de todos aquellos jóvenes que pudieron ser objeto de una maquinación tan repugnante para procurar que el daño psicológico y emocional que se les hubiera causado se vea paliado cuanto antes. Es además la condición previa de que puedan pasar de ser víctimas acalladas por sus presuntos victimarios, y por la carga de culpabilidad que comporta este tipo de padecimientos, a convertirse en ciudadanos con plena conciencia de su primordial derecho a aliviar el dolor mediante el resarcimiento que ha de administrar la Justicia a través de la sentencia a la que dé lugar el proceso. La jerarquía eclesiástica ha actuado de manera desconcertante ante el caso, porque requeriría alguna explicación adicional que el Papa Francisco pidiera perdón directa y personalmente al joven denunciante, mientras que tanto el Arzobispado de Granada como la Conferencia Episcopal han reaccionado de manera tardía y más preocupada por el buen nombre de la Iglesia que por la situación en que podrían hallarse las posibles víctimas de los abusos. En contra de la apreciación de monseñor Francisco Javier Martínez habrá muchos católicos disconformes con que «los males de la Iglesia son los males de cada uno de nosotros»; católicos que sientan estupor y vergüenza ante «escándalos» que la jerarquía elude poner desde el primer momento en conocimiento de la Justicia. La Iglesia católica no debería condolerse de los daños que estos casos le acarrean. Debe denunciar de inmediato y empatizar con las víctimas.

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