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El presidente intenta reaccionar al enfado interno por sus silencios

Busca contrarrestar las acusaciones de inmovilismo con más presencia pública tras la celebración del 9-N

NURIA VEGA

Domingo, 23 de noviembre 2014, 09:46

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«Tendré que explicar mejor mis razones y mis argumentos». Lo reconoció Mariano Rajoy el domingo pasado en Brisbane, en Australia. Se refería a sus planteamientos sobre Cataluña y a la necesidad de librar allí la batalla del discurso político copado por el soberanismo. Pero lo cierto es que el jefe del Ejecutivo trata de reaccionar ante el clamor de los populares, que echan en falta la voz del presidente en las polémicas que erosionan al PP.

Los reproches más directos sobre el silencio de Rajoy llegaron tras el 9-N. El partido al que se le había repetido por activa y por pasiva que jamás se celebraría una consulta en Cataluña, se revolvió ante la posibilidad de los catalanes de acudir a las urnas. Nadie salió en Moncloa para valorar el proceso participativo seguido en directo a través de los medios de comunicación. Ni Mariano Rajoy ni su vicepresidenta. Lo máximo que se comunicó fue la presencia del jefe del Ejecutivo en su despacho, desde donde estaba permanentemente informado del desarrollo de la jornada.

Como toda respuesta, a las nueve de la noche, el titular de Justicia apareció en el Ministerio para realizar una declaración pensada para que las televisiones la retransmitiera en directo en su informativo. Los redactores no accedieron a la sala. No hubo preguntas.

Enfado

Cayetana Álvarez de Toledo, diputada del PP, puso cara al sector más duro del partido al manifestar a través de la red social Twitter su «profunda sensación de desamparo ante el silencio del Gobierno». 72 horas más tarde decidió comparecer el presidente. Lo hizo en rueda de prensa y atendiendo las dudas de los periodistas.

En Moncloa justificaron que se había estado esperando a que pasase la «polvareda» y adujeron que Mariano Rajoy salía a responder públicamente a Artur Mas el día después de recibir la carta en la que el presidente catalán le pedía negociar el «referéndum definitivo».

En una misma semana, el jefe del Ejecutivo ofreció dos ruedas de prensa. La del 12 de noviembre y la habitual tras la cumbre del G-20, esta vez celebrada en Australia. Apareció relajado por el transcurso de un encuentro en el que los líderes internacionales respaldaron sus reformas económicas, y anticipando con sus palabras la intención de aumentar su presencia.

El miércoles lanzó en los pasillos del Congreso de los Diputados un mensaje de respeto a la Fiscalía General del Estado antes de que se hiciera pública la propuesta de Eduardo Torres-Dulce de presentar una querella contra Mas y su Gobierno. Cierto es que el tumulto de micrófonos frenó el avance del jefe del Ejecutivo, pero en la memoria de todos está que en una ocasión llegó a huir de las cámaras por el garaje del Senado.

En el partido algunos sectores reclaman cambios más profundos para insuflar oxígeno al PP en este año electoral de 2015. Pero el de la comunicación puede ser un pequeño paso para el Gobierno y un gran paso para Mariano Rajoy.

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