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LAS ARMAS SON PARA MATAR

LAS ARMAS SON PARA MATAR

En EE UU la convicción de que hay que ir armado para defenderse es una herencia de los pioneros de la colonización que la extrema derecha y buena parte de la gente apolítica defiende hasta con los dientes

Diego Carcedo

Jueves, 15 de febrero 2018, 14:02

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Cada vez que veo la noticia de una matanza en los Estados Unidos me viene al recuerdo la mañana en que entró en vigor en Nueva York una orden para impedir que los niños accediesen a las escuelas armados. Fue una medida decretada por un gobernador demócrata, Mario Cuomo, que despertó mucha polémica. Las escuelas instalaron arcos detectores de metales y como me pareció curioso, el primer día de los registros acudí a dos colegios para realizar un reportaje.

Llegaban los niños en autobuses escolares, se bajaban y cuando pasaban atropelladamente bajo el arco las alarmas no paraban de pitar. Les hacían volverse y depositar en contenedores lo que llevaban en los bolsillos. No me podía creer lo que veía: según iban entrando niños de todas las edades, los contenedores se iban llenando de navajas, machetes, cuchillos caseros, revólveres, pistolas y cajas de balas. Los policías tomaban nota para devolvérselo a la salida.

En EE UU la convicción de que hay que ir armado para defenderse es una herencia de los pioneros de la colonización que la extrema derecha y buena parte de la gente apolítica defiende hasta con los dientes. Hay familias que enseguida preparan – e incluso dotan – e instruyen a sus vástagos para defenderse. La convicción generalizada es que las armas son medios de defensa y se olvidan de que matan.

Y no sólo por el peligro que de que se disparen fortuitamente. También que en manos del porcentaje de desequilibrados mentales y de resentidos o extremistas que existe, son un instrumento para vengarse de agravios o ejercitar instintos sádicos. Muchas veces se cree que son sólo ex soldados traumatizados de Vietnam porque es cierto que muchos asesinatos colectivos fueron protagonizados por alguno de ellos.

Pero no siempre son excombatientes trastornados los que se lanzan a disparar indiscriminadamente sobre grupos de personas inocentes. También hay fanáticos de religiones extrañas. Y lo peor es que entre ellos con inusitada frecuencia son adolescentes y hasta niños. Es lo que ocurrió unas horas atrás en Miami, donde, Nikolas Cruz, un joven idólatra de las armas de fuego, la emprendió a tiros con sus compañeros de clase en el colegio Stoneman Douglas, mató a diecisiete e hirió a quince.

Nikolas Cruz había sido expulsado por camorrista del centro y preparó la revancha con métodos de táctica militar. Primero hizo estallar bombas de humo y cuando niños y profesores se tapaban los ojos y divagaban a oscuras tratando de escapar, los acribilló hasta que se le acabó la munición. Cuando huía todavía mató a otros dos con los que se tropezó en la salida Fue la matanza infantil más letal que se recuerda.

El presidente Trump, un defensor acérrimo del derecho a tener y portar armas, difundió un comunicado en el que expresa el pésame a los familiares de las víctimas. Pero en absoluto valoró el riesgo que supone que un muchacho desequilibrado se pasease legalmente por los pasillos de un colegio de más de tres mil alumnos con un rifle apuntando a cuento se movía.

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