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Tabaré Vázquez y José Mújica durante el trapaso de la presidencia, en Montevideo en 2009
Uruguay, cuando el éxito del país no es suficiente

Uruguay, cuando el éxito del país no es suficiente

Los incuestionables logros económicos y sociales del gobierno del Frente Amplio no le garantizan el triunfo electoral

Miguel Salvatierra

Domingo, 26 de octubre 2014, 07:14

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Un medio tan poco sospechoso de izquierdismo como The Economist lo declaró ya el mejor país del año en 2013 y desde entonces no ha hecho sino mejorar. Uruguay presenta unas credenciales impresionantes. En los últimos cuatro años el crecimiento medio de la economía se situó en un 5,5%, la pobreza bajó del 34% en 2006 al 11,5% en 2013 y el paro está en un mínimo histórico del 6%. La inversión exterior no deja de crecer al igual que su importancia como centro logístico regional, al tiempo que se ha convertido en un gran exportador de celulosa y el alza del turismo ya representa el 10% de su PIB.

La fórmula del éxito ha sido aplicar una política económica ortodoxa, aliñada con un importante componente social a través de una política redistributiva de la riqueza basada en mayores impuestos y lucha contra la evasión fiscal. Uruguay también se ha destacado por adoptar medidas audaces e innovadoras como la legalización de la marihuana y del matrimonio homosexual, la acogida de refugiados sirios y el asilo a presos de Guantánamo. Ya en diciembre de 2012, el presidente José Mújica aprobó la ley de despenalización del aborto y es uno de los escasos países donde está registrada la píldora Mifepristona para tratar el aborto farmacológico sin intervenciones quirúrgicas.

Con 3,2 millones de habitantes y pese a estar encajonado entre dos colosos como Argentina y Brasil, y en un área con naciones mucho más grandes, como Bolivia y Paraguay, la dimensión internacional del paisito, como cariñosamente se le conoce, ha crecido de forma considerable y hoy se le mira con respeto y admiración. A ello también ha contribuido José Mújica, el presidente más pobre del mundo, quien ha hecho de la austeridad y de su particular estilo de vida un modelo de comportamiento político frente a la corrupción y derroche del poder.

Todo ello ha hecho que una gran mayoría de uruguayos esté satisfecha de la buena marcha del país. El 45% de la población considera que su situación es buena o muy buena y solo el 6% expresa su descontento. Un panorama casi paradisiaco que se traducía hasta hace unos meses en que muy pocos dudaran del triunfo de la coalición izquierdista del Frente Amplio (FA) en las elecciones de este domingo.

Sin embargo, las encuestas han ido cambiando y el aspirante del Partido Nacional (Blanco) Luis Lacalle Pou ha ido recortando distancias al hasta ahora claro favorito del FA, Tabaré Vázquez, quien ya fue presidente de 2005 a 2010. En primera vuelta se da por seguro que ganará Tabaré con un 41% a 43% de los votos, con Lacalle segundo y un 28% a 33%, seguido de Pedro Bordaberry , del Partido Colorado, con un 15%. El balotaje de la segunda vuelta, con una probable unión de blancos y colorados, se perfila muy reñido y con un final abierto.

Entre las causas de este cambio se apunta a la falta de renovación en la coalición en el poder. Tabaré Vázquez vuelve a presentarse con 74 años para suceder a Mújica, de 79. El aspirante Lacalle, con 41 años, encarna un estilo más dinámico y actual. También hay un difuso deseo de recambio en las viejas estructuras partidarias y un deseo de mejora en determinadas áreas como seguridad ciudadana, educación y la carga impositiva.

La satisfacción para todos es que, gane quien gane, nadie espera grandes cambios de políticas y ningún riesgo para que el camino de progreso y mejoría del país sufra grandes alteraciones.

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