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Una mujer camina junto al muro de Tinduf.
El muro del Sáhara Occidental, fuente de sufrimiento

El muro del Sáhara Occidental, fuente de sufrimiento

Las minas antipersonas permanecen junto a la línea que separa el Sáhara Occidental de Argelia

Amal BELALLOUFI (AFP)

Jueves, 9 de febrero 2017, 01:25

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"¿El muro? Es muy difícil, crecí detrás de él y mis hijos nacieron a su sombra", explica Anzouga Mohamed Ahmed, una refugiada saharaui, que espera poder pasar un día al otro lado, a las tierras del Sáhara Occidental. La mujer de 36 años, que viste una melhfa, el vestido tradicional, vive en un campo de refugiados saharaui en Tinduf, en el suroeste de Argelia. El campo está a 100 kilómetros del muro, una estructura de "defensa", como la llaman las autoridades marroquíes, construida a lo largo de 2.700 kilómetros en los años 1980 para cortar el Sáhara Occidental en dos, de norte a sur.

Según Brahim Ghali, el jefe del Frente Polisario, el movimiento independentista saharaui, el muro "divide una tierra y separa a las familias". Para acceder a él desde Tinduf, hay que cruzar primero una gran extensión de desierto de color ocre, entrecortada de vez en cuando por el verde de las acacias o el blanco de un lago de sal. Después de tres horas de camino, este "muro de arena" se erige en pleno desierto, en la zona de El Mahbes, rodeado de trincheras, alambradas y campos de minas. Detrás de él se pueden ver los soldados marroquíes.

Zghela, de 45 años, ha venido hasta aquí a enseñar a su hijo Abdellah, de 14 años, el muro "detrás del cual vive su familia, que no ha visto jamás". Desde 1975, la mayor parte de la excolonia española del Sáhara Occidental, para la cual el Frente Polisario reinvindica la independencia, está controlada por Marruecos, que propone a los saharauis una autonomía bajo su control. Tras un alto el fuego en 1991, la ONU desplegó una fuerza de paz (Minurso) y propuso un referéndum de autodeterminación, que todavía no se ha podido celebrar por los continuos desacuerdos para elaborar el censo de los votantes.

"Queremos que lo supriman", reclama Demaha Labchi, que vive en un campo de refugiados de la región de Tinduf. La mujer de 66 años recuerda con emoción una visita organizada por la agencia de la ONU para los refugiados (Acnur) para reunir a las familias saharauis separadas por el muro. "Nos dieron cinco días, pero fue muy poco. Llegamos llorando y nos fuimos llorando", recuerda. Entre 2004 y 2014, el Acnur supervisó más de 20.000 visitas familiares, según el coordinador de Frente Polisario dentro de la Minurso.

Cerca de 165.000 saharauis viven en los campos de refugiados en Argelia. La población del Sáhara Occidental está estimada en medio millón de personas. Pero por el momento los contactos entre las familias separadas se hacen a través de internet y de las nuevas tecnologías.

Es lo que tiene que hacer Mohamed El Haiba Ahmed Fal, un ingeniero que se vio obligado a franquear clandestinamente el muro en 2001. "Me iban a encarcelar [las autoridades marroquíes] por organizar manifestaciones. Un amigo me acompañó hasta el muro y me enseñó por donde pasar", explica este hombre, que se presenta como militante pacifista. "Estaba aterrizado con la idea de caer sobre una mina pero no tenía otro remedio", recuerda.

El Sáhara Occidental es uno de los territorios con más minas explosivas del mundo, con varios millones de ellas diseminadas por la región. Estas minas antipersonas están presentes sobre todo junto al muro. En el sector de El Mahbes, una oenegé española ha puesto simbólicamente flores de papel y de tela con el mensaje: "Plantemos flores en lugar de las minas".

El jefe militar saharaui de la zona, jeque Bechri Mhamed, explica que los que ven una mina tienen la orden de avisar a sus hombres para evitar un drama. "Desde el alto el fuego, más de 300 personas han muerto o han resultado heridas por la explosión de minas y bombas de racimo", dice Aziz Haidar, presidente de la asociación saharaui de víctimas de minas, que advierte que "la lluvia arrastra las minas a zonas consideradas seguras". Además las minas complican mucho la vida a los nómadas saharauis porque el muro ha dividido sus zonas de transhumancia y de abastecimiento de agua. Además según varios testimonios las minas han matado a miles de camellos.

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