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Duelo imposible

No es fácil honrar la memoria de gente tan joven, masacrada porque el yihadismo pretende infundir temor en sociedades libres

PPLL

Miércoles, 24 de mayo 2017, 00:23

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El brutal asesinato de 22 personas, la mayoría jóvenes y adolescentes, cuando salían de un concierto multitudinario en Manchester reveló nuevamente el tabú frente al que trata de mantenerse activo el yihadismo en Europa. Esa manifestación de la libertad que es la fiesta se ha vuelto a demostrar como la expresión occidental más odiosa para el fundamentalismo. Un odio convertido en terror dirigido a persuadir a los islamistas de que los muertos ayer merecían su destino, y de que morir matándolos confiere autenticidad a la acción perpetrada en nombre de la fe. Como si una bomba humana humanizase tan desalmado ataque. Las chicas y chicos que asistieron al concierto, los padres y familiares que les acompañaron o les esperaban a la salida experimentaron los pavorosos efectos de la barbarie. Sentimientos de culpa y fatalidad se agolparon en la conciencia de los deudos de las personas fallecidas; el desconcierto y la angustia se apoderó de quienes resultaron heridos o saben que podía haberles pasado a ellos. Se trata de un duelo imposible de culminar cuando la inocencia ha sido segada precisamente en un instante de felicidad, en el disfrute de un regalo en forma de entrada para ser partícipe de la eclosión de la adolescencia. De manera instintiva los terroristas tratan de inducir en las sociedades europeas complejos y arrepentimientos y, a la vez, reacciones intolerantes y xenófobas. Acarician la idea de que los infieles se sientan mal por ser como son y por vivir como lo hacen y, al mismo tiempo, necesitan provocar temor y rechazo en ellos, porque su propia existencia depende de la espiral de odio que sean capaces de generar. No es casual que Daesh -como antes Al Qaeda- actúe contra las sociedades desarrolladas más multiculturales. No se debe únicamente a que en ellas encuentra un sustrato operativo o un eco social que es más difícil hallar en países más homogéneos. Ocurre que el yihadismo aborrece la diversidad y la coexistencia, y busca la segregación excluyente en los territorios que ocupa, pero también en los países que ha señalado como objetivos de su terror. El perfil del presunto autor de la matanza tampoco sorprende ya: tenía 22 años, y había nacido británico de padres huidos de la Libia de Gadafi que, al parecer, habrían regresado a su tierra. El fruto de una vida aparte en cualquier barrio periférico al eurocentrismo dispuesto a hacer de su estatus un motivo extremista y reivindicarse como núcleo de la espiral.

Indefensión europea. El Reino Unido volvió a ser ayer el escenario elegido por Daesh para golpear a Occidente. Resultaría ventajista y moralmente inadmisible culpar al 'brexit' de que el Manchester Arena fuese atractivo para el yihadismo. Pero sería también irresponsable soslayar el hecho de que la división entre europeos brinda un flanco propicio a las arremetidas del terrorismo yihadista cuando, precisamente, ese es el objetivo que persigue. Persigue que Europa y los europeos no progresen en cohesión social e integración política. La salida del Reino Unido de la UE afecta al funcionamiento real de los sistemas de seguridad frente al terrorismo global. Es algo que ni Londres ni Bruselas deberían obviar aunque haya trascurrido solo unas horas de la masacre de Manchester. Porque se corre el riesgo de pasar de un extremado pudor político en nombre del luto al repentino olvido institucional de lo ocurrido como si fuese un dato a añadir al balance. Pero aun más importante que los efectos que el distanciamiento de Londres respecto a los socios de la Unión puede tener en la operativa anti-terrorista es el mensaje de debilidad que se transmite cuando el yihadismo se nutre de la presunción de que sus enemigos están en retirada.

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