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Ucrania y Siria, las claves del desencuentro

CORONEL JOSÉ PARDO DE SANTAYANA ANALISTA PRINCIPAL DEL INSTITUTO ESPAÑOL DE ESTUDIOS ESTRATÉGICOS

Miércoles, 25 de enero 2017, 00:45

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La relación entre los países occidentales y la Federación Rusa, caracterizada por un desencuentro creciente, se ha convertido en uno de los temas centrales del panorama de seguridad mundial. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado que buscará mayor entendimiento entre su país y Rusia. Habrá que esperar algún tiempo, probablemente no mucho, antes de poder interpretar en qué va a consistir la nueva relación entre Washington y Moscú. No cabe duda de que lo que tenga que ocurrir tendrá también una enorme incidencia en Oriente Medio y, muy en concreto, en el desarrollo de la guerra en Siria. Vivimos pues tiempos de una gran densidad estratégica. ¡Y esto, en principio, no es una buena noticia!

Los retos para la seguridad son enormes y complejos. Se están consiguiendo avances para derrotar al Daesh, pero todavía queda mucho camino por recorrer. En el futuro se necesitará también la colaboración con Rusia en ese campo. Lo más grave es la profunda desconfianza que reina entre ambas partes (OTAN-Federación Rusa). En contraposición, el Kremlin percibe a los Estados Unidos y a sus aliados como una seria amenaza para la soberanía y las aspiraciones nacionales.

La situación actual de escalada de medidas militares entre la OTAN y Moscú no favorece a ninguna de las partes y podría crear peligros imprevisibles. La estrategia híbrida, tan presente en los conflictos que nos preocupan, tiene la capacidad de envenenar aún más las relaciones y de dejar tras de sí un panorama más costoso de reconstruir. La anexión por la fuerza de Crimea es muy mal precedente para cimentar un orden internacional estable y ha complicado enormemente cualquier solución a las actuales tensiones Este-Oeste que vuelven a recordar algunas de las características de la Guerra Fría.

La Federación Rusa, al intervenir militarmente en Siria a partir de septiembre de 2015, reta directamente la posición de los Estados Unidos en Oriente Medio. El Kremlin está consiguiendo algunos significativos éxitos militares y diplomáticos, situándose como el factor determinante en Siria y pieza imprescindible para cualquier arreglo pacífico en el futuro. La posición rusa cuenta con la ventaja de actuar con mayor coherencia geopolítica al alinearse inequívocamente en oposición al Daesh. Además, Moscú, principal valedor del régimen sirio, es capaz de entenderse simultáneamente con Turquía, tradicional aliado de los Estados Unidos, y con Irán, rival histórico de Turquía en Oriente Medio.

La estrategia occidental, al apoyar a las milicias kurdas tanto en Irak como en Siria, encuentra un difícil entendimiento con Ankara, que ve con enorme preocupación como los kurdos se ven reforzados. Es imposible ayudar a los rebeldes sin favorecer con ello de alguna manera al yihadismo. Los éxitos militares del gobierno iraquí contra el Daesh refuerzan regionalmente a los chiitas en detrimento de los sunitas, lo que disgusta a Arabia Saudí y a los otros estados sunitas del Golfo, aliados de Washington.

Vladimir Putin ha sorprendido al mundo por su enorme habilidad para manejar situaciones tensas y complejas a su favor. El presidente ruso calcula que al final Occidente tendrá que entenderse con él en la crisis siria, lo que le serviría para pedir concesiones en Crimea. Teme también que la guerra en Siria sirva para extender el caos, y con ello el radicalismo islámico, en una región muy cercana a sus propias fronteras.

En los países de la OTAN preocupa que una salida airosa para Putin en Siria o en Ucrania le refuerce y aumente su deriva autoritaria. También se espera que la débil situación de la economía rusa termine dañando a Putin. En ese sentido, nadie puede asegurar que una grave crisis en Rusia como consecuencia de un colapso económico no vaya a ser peor que la actual situación de desencuentro.

En tales circunstancias habrá que buscar soluciones imaginativas que permitan mitigar el grado de animadversión recíproca entre los países de la OTAN y la Federación Rusa. Además, a España le interesa que la OTAN preste mayor atención al Sur y para ello hay que apaciguar el Este. Aunque ello suponga grandes dificultades, con Putin se puede llegar a acuerdos. En relación con los problemas de nuestro Sur es más complicado consolidar interlocutores eficaces. Allí la respuesta ha de ser unas políticas a largo plazo y de amplio espectro que aborden simultáneamente la paz y el desarrollo de la región.

Tanto la Segunda Guerra Mundial como la Guerra Fría nos ofrecen lecciones interesantes. Si en el primero de los casos hubo alianzas contra-natura para abordar la amenaza más grave, en el segundo ambas partes supieron manejar un conflicto que por «frío» no dejó de ser el enfrentamiento militar de mayor envergadura de la historia. El proceso de distensión permitió avanzar a pesar de unas relaciones ideológicas antagónicas. Se establecieron mecanismos de negociación y de encuentros al más alto nivel. Sin duda, habrá que hacer concesiones y avanzar despacio sin hacer borrón y cuenta nueva, midiendo bien los pasos.

En el mundo multipolar que se está abriendo paso, la paz es la principal prioridad, la estabilidad gana importancia y únicamente desde el entendimiento se podrán abordar los mayores retos de nuestro tiempo: el cambio climático, el acceso universal a los recursos del planeta y un reparto más equitativo de la riqueza y el desarrollo.

En este momento todo son incógnitas, en unos meses conoceremos en qué dirección avanza la seguridad mundial.

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