Referéndum decisivo
En Grecia está en juego el futuro de una nación maltrecha, y con ella, el de Europa
PPLL
Domingo, 5 de julio 2015, 00:29
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Los griegos van hoy a las urnas a pronunciarse ante una tramposa reclamación de un Gobierno que, incapaz de asumir plenamente la responsabilidad que le atribuyeron los electores en enero, y temeroso del rechazo de parte de sus partidarios, ha organizado un plebiscito absurdo sobre su propio papel. En este disparate improvisado, en el que ni siquiera la pregunta que se formula es inteligible, el 'no' significa otorgar respaldo a Tsipras en su intransigencia y el 'sí' la aceptación de las supuestamente leoninas condiciones de la Eurozona para consumar el rescate. El propio Gobierno asegura que en ningún caso está en cuestión la permanencia de Grecia en el euro y Varoufakis ha llegado a afirmar que esta próxima semana estará firmado el acuerdo con los acreedores, pero los socios más potentes de la Eurozona -con Alemania al frente-, francamente irritados por esta finta, no parecen dispuestos a quemar etapas aunque se hayan aplacado las primeras reacciones, que fueron de indignación y ruptura. Además, tanto el BCE como los miembros de la zona euro han dejado claro que el 'no' puede abocar a Grecia a la salida del euro. El 'sí' pondría en evidencia a Tsipras y a su Gobierno, y Varoufakis ha llegado a decir que en este supuesto dimitiría de su cargo. Sería una solución. Las consecuencias más visibles del referéndum, el corralito y el espectáculo patético de los pensionistas haciendo largas colas para cobrar una parte de su pensión, han de atribuirse a la irresponsabilidad de Syriza. que seguramente nunca hubiera llegado al Gobierno si la 'troika' y los anteriores ejecutivos helenos hubieran hecho mejor las cosas. Pero sea cual sea el resultado del referéndum, el problema griego debe resolverse, tanto si Syriza se achicharra en este envite cuanto si se asienta gracias a él. Las negociaciones deben en definitiva recomenzar mañana mismo, con ánimo de desbloquear la situación financiera y poner fin al control de capitales para que los ciudadanos y la actividad económica vuelvan a la normalidad. Las partes deben hacer en lo posible abstracción de estos incidentes y disponerse a buscar un acuerdo racional que recomponga el euro y estreche los lazos internos de la Eurozona. Lo que está en juego es el futuro de la ciudadanía de una nación maltrecha, y con ella de Europa, y ese futuro no puede frustrarse por la incapacidad de pactar lo que todas las partes quieren conseguir.
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