Desgaste griego
La crónica negociación con Atenas no contribuye a que la UE ofrezca la cohesión interna y credibilidad que necesita
PPLL
Martes, 30 de junio 2015, 00:16
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La llamada del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, a los griegos para que voten 'sí' en el referéndum del próximo domingo, independientemente de la pregunta que se formule, les transfiere la responsabilidad última de permanecer o no en el euro y en la Unión. Al pronunciarse así Bruselas emplaza al Gobierno de Atenas, y en especial a Syriza, a procurar un acuerdo 'in extremis' que permita a Alexis Tsipras cambiar la opción negativa por la positiva ante la consulta. Si entretanto el Ejecutivo heleno no reacciona tendrá que enfrentarse a una de estas dos situaciones: salir derrotado de las urnas o gestionar el futuro de Grecia respecto a la UE con un lastre que los demás socios no tienen porqué hacer suyo. Visto así, nos encontramos en la semana decisiva. Pero en realidad no lo es ni para el Estado griego ni para sus acreedores. Cuantas más veces se asoman al abismo, menos temores sienten en continuar bordeándolo unos y otros interlocutores. Solo que puede convertirse en un juego peligroso. Lo peor no sería que esta crisis se cronificara como patología, puesto que se volvería residual para Europa en perjuicio de los griegos. Lo peor es que una negociación siempre abierta y nunca concluyente en el caso de Grecia podría inducir la perpetuación creciente de cuantas diferencias actuales y futuras se den en el seno de la Unión. En tanto que las normas se vuelvan revisables a cada paso y los compromisos sean siempre relativos, no es fácil que la UE adquiera el grado de cohesión interna y de credibilidad ante terceros que precisan las economías europeas. Ayer las bolsas se resintieron del 'corralito' griego, con el IBEX 35 perdiendo cuatro puntos y medio al final de la jornada. Pero las consecuencias podrían ir más allá de unos días de retraimiento bursátil o de subida de la prima de riesgo. Resulta vano que el Ejecutivo Rajoy y los demás Gobiernos europeos emitan mensajes de tranquilidad en términos de «no pasa nada» cuando es evidente lo contrario. Además sería preferible que hasta que se decanten los acontecimientos la crisis griega no sea utilizada como argumento partidario y electoral en España, ni a favor ni en contra de Tsipras y Syriza. No es el momento de un ajuste de cuentas ventajista. Lo que los ciudadanos y la economía necesitan es ver despejado su horizonte inmediato.
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