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Palestina, en el TPI

La nueva condición expresa un éxito político que Israel podrá criticar, pero no sofocar

PPLL

Jueves, 2 de abril 2015, 00:29

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Palestina, firmante del Estatuto de Roma, es desde ayer miembro del Tribunal Penal Internacional (TPI). Sin sorpresa, pues cumple todos los requisitos; el principal de los cuales, y eso tiende a olvidarse, es que a muchos efectos es ya un Estado; ese que nunca ha podido ser creado sobre el terreno, vigilado, troceado o sencillamente ocupado por Israel desde 1967. Tal condición le fue concedida, con algunas limitaciones jurídicas, por la Asamblea General de la ONU hace casi tres años en lo que fue el primer éxito en la estrategia, que tras abandonar hace muchísimo tiempo la violencia, eligió juiciosamente la OLP y su emanación, el Gobierno del presidente Mahmud Abás. La nueva condición expresa un éxito palestino que Israel podrá criticar, pero no sofocar, sobre todo en días en que su vieja complicidad diplomática con Washington cede y la relación bilateral está herida por la incomprensible política de la derecha nacionalista israelí y su jefe, Benjamin Netanyahu. Los medios israelíes anotan hoy que el éxito palestino en La Haya, de naturaleza profundamente política y que augura éxitos en sus demandas contra la ocupación, coincide en el tiempo con lo que parece seguro cambio norteamericano en la ONU: se da por hecho que una nueva resolución -que será aceptada y no vetada por Washington, como ha ocurrido absurdamente durante décadas- será aprobada muy pronto por el Consejo de Seguridad y establecerá la restitución a los palestinos de su tierra ocupada, la división de Jerusalén como capital de los dos Estados y un arreglo para los refugiados. La causa palestina es tan vieja como la partición de la tierra por una decisión de la ONU de 1947. La partición fue -y aún es- discutible, pero fue obra de las Naciones Unidas, asumida y promovida por las grandes potencias de entonces y, guste más o menos, es la base del desenlace con dos Estados vecinos viviendo en paz. Por razones conocidas, Israel se alejó definitivamente del cauce negociador y optó por la fuerza, con el resultado conocido: un cierto ensimismamiento territorial, político y moral del todo indeseable, mientras el ejemplo de Sudáfrica no le servía. Eso será más o menos Israel si no se aviene a razones: la resistencia palestina lo convertirá en la poco edificante Sudáfrica blanca. Todo sin disparar un tiro.

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