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¿Un paso más en el euroescepticismo?
TRIBUNA

¿Un paso más en el euroescepticismo?

Es perceptible que el cambio de Gobierno en el Reino Unido apunta a que el rumbo adoptado por David Cameron hacia la UE no tiene márcha atrás

ALFREDO CRESPO ALCÁZAR ANALISTA POLÍTICO Y ESCRITOR

Viernes, 25 de julio 2014, 00:33

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El recientemente dimitido William Hague ocupa un lugar de privilegio en la historia del Partido Conservador británico. Como ministro de Exteriores, su figura ha estado vinculada en los últimos meses a la compleja ingeniería de renegociación-referendo sobre la Unión Europea, portando el mensaje patrocinado por David Cameron.

La talla política, innegable, de Hague no siempre se ha traducido en logros tangibles para su formación. En efecto, tras el descalabro de las generales de mayo de 1997, la inmediata dimisión de John Major como líder inició un nuevo capítulo de la que ha sido gran constante tory en el post-thatcherismo: las luchas intestinas por el liderazgo. Alianzas contranatura de diferente calado irrumpían, siempre con el punto de vista sobre Europa como rasgo transversal.

En aquellas remotas fechas, William Hague (ministro para Gales en el Gobierno conservador 1992-1997), se alzó con la victoria frente a Ken Clarke, cuyas credenciales eurófilas fueron determinantes en su marginación. Algo similar le ocurrió en 2001 (frente a Iain Duncan Smith) y con menor intensidad en 2005 (ante David Cameron).

En 1997 a Hague se le consideraba un continuador de la obra, figura y credo de Margaret Thatcher; él, con su comportamiento y alocuciones, refrendó tal vaticinio. Sin embargo, al contrario que la Dama de Hierro, no supo renovar ideológicamente hablando al Partido Conservador. Optó por la táctica tan pueril como poco productiva de arremeter contra la Unión Europea y en particular, contra la política que hacia dicha organización proponía Tony Blair. Craso error, entre otras razones porque el líder tory no supo apreciar que el carismático laborista practicaba un «euroescepticismo disfrazado», con el que también hipnotizó durante un tiempo a sus socios europeos.

Durante su liderazgo, William Hague desplazó de la nomenclatura tory a cuantas voces disidentes encontró (entre ellas las de históricos como Heseltine, Patten o Hurd) y prefirió ceñirse al apocalíptico discurso de que bajo un Ejecutivo laborista, Reino Unido dejaría de existir como país independiente para ser fagocitado por un super-Estado europeo. Como resultado de este cúmulo de actuaciones, el euroescepticismo adquirió definitivamente el rango de política oficial del Partido Conservador. Dicho con otras palabras: en vez de reinventarse por enésima vez, bajo la batuta de Hague los tories apostaron por un patriotismo rancio y de cortas miras.

Este modus operandi se plasmó, principalmente, en los lemas de la campaña electoral de 2001: por un lado, 'In Europe, but not run by Europe' y por otro, en el eslogan 'Keep the pound'. Ambos constituyen las dos caras de la misma moneda. El resultado fue desolador, electoralmente hablando: Blair repitió mayoría absoluta y Hague dimitió como líder del partido, aunque siguió manteniendo influencia notable en el mismo.

La victoria de 2010 le retornó al primer plano de la política británica. Su designación como ministro de Exteriores por Cameron, reflejaba que el primer ministro apostaba más por jugar la carta euroescéptica que por enfriar la cuestión europea. Por tanto, cuando a partir de enero de 2013 el Gobierno tory planteó la enésima negociación de la posición británica en la UE, el perfil histórico mostrado por Hague restaba credibilidad a la tesis de Cameron, consistente en permanecer en aquélla pero tras reformarla en profundidad.

No obstante, Hague, desde su cargo ministerial, evitó el radicalismo de antaño, decantándose por un argumentario más constructivo, centrado en aspectos como la crisis de la eurozona, la ausencia de control democrático en las instituciones comunitarias o la creciente centralización y opacidad de la UE. De hecho, ha sido un fiel gregario, mostrando su escarapela de hombre de Estado cuando calificó de «no realistas» las ideas de ciertos sectores de su partido para los que abandonar la UE no implicará trauma económico para Reino Unido, país al que conciben como una suerte de Suiza o Noruega. Asimismo, ha ilustrado idéntico perfil al advertir a los nacionalistas escoceses del SNP las consecuencias de la independencia: ni mantendrán la libra, ni heredarán automáticamente la condición de Estado miembro.

En cuanto a su sustituto, Philip Hammond, aún es pronto para vaticinar aspectos particulares de sus actuaciones venideras. Aun con ello, su pasado tampoco engaña: hace un año dijo que votaría por abandonar la UE si hubiese un referendo y en su etapa al frente de la cartera de defensa ha recurrido a la amenaza (o el chantaje) como herramienta política cuando se ha referido a la UE. Al respecto, le ha caracterizado abusar de un lenguaje repleto de dialécticas para sentenciar, en última instancia, que en caso de que no se repatríen competencias de Bruselas a Westminster, Reino Unido debería dejar la Unión Europea.

En consecuencia, es perceptible que el rumbo adoptado por Cameron hacia la UE no tiene marcha atrás. Menos claro resulta afirmar que sea la política correcta puesto que si aumentando su hostilidad hacia Europa cree que puede aplacar el ascenso del UKIP, es probable que sirva en bandeja al laborismo presentarse ante el electorado británico y ante los socios europeos como el prototipo de la moderación y, en definitiva, como el único interlocutor fiable.

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