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Errar es de humanos. En 'Troya', un avión se entromete en el horizonte, mientras la gabardina de Humphrey Bogart en 'Casablanca' se seca en cuestión de segundos. Se llaman fallos de 'raccord' y de ellos están llenos las películas, desde 'Psicosis' hasta 'Perdición' o 'Grupo Salvaje'.
Fiascos  del celuloide

Fiascos del celuloide

Las películas están repletas de yerros. Desde relojes en historias de romanos a sombreros de 'cow boy' en las de piratas. Víctor Arribas los ha documentado

ANTONIO PANIAGUA

Sábado, 29 de abril 2017, 09:14

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El cine está lleno de pifias. Son pequeños errores que, aunque emborronan una película, casi nunca la arruinan. Un reloj de pulsera en una cinta de romanos o un sombrero de vaquero en una historia de piratas son ejemplos de esos fallos que salpican incluso a las obras maestras del celuloide. Nadie es perfecto. A Alfred Hitchcock o John Ford semejantes yerros no le quitaban el sueño. Al fin y al cabo ayudaban a humanizar la obra cinematográfica. A William Wyller, en cambio, se le atragantaban. El periodista Víctor Arribas, presentador del informativo 'La noche' en el canal 24 Horas de TVE, se ha dedicado a rastrear estas equivocaciones, incluso las más difíciles de advertir. El resultado está contenido en el libro 'Goof! Los mejores gazapos del cine' (Espasa), un ensayo que demuestra que en el cine, como en todas las actividades humanas, no hay seres infalibles. «Como en todas las grandes obras del ser humano, algunos fallos técnicos engrandecen la película. Hasta el Coliseo de Roma tiene defectos», dice Víctor Barrios.

El vestuario, un elemento decisivo en el rodaje de cualquier filme, está preñado de peligros. Uno de los despistes más clamorosos con el atuendo se dio en 'Casablanca'. Humphrey Bogart, insuperable en el arte de lucir una gabardina, hacía prodigios con su prenda. En el clásico de Michael Curtiz, hay un momento en que Sam y Rick avanzan hacia el tren calados por la lluvia. Segundos después se obra el milagro y la gabardina de Bogart aparece seca como la mojama.

El cine comete a veces atentados contra las leyes de la biología. Si uno se pone a echar cuentas, descubre que el embarazo de Melanie Hamilton en 'Lo que el viento se llevó' dura dos años. La mujer comienza su estado de gestación cuando estalla la Guerra de Secesión y alumbra a la criatura mucho, mucho tiempo después, cuando los confederados se marchan de Atlanta, el suficiente para parir no una, sino dos veces. «En este caso Victor Fleming se tomó una licencia», dice Arribas.

La lógica de la vida cotidiana queda hecha trizas por las necesidades de la ficción. De siempre las puertas se han abierto hacia dentro, salvo en el apartamento de Fred MacMurray en 'Perdición', que lo hace hacia fuera. Billy Wilder no iba dejar que unas malditas bisagras le estropearan una toma perfecta. Barbara Stanwick debía quedar oculta cuando una visita inoportuna cotilleara el interior de la vivienda. Wilder sabía de sobra la trampa que había cometido, pero en ocasiones vale la pena sacrificar la prosaica realidad en aras de las necesidades de la ficción,

Victor Arribas hila muy fino. Ni el detalle más nimio escapa a su mirada, que es más bien ojo de halcón. En 'Grupo salvaje' las armas de los atracadores disparan más de lo normal. El autor de 'Goof!' ha observado que los malos aprietan el gatillo incontables veces, tantas que agotarían enseguida el tambor de cualquier revólver. Y sin embargo, ¡los Colt siguen vomitando plomo! Cuando Sam Peckinpah se embriagaba de violencia, le ocurría lo que a Melanie Hamilton con su embarazo, se hacía un lío con los números.

Unos oftalmólogos muy puntillosos hicieron ver a Hitchcock que en la escena de la ducha de 'Psicosis', en que Janet Leigh es cosida a cuchillazos, había un gazapo. Es verdad que sólo los muy iniciados se percatan de él. Hay un momento en que la sangre de la víctima corre con el agua por el desagüe, orificio que da paso a un primerísimo plano de la pupila de la asesinada. ¿Qué tiene el ojo de Janet Leigh que escama a los oftalmólogos? Pues que las pupilas se dilatan con la muerte. A partir de entonces Hitchcock se preocupó de que el centro del iris de los difuntos apareciera siempre extendido.

En escenas con navajas, lo mejor es tomárselo con calma. Roman Polanski, en el breve cameo que hizo en la película 'Chinatown', le puso tanto entusiasmo que le cortó de verdad la nariz a Jack Nicholson. Sólo fue un rasguño, pero al hoy octogenario intérprete seguro que le hubiera gustado ahorrárselo.

Retorcer la historia

Lo de Billy Wilder con Marilyn Monroe no es un gazapo. Se llama tropezar dos veces con la misma piedra. El director había ya quedado harto de la estrella cuatro años antes, cuando contó con ella para 'La tentación vive arriba'. Sin embargo volvió a contratarla en 'Con faldas y a lo loco'. Wilder tuvo que lidiar con una deprimida y demasiadas veces borracha Marilyn. Tony Curtis, que se jactaba de haberse acostado con un sinnúmero de mujeres, despreció lo que anhelaría cualquier admirador de Marilyn Monroe. Cuando un periodista le preguntó cómo besaba la rubia, contestó: «Como Hitler». Aunque Curtis llegó a tener un romance con Marilyn, ante la cámara la diva se mostraba excesivamente fría y distante. Si el actor incurrió en una grosería al comparar a Norma Jean con el genocida, no se quedó a la zaga Billy Wilder. «Tiene unas tetas de granito y un cerebro como un queso gruyer», dijo el director, a quien Monroe sacaba de sus casillas por sus despistes, su indisciplina y su mala memoria para aprenderse el guion. «Al final de su vida, Marilyn marcó distancias con sus compañeros. Tenía la impresión de que los hombres sólo la querían para utilizarla», arguye Arribas.

Stanley Kubrick, un director perfeccionista hasta lo obsesivo, no reparó en un fallo que le debió de desquiciar. Al rodar las tomas aéreas con que da comienzo 'El resplandor', la sombra de un helicóptero se cuela en un plano.

El autor de 'Goof!' se muestra comprensivo con las manipulaciones en que incurren algunos cineastas para interpretar los hechos históricos a su antojo. En 'El Gatopardo', de Luchino Visconti, se puede contemplar el ceremonial del besamanos en una historia ambientada en el siglo XIX, cuando la verdad es que esa costumbre arraigó en la siguiente centuria. «Cuando se escogen unos acontecimientos históricos, el realizador hace una adaptación. No es necesario ser absolutamente fiel. El que quiera aprender historia, que recurra a una enciclopedia», sostiene Arribas.

La historia de gala de los Oscar está llena de fiascos. Aunque ninguno como el ocurrido en la última entrega de premios, cuando Faye Dunaway leyó que la estatuilla a la mejor película iba a parar a 'La La Land', siendo en realidad la ganadora 'Moonlight'. Un cúmulo de errores concatenados desencadenó el desastre. Al periodista no le ha dado tiempo a citarlo porque el libro ya se había entregado a la imprenta. Si hay una segunda edición se incluirá el desastre. «Es el error más importante en la historia de los Oscar. No tiene comparación con nada», argumenta Arribas. Pero para dislates e injusticia, ninguno como que Hitchcock, Kubrick, Orson Welles, Fritz Lang o Barbara Stanwick no consiguieran ningún Oscar.

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