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«Iría a votar en Navidad aunque no hubiera elecciones»

«Iría a votar en Navidad aunque no hubiera elecciones»

Me llamo Javier. Tengo 58 años y se ve con las perspectiva de cuando tenía 18 soy un señor muy mayor

FRANCISCO APAOLAZA

Domingo, 28 de agosto 2016, 12:29

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-¿Qué hace este verano?

-Estoy en mi casa. Sólo tengo 12 días de vacaciones. Intento suponer que no pienso en nada de la política ni de la actualidad.

-¿Lo consigue?

-No.

-¿Cómo es su refugio?

-Tengo un despacho en el que están mi ordenador y mis libros. Hay que preocuparse de que estos espacios sean razonablemente agradables. Allí, escribo mis artículos, mis libros y las historias que surgen.

-¿Se considera mayor?

-Lo soy. Tengo 58 años y, si esto lo vemos con la perspectiva de cuando tenía 18 años, soy un señor muy mayor.

-¿Es la persona que quería ser de pequeño?

-No tengo ni idea. No dejamos de ser el mismo. Somos la persona con la que tenemos que tener más paciencia.

-El título de uno de sus libros es una infancia de mierda. ¿Fue así la suya?

-'Mierda de infancia', que no infancia de mierda. Tuve mucho afecto por parte de mi padre y de mis hermanos, pero sí, es una época en la que en el colegio te giraban la cara y te daban de hostias con toda naturalidad. Era una época en la que políticamente había una dictadura. Cuando muere Franco yo tengo 17 y 18 años. Ésa es la mierda a la que me refiero.

-¿No es cierto que la tele nos hace más tontos?

-En absoluto.

-¿Ya somos tontos de antes?

- No. Imagínate la ausencia de televisión en las casas. Tiene tantos contenidos que es como decir que el frigorífico nos vuelve tontos. Pues depende de lo que ponga usted en el frigorífico. Y la televisión, depende de la que le guste y de la que elija.

-Aprendió a navegar y a volar.

-Sí, me gusta navegar en una menorquina que tengo aquí cerca.

-En zarpar hay una huida.

-Sin duda.

-¿De qué ha escapado?

-A mí me gusta estar yendo. Soy capitán de yate y piloto privado de avión. Estar yendo, darle ese valor al viaje, me gusta más que la llegada. Me gusta más el camino que la meta.

-¿No huye de sus 'Crónicas Marcianas'?

-No. Me niego a hablar de 'Crónicas' porque lo considero un asunto cerrado. Pero huir no. Fue un exitazo. Es solo una cuestión de pereza. He hablado tanto que ya digo que no.

-Hizo un libro sobre la muerte que se llamaba 'Eros, Thanatos y su puta madre'. ¿Tendemos a olvidarla?

-Hay que vivir sin temerla y sin homenajearla. Cuanto menos miedo tenga la gente, mejor. Hicimos un asunto divertido en el que reflexionábamos sobre lo que viene después. No sé si me gusta mucho que haya trascendencia, un más allá, que nos juntemos vivos y muertos. Ese concepto que te vende la religión es muy aturdidor. Si hoy tuviéramos que inventar la vida eterna, la haríamos de manera distinta.

-¿Cuál sería su paraíso?

-No sé (ríe). Hay un problema cronológico. Hay parejas en las que él murió muy joven y ella muy mayor... ¿Cómo se encontrarán? Hay cosas que no están solucionadas en el más allá (ríe de nuevo).

-¿Están vivos Elvis y el señor Casamajor?

-(El señor Casamajor) Está más vivo que yo. Si apareciese, volvería a funcionar.

-¿Qué instante guardaría?

-El próximo. El que viene ahora.

-¿Se ve votando el día de Navidad?

-Es un día tan extraño que iría a votar aunque no hubiera elecciones. Me ha gustado la idea.

-Además, puede decir que le han puesto de presidente de mesa y se libra de la comida con los cuñados.

-Puedo decir que me han hecho interventor, claro (ríe).

«Mal catalán»

-Qué le dicen más, ¿mal español o mal catalán?

-Esta es mi grandeza: soy una persona que sabe cerrar las puertas con llave. En Cataluña algunos consideran que soy un mal catalán y en España algunos consideran que soy un mal español. Es evidente. Cuando hacía 'Crónicas', algunos me llamaban rojo catalán y, ahora, algunos me dicen español azul. La inmensa mayoría de la gente, cuando te para por la calle, te habla con enorme afecto.

-¿Cree que terminará teniendo pasaporte catalán?

-Quién sabe. Si es por lo mal que lo ha hecho el PP, sí. Llevo años denunciando lo mal que lo hizo desde que llevó el Estatuto al Constitucional.

Cuando no tengo presión de trabajo, mis desayunos son apoteósicos. Son con un grupo de gente en un pueblo en la costa del Maresme: charlamos y se para el reloj. Tomamos bocadillos simples y sencillos.

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