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Domingo, 10 de diciembre 2017, 00:21
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Cuando Pedro, Juan, María Luisa o Juan Antonio entraron en el aula este año muchos compañeros se callaron. Pensaban que había llegado el profesor. Lo siguiente fue escoger pupitre y empezar a tomar apuntes. Tienen más de sesenta años y son universitarios. Cuando comunicaron en su familia que se matricularían en una carrera todos recibieron un apoyo unánime.
La Universidad de Extremadura (UEx) cuenta en estos momentos con seis personas que superan los sesenta años de edad –el mayor es de 68– que cursan estudios en alguno de sus grados. Según la base de datos del servicio de acceso, dos están en Criminología, otra persona en Historia y Patrimonio Histórico, también en Ingeniería Mecánica, un quinto en Administración y Dirección de Empresas y la única mujer en Enfermería, como es el caso de María Luisa, que en cuanto este curso complete sus prácticas y obtenga el grado piensa ascender en su carrera profesional. Según dice, ha aprovechado que sus hijos ya son mayores para quitarse esta espinita.
Seguir trabajando en mejores condiciones no suele ser el objetivo del resto. Este diario ha hablado con la mayoría de ellos y predomina el interés por aprender cosas nuevas y tachar algo pendiente en esa lista de cosas importantes que muchas personas tienen en la cabeza.
Alguno como Juan, policía nacional, está trabajando y compagina sus clases en la Facultad de Derecho con su horario laboral. Otros, como Juan Antonio o Pedro Vicente, se jubilaron y aprovechan ahora para ocupar su mente en temarios, exámenes y trabajos de fin de grado.
Especialmente curioso es el caso de este último, que ha sido juez durante cuarenta años, también profesor asociado de la UEx y ahora que se ha matriculado en Criminología asiste a la Facultad de Derecho como alumno, donde afirma que sigue aprendiendo cosas.
Para Agustín Vivas, que fue decano en su día de la Facultad de Comunicación Audiovisual y hoy es profesor y responsable de comunicación de la UEx, estos casos son «extraordinarios» y su interés por matricularse lo enmarca en esa curiosidad que tiene el ser humano de manera innata. «Estas personas no están forzadas por sus circunstancias personales, no se mueven por la obligación de entrar luego en el mercado laboral», valora Vivas.
En su opinión, «el objetivo de la universidad debe ser transformar el mundo, cambiar la realidad. Y en el caso de la universidad pública hay que tener en cuenta que en un mundo en el que se habla tanto de capacitación y de empleabilidad, casos como el de estas personas nos enseñan, nos recuerdan que también tiene que haber un deseo de formación, de necesidad de adquirir una visión crítica y no solo ver la universidad como un lugar donde se aprenden técnicas operativas para encontrar un empleo. Al final, el aprendizaje y la formación deben ser siempre la referencia. Que tengamos una universidad que nos sirva para encontrar trabajo está bien, sí, pero también que nos enseñe a ser reflexivos, creativos y críticos con las estructuras sociales».
Sobre todas estos estudiantes cuyos compañeros de clase podría ser sus hijos o incluso sus nietos, Vivas destaca que son alumnos especiales que superan la media: «Entre sus tesis y trabajos de fin de grado se ven cosas realmente buenas, son brillantes porque se toman su trabajo muy en serio, con interés y no lo hacen de forma interesada. Ellos creen de veras en lo que es la universidad».
Estudiar en edad avanzada es una opción que en la región tiene mucho éxito. Paralelamente, en las instalaciones de la Universidad de Extremadura se ofertan cursos a través de lo que se conoce como Universidad de Mayores (UMex), un programa formativo que en 2011 fue merecedor de la Medalla de Extremadura. Este curso hay 2.100 alumnos repartidos en siete sedes (Cáceres, Badajoz, Plasencia, Mérida, Don Benito/Villanueva, Zafra y Almendralejo).
Pedro Vicente Cano-Maíllo, 68 años, estudia primero de Criminología
Ha ejercido cuarenta años como juez y al jubilarse lo pasó mal, así que se matriculó en la UEx y ahora se siente «reconfortado»
En la clase de Pedro Vicente Cano-Maíllo tienen suerte porque rara vez un juez está sentado entre los alumnos de Criminología. Ha ido a aprender, pero ha resultado inevitable que algún profesor le pidiera que impartiera alguna clase maestra.
Cano-Maíllo se licenció en Derecho en Salamanca en 1967, «cuando los alumnos iban a clase con chaqueta y para examinarse se ponían corbata», pone como ejemplo para ilustrar la diferencia de la universidad que conoció y con la que se ha topado ahora, la cual describe como «más abierta».
Después hizo una oposición a juez y ocupó varios destinos. Se jubiló este año anticipadamente tras ejercer durante cuarenta años, desde 1994 en la Audiencia Provincial de Cáceres, pero sintió que le quedaban aún muchas cosas por aprender y por eso se matriculó en Criminología, que desde este curso se imparte en La Universidad de Extremadura. Las clases tienen lugar en Cáceres, en la Facultad de Derecho, donde además ha sido profedor asociado durante quince años.
Casado y con dos hijos, ha vuelto al punto inicial, al que lo sitúa de nuevo en un pupitre con la pizarra enfrente. Acude a clase las tardes de lunes a jueves y allí se mezcla con los jóvenes, toma apuntes y en casa los pasa a limpio. «Empecé el curso el 11 de septiembre y estoy muy contento. Me está costando porque hay que estar sujeto a unos programas. Aunque domines un tema aquí se desciende a lo concreto y hay algunas materias que yo nunca di», señala.
Según cuenta, su trabajo de juez lo absorbía y en su caso era muy vocacional, así que cuando decidió jubilarse con 68 años lo pasó mal. Ahora como alumno de la UEx se siente reconfortado al ver que sigue aprendiendo cosas.
«Cuando llegué a clase por primera vez no es que me sintiera acomplejado, pero sí me veía muy distinto a la gente joven. Mis compañeros tienen 20 años y a esa edad se ve la vida muy distinta. Yo no es que esté ya de vuelta, pero sí llego con cierta experiencia y, a diferencia de ellos, sé que cuando acabe no ejerceré la Criminología pues entonces tendré 71 años».
Otra brecha que se abre entre él y sus compañeros es la digital. El juez reconoce que los jóvenes manejan con destreza el ordenador y admite que a él le cuesta. «Yo he trabajado siempre a mano y aunque usaba el ordenador, para mí nunca ha sido indispensable. Ahora en cambio veo una universidad demasiado sujeta a las máquinas, que no sé si es malo o es bueno. En cualquier caso, animo a cualquier persona de mi edad a que estudie», dice el alumno con más años de la universidad extremeña.
Juan Antonio Benedicto, 61 años, estudia cuarto de Ingeniería Mecánica
Dejó de trabajar cuando llegó la crisis y en cuanto acabe esta carrera se matriculará en Física
A Juan Antonio Benedicto le queda una asignatura para obtener el grado de Ingeniería Mecánica, la de ‘Dirección de Empresa’. Mientras tanto, va adelantando el proyecto de fin de curso, el cual versará sobre energías renovables, edificación y eficiencia, para el cual aprovechará su dilatada experiencia profesional. Este pacense es ingeniero técnico industrial y ha ejercido 35 años, la mayor parte del tiempo como jefe de obras de una constructora. Ahora tiene 61 años y dejó de trabajar cuando la crisis cerró la empresa para la que trabajaba.
«La carrera que yo estudié era de tres años y la de mecánica, con el Plan Bolonia, es de cuatro años y tiene asignaturas que yo no cursé, así que me he matriculado para aprender cosas. Eso es lo que me mueve, aprender. Todo empezó cuando hace poco cursé un máster de Energética en la Edificación. Disfruté muchísimo y entonces me entró el gusanillo», dice este padre de dos hijos –uno es profesor de inglés y el otro prepara oposiciones– cuyo plan en cuanto acabe Ingeniería Mecánica es matricularse en Física.
No obstante, él reconoce que no es un estudiante al uso pues elige su ritmo y prefiere matricularse en pocas asignaturas para no agobiarse».
«El primer día los alumnos me miraban un poco raro. Recuerdo que cuando llegué al aula la primera vez se hizo el silencio, pero les dije que tranquilos, que yo no era el profesor. La verdad es que estoy recibiendo un trato fenomenal, tanto de los alumnos como del profesor».
En su familia no sorprendió que quisiera matricularse en la universidad pues están acostumbrados a que esté siempre con alguna actividad entre manos. «A mí me falta el tiempo para hace cosas, ¿sabe? Lo mismo estoy haciendo trabajos manuales y arreglando cosas que con el huerto que tengo en la parcela. También me gustan las artes marciales o el submarinismo así que a nadie le extrañó que quisiera estudiar. Hace tiempo escuché una frase que era hay que vivir soñando y morir soñando y eso es lo que trato de hacer yo en la vida», dice convencido este pacense.
María Luisa Fernández, 60 años, estudia último curso de Enfermería
Trabaja como auxiliar en el centro de salud de Trujillo, pero tenía como asignatura pendiente convertirse en enfermera
A María Luisa le preguntan qué tal le ha ido con su carrera de Enfermería y responde pletórica de alegría. Afirma que ha disfrutado cada parte del proceso, aunque no niega que ha trabajado duro, algunos días acostándose a las dos y las tres de la mañana para estudiar y levantándose a la siete para ir a trabajar. «Es cuestión de organizarse y de que te guste. He comprobado que las capacidades siempre están ahí, nunca mueren», dice.
Esta trujillana de 60 años es madre de dos hijos y hasta el curso pasado hacía el trayecto entre su casa y Plasencia, de más de una hora, para asistir a clase. Ahora está en último curso haciendo prácticas en el mismo centro de salud donde trabaja como auxiliar de Enfermería.
«Llevo 38 años en la profesión y quería dar un paso profesionalmente. Ahora que mis hijos son ya mayores y me podía costear la carrera pensé que no podía dejar pasar la oportunidad. Lo comenté en mi familia hace unos años, ellos sabían que esto era mi asignatura pendiente y yo que era un sueño realizable. Les pareció maravilloso y me apoyaron mucho».
La decisión la tomó con 57 años, así que se presentó a las pruebas de acceso para mayores de 45 años. Después tuvo una entrevista con la vicedecana y esto la animó definitivamente. «Los alumnos de primer curso me veían como una intrusa y tú te tienes que adaptar a ellos, no ellos a ti. No tenemos nada que ver, es lógico, somos de otra generación, pero la experiencia personal ha sido genial», señala
Como profesional sanitaria, María Luisa no oculta que parte de la materia le resultaba familiar. «En el aula todo te suena en general, pero luego había asignaturas, como Química o Inglés, que tienes que empollar. En mi caso, no lo dejaba todo para última hora y los exámenes me los preparaba poco a poco. Para esto el campus virtual de la UEx ayuda muchísimo».
A estas alturas está en cuarto curso y usa sus días libres y vacaciones para hacer las prácticas y avanzar en su trabajo de fin de grado. Cuando finalice podrá optar a trabajar como enfermera en cuanto salga una plaza de promoción interna.
Para ello María Luisa ha pasado tres años acudiendo a clase prácticamente cada tarde desde las cuatro a las ocho y media de la tarde. «Iba Plasencia y volvía y en ese tiempo me evadía. Nunca iba por la autovía sino por Monfragüe y algunas veces me paraba a la vuelta en el mirador a pensar. Lo he disfrutado mucho. Para mí ir a la universidad ha sido una cadena de sensaciones. Te das cuenta de que estás viva», confiesa antes de animar a cualquiera que esté dudando a que haga lo mismo que ella.
Juan Gómez Calderón, 61 años, está en cuarto de Criminología
Es policía nacional en activo, pero los viernes y los sábados va a la Facultad de Derecho para conseguir tener una licenciatura
Juan Gómez Calderón está en activo como policía nacional, así que convertirse a sus 61 años en universitario es un esfuerzo. Sin embargo, ha dado el paso «por aprender y por superación personal, pero también por lanzarle a mis hijos el mensaje de que a mis años se puede ir a la universidad. Los dos son licenciados y dentro de poco lo seré yo también», dice este pacense que está en último curso de Criminología.
En el mes de enero afrontará los exámenes del primer cuatrimestre, un tipo de prueba a las que hacía mucho tiempo que no se sometía. «Las afrontaré trabajando ahora día a día. Es complicado porque tengo mi trabajo y mi casa, pero ya veré cómo robar tiempo para estudiar y hacer los trabajos que haya que hacer en clase»
En realidad ha llegado hasta aquí porque hace tiempo se inscribió en una titulación propia de la UEx de grado medio relacionada con seguridad ciudadana. Esto le aporta 180 créditos y ahora solo le faltan 60 créditos más para conseguir un título superior equivalente a una licenciatura.
Por esta razón, se encuentra ahora en último curso con muchos compañeros que ya son adultos, principalmente profesionales de los cuerpos y seguridad del Estado, de juzgados o de prisiones que en su día hicieron el mismo grado medio. De hecho, las clases son los viernes entre las nueve de la mañana y las nueve de la noche y los sábado de nueve de la mañana a dos de la tarde con el fin de facilitar al máximo la asistencia.
En cualquier caso, su motivación para volver a las aulas, dice, es aprender. «Me gusta el carácter multidisciplinar de esta carrera porque tocas inglés, penal, antropología o cuestiones en las que se aprenden cosas interesantes de veras, como Constitucional que con la que está cayendo ahora en Cataluña pues se aprende mucho, o mediación, que sirve para descongestionar los juzgados».
Su hija es licenciada en Filología Inglesa y su hijo precisamente en Criminología. «Al final es inevitable que hablemos de trabajo cuando nos reunimos en casa», reconoce este pacense.
Según cuenta, en esta etapa de su vida se ve «alegre». Se debe, prosigue, a una connotación muy importante: «Es que yo voy solo a aprender, no con el afán de sacar el curso para algo. Cuando hice aquellos estudios de seguridad ciudadana hace años sí me sirvieron para mi profesión, pero es que ahora no sacaré rentabilidad profesional porque me jubilo a los 65 y no optaré a nada, lo sé, pero personalmente me apetecía».
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