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En la concentración de los extremeños, cada uno hacía lo que quería. :: EFE

Así se hace una «mani» al estilo extremeño

En la Plaza de España no había consignas ni órdenes de subir todos a una las varas, las banderas ni los móviles encendidos. Allí cada uno hacía lo que le daba la gana

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Domingo, 19 de noviembre 2017, 08:57

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De Cáceres a Trujillo, el viaje fue un rollo. Era noche cerrada y no se veía un coche por la autovía, pero accedimos a la A-5 y todo cambió. Nada más empatar con la carretera de Badajoz a Madrid, el primer autobús. Era de Villafranca de los Barros. También era de allí Tere, que hacía cola en los baños del área de servicio trujillana de Cepsa. Es ahí donde nos sobreviene el primer subidón de adrenalina. En el aparcamiento hay 15 autobuses extremeños y el ambiente de desayuno y fiesta es inenarrable. Pero volvamos con Tere. La abordamos.

-Tere, bonita excursión, bocata y bus gratis como en los viejos tiempos.

-De bocata gratis, nada y bonita sí que es, pero lo mío me ha costado, que llevo desde las cinco de la mañana en pie y esta noche habré dormido media hora con los nervios.

Solo Extremadura, donde Ryanair se llama Leda o Mirat, es capaz de movilizar 350 autocares

Tere hace cola para orinar. Las colas del pis ayer, entre las siete y las diez de la mañana, en la A-5, eran de libro Guinness. Tere se ofende cuando le decimos lo del bocadillo. Y tiene razón. Manifestación por un tren digno: 350 autobuses extremeños camino de Madrid y ni un bocadillo gratis. Los progres displicentes a topicazo limpio en las redes: berlanguianos borreguitos extremeños camino de la capital al olor del bocata y la excursión de balde, pero la realidad encargándose de desdibujar los lugares comunes en la Gran Vía: riada de extremeños bebiendo frappuccinos en Starbucks, focaccias de mozzarella y pavo deluxe en Rodilla, huevos benedict en Vips. Estos no son mis santos inocentes, que me los han «cambiao».

Van los extremeños en el Metro sin complejos, cantando: «Habemus veniu del pueblu a ve la capitá», después se arrancan con «La Tarara» y acaban con «Ay rumba, la rumba, la rumba». Cantos que entretienen mucho a los viajeros anónimos. Risas y un madrileño cuarentón, vestido con un chándal del Atlético de Madrid, que resume la manifestación: «Ustedes sí que saben protestar: así se piden las cosas».

¿Y cómo piden las cosas los extremeños? Pues con una demostración de fuerza en la calle, como hace todo el mundo, pero con ciertas particularidades. La primera es la de los autobuses. 350 autocares no los mueve hoy ninguna autonomía, sea o no histórica. Solo esta región, donde Ryanair y los Alvia se llaman Leda o Mirat, considera el autobús un apéndice más de su vida y se monta en él con tanta familiaridad. Por eso, adelantabas los autobuses de 20 en 20 y los bares de la carretera habían reforzado las plantillas ante lo que se les venía encima.

En Madrid, al salir de los túneles que llevan a la plaza de España, una veintena de policías municipales aguardaban la llegada de la marea de autocares. Los vehículos llegaban con orden y puntualidad, descargaban el pasaje y se marchaban a sus aparcamientos. La comitiva oficial, mientras tanto, llegaba en tren. Y para que nada faltara, los presentadores del acto anunciaban que el convoy ferroviario traía 20 minutos de retraso, lo cual no era rubricado con abucheos sino con una sonora ovación y muchas risas. Ya lo decía el atlético del Metro: «Ustedes sí que saben protestar». Con ironía protestamos y con una desorganización que tenía la gracia de lo espontáneo y natural.

Los niños saben la letra del himno de la región de memoria, hasta ahí llega el adoctrinamiento

En la Plaza de España, no había consignas establecidas, ni órdenes de subir todos a una las varas, las banderas ni los móviles encendidos. Allí, cada uno hacía lo que le daba la gana: gritaban una consigna los de Madroñera y otra distinta los de Alburquerque. Resultaba entrañable ver las pancartas de cada pueblo, una tradición muy nuestra esa de que se note que los míos están aquí. Por haber, había hasta una pancarta de los extremeños de Reus. Te subías a un banco, oteabas la plaza y aquello parecía la sección «Pueblos de Extremadura» de la Wikipedia: Ceclavín, Monroy, La Codosera, Carbajo... Todos por un tren digno, aunque por el 80% de los pueblos con pancarta nunca ha pasado el tren ni pasará. Pero claro, es que no se trataba solo del tren, sino de un «estamos hartos de que no nos hagan caso en general»: hoy por el tren, mañana por las plantaciones de cava, pasado por la ordenación del ibérico, al otro por la financiación autonómica.

La manifestación era muy transversal: de rastas del 2017 y barbas blancas del 77, de chaleco de cazador de montería y boina de jornalero jubilado. Había muchos jóvenes y bastantes ancianos. Gente de campo y de ciudad, de Vara y de María Victoria, de Monago y de Álvaro Jaén. También era una sorpresa para los incrédulos. La palabra que más se escuchaba durante la primera hora era increíble. Los propios participantes no se creían que hubiera allí tanta gente. Porque en los 10.000 metros cuadrados ocupados por la concentración, había una media de 4 personas por metro excepto en las zonas más alejadas del escenario. Y luego la imagen de buen rollo que se había comunicado desde hace semanas y que eclosionaba en los informativos y las páginas de todos los medios nacionales. Conclusión: lo que se perseguía se ha conseguido, España entera sabe que Extremadura tiene un tren horrible y no pide un utópico tren bala, sino un posible tren digno.

Para que el buen rollo durara hasta el final, en cada esquina de la plaza, unos globos verdes anunciaban los puestos de información, donde se daban banderas, pegatinas, un folio con la letra del himno de Extremadura, botellines de agua para evitar la deshidratación y de zumo para evitar las bajadas de azúcar. No había bocatas.

Lo de la letra del himno es otra singularidad de las manifestaciones extremeñas: solo los niños saben la letra de memoria, hasta ahí llega el adoctrinamiento en las aulas de la región. Entre los mayores, pocos van más allá del: «Verde, blanca y negra». En el conocimiento de la letra, nos gana cualquier autonomía pero en la música somos los primeros: ¿qué manifestación reivindicativa en la historia de España se ha cerrado con una orquesta sinfónica interpretando el himno en directo?

A la vuelta: más colas en los lavabos, cochinillos en Esparteras, platos combinados en Maqueda y una palabra que se escuchó mucho por Gran Vía, por Princesa y por los bares de la autovía: Extremeños, extremeños, extremeños... Sonaba con un tono de voz quizás demasiado elevado, pero con un orgullo muy espontáneo. Ya lo decía el atlético del Metro: «Así se piden las cosas». Ahora solo falta que nos las den.

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