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Seis personas, dos de ellos guardias civiles, mueren al ser arrolladas por un camión en un control de tráfico en Sevilla

Una foto de portada

"La cuestión es que la red lo mezcla todo y ya se comienza a aceptar que lo mismo da recibir una foto por sms y enviarla a una lista de contactos, que gestionar profesionalmente información para publicarla en un medio de difusión"

Ángel Ortiz

Viernes, 18 de agosto 2017, 12:27

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Desde hace unos años, coincidiendo seguramente con la popularización masiva de las redes sociales y su capacidad de convertir la comunicación y la información en una actividad cotidiana y accesible a todo el mundo con acceso a internet, cada vez que se produce un hecho dramático, luctuoso, impactante, trágico, y sobre todo próximo física o emocionalmente, en esas mismas redes se lapida, bloquea, boicotea y zarandea a medios y periodistas que, según el sentir general del momento, publican imágenes que unos llaman morbosas o macabras, otros documentos innecesarios, otros una muestra de falta de respeto a las víctimas... Sucedió de nuevo tras el atentado terrorista de Barcelona. Antes ya pasó con motivo del accidente del Alvia, en Angrois, o cuando la tierra tembló en Lorca, por mencionar hechos accidentales, no solo causados por el terrorismo.

Como digo, es importante la proximidad porque no hay debate ni crítica ni lapidación ni zarandeo cuando los hechos que se cuentan y muestran, da igual su gravedad y sangrientas consecuencias, se producen fuera de nuestras fronteras y afectan a belgas, franceses, sirios, alemanes, británicos... En cuestión de víctimas, el público diferencia por clases. Cuando son niños sirios, jóvenes que disfrutan de un concierto en París o un gendarme asesinado en plena calle por un terrorista armado con un rifle automático, el debate se vuelve más laxo. O desaparece directamente.

Hoy, casi toda la prensa de España, también el HOY, y casi toda la que, fuera de nuestro país, consideró tema de portada el atentando en las Ramblas, usó la misma foto, una dura instantánea de la agencia EFE tomada momentos después del atentado.

Portada del diario HOY publicada el 18 de agosto, día después del atentado de Barcelona.
Portada del diario HOY publicada el 18 de agosto, día después del atentado de Barcelona. HOY

Con distintas ediciones y formatos, en ella aparecen varias víctimas tendidas en la acera y medios policiales y de emergencias atendiéndoles. Recibimos por ello críticas de algunas personas, incluso de periodistas, lo que es verdaderamente llamativo y preocupante desde mi punto de vista. A los argumentos antes mencionados se añadió esta vez, como novedad, las recomendaciones de las fuerzas de seguridad.

Un tuit de la Policía decía textualmente la tarde del jueves: "Por respeto a las víctimas y a sus familias, por favor, NO compartas imágenes de heridos en atropello de #Ramblas de Barcelona". Circulaba en esos momentos por los móviles de toda España (también llegó al mío) un vídeo de alguien que registró con primerísimos planos de gran crudeza el estado de varias víctimas (un vídeo que HOY no publicó).

Pero compartir fotos y videos en Facebook o a través de servicios de mensajería móvil nada tiene que ver con un periódico, con una portada, con el periodismo. La Policía Nacional, al margen de que deba o no dedicarse a ofrecer recomendaciones éticas, no parece que estuviese recomendando nada a los medios y los periodistas, cuya labor no es "compartir", sino conocer, contrastar, filtrar, seleccionar, explicar, informar...

La cuestión es que la red lo mezcla todo y ya se comienza a aceptar que lo mismo da recibir una foto por sms y, mientras se toma el sol o se charla en una barra de bar, enviarla a una lista de contactos que gestionar profesionalmente información para publicarla en un medio de difusión.

Para lo primero se necesita solo un móvil conectado, para lo segundo, estudios, aprendizaje, años de trabajo, un equipo, un método, unas herramientas, mucho dinero... Hay fotos que un periódico solo publica después de que cuatro o cinco personas con largas trayectorias profesionales a sus espaldas discutan sobre ello largo rato... Porque un medio, uno serio, asume responsabilidades con la sociedad, no con una agenda de teléfonos.

Las tesis más usadas para criticar todas esas portadas que incluían la misma foto de EFE fueron dos: una, no aporta nada y otra, causa dolor a las víctimas y sus familiares. Sobre la primera de ellas, es evidente que (sin que ninguna persona herida o fallecida acapare el protagonismo, en una escena general carente de elementos desagradables proyectados en primer plano) esa foto es un fiel reflejo, magnífico, de lo que dejó tras de sí el atentado. Todos los periodistas del mundo contando solo con la palabra lo ocurrido no serían capaces de batir la efectividad informativa de una imagen. Así que si esa foto no aportaba, ¿cuál lo hace? ¿Las de las ruedas de prensa? ¿Las de mossos vigilando un cordón de prohibido el paso?

Si los periódicos aceptan el argumento de que fotos como esa no aportan nada, cuestión que por cierto no se planteaba cuando ETA asesinaba más duro ni cuando, como apuntaba antes, son otros los afectados, más vale que cerremos todos los diarios del país... Agencias oficiales nos podrían mostrar a partir de entonces lo que consideraran en cada momento más conveniente.

El Ministerio del Interior tendría un departamento de conciencia cívica y ética pública para determinar en cada momento qué hay que publicar, qué aporta y qué no aporta, cuándo debemos tener respeto por las víctimas, quién es victima y quién no, cómo se aplica dicho respeto, durante cuánto tiempo, en que sentido… El menor de los problemas de la opinión pública sería la posverdad que practican tipos como Trump.

Respecto de la empatía con los fallecidos y heridos, una redacción es un sitio entrenado específicamente para ello. Todos los días, no solo cuando mueren 13 personas en una arteria turística como las Ramblas, no solo cuando un tren descarrila, un periódico se sitúa en el lugar de las víctimas: las de violencia de género, las de accidentes de tráfico, las de otro tipo de incidentes dramáticos como el que acabó hace unas semanas con la vida de cuatro miembros de una misma familia en el Jerte, las más próximas y las más alejadas de nuestro universo emocional. Es triste leer a personas que nunca tuvieron que tomar una decision periodística llamarnos macabros o desalmados cuando todos, absolutamente todos los días del año los periodistas, desde luego los del diario HOY, hacen responsables ejercicios de empatía.

Sin embargo, la empatía no puede anular el hecho de que la obligación de todo medio está ligada a responsabilidades sociales, no particulares. Y en ese sentido, por encima del derecho de una víctima a evitar el dolor de verse plasmada en las portadas de toda España, está el de la sociedad de conocer del modo más profesional, veraz, efectivo y certero las noticias de interés público.

Por desgracia, algunas de esas noticias son tremendamente dolorosas. La vida no es como queremos, sino como es. Si concedemos margen a este tipo de argumentos, pronto habrá que ponerse en el lugar de cada persona incomodada por un acontecimiento de carácter público o en el de sus allegados, a causa de un accidente, una sentencia, una operación policial… Por lo demás, si alguien conoce bien la línea que separa el morbo y el daño gratuito de un relato proporcional y adecuado, pero fiel a la realidad, es un buen periodista. Y las redacciones de los periódicos de este país todavía están, por fortuna, llenas de ellos.

A tenor de lo leído estos días en las redes, de lo publicado por personas que incluso podríamos calificar de cultivadas y sensatas, los medios de comunicación deberíamos ocultar lo que duele, lo que incomoda, lo que complica. O, lo más asombroso, paradójico y peligroso, lo que decida la autoridad competente en cada caso que hay que ocultarse. Una foto de las Ramblas en todo su esplendor una tarde de primavera y debajo un titular que dijese que aquí ayer pasó algo muy feo, ¿eso hubiese sido lo correcto?

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