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¿Qué ha pasado hoy, 27 de marzo, en Extremadura?

Facundo Infante Chaves

(Un hijo de Villanueva del Fresno, segundo director general de la Guardia Civil) ·

Ministro de la Guerra y de Gobernación durante la regencia de Espartero, fue gobernador y jefe político de Barcelona. Ocupó en diferentes ocasiones los cargos de senador y de diputado; llegando incluso a ser presidente del Congreso de los Diputados, puesto que simultaneó con el de inspector general de la Guardia Civil

Marcelo Cruz González

Jueves, 12 de octubre 2017, 22:59

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De todos es conocido que don Francisco Javier Girón y Ezpeleta, II duque de Ahumada y V marqués de las Amarillas, natural de Pamplona, donde naciera en 1803, fue el fundador y primer director general de la Guardia Civil.

Aunque también sabido por muchos, resulta menos recordado que a éste lo sustituyera en el cargo un extremeño: don Facundo Infante Chaves, nacido en Villanueva del Fresno (Badajoz), el 18 de febrero de 1786 y muerto en Madrid el 27 de diciembre de 1873.

Con motivo de la festividad de la Virgen del Pilar, patrona del Benemérito Instituto, parece oportuno rememorar –siquiera sea someramente–, la digna y aventurera figura del paisano, cuya hoja de servicios está repleta de nombramientos de altos cargos y de condecoraciones.

Su verdadero nombre era Facundo Simón María de los Dolores Infante Chaves. Hijo del matrimonio formado por don Juan Infante Quiroga y doña Catalina Chaves, realizó sus primeros estudios en el seminario San Atón, en Badajoz. Encontrándose en la Universidad de Sevilla le sorprendió la Guerra de la Independencia, desplazándose inmediatamente a Badajoz para ponerse a las órdenes de la Junta de Armamento y Defensa, que lo nombra subteniente del regimiento de leales a Fernando VII.

Durante el conflicto que convulsionó no sólo a España, sino a la península Ibérica desde 1808 hasta 1814, participó activamente en numerosas batallas: en las acciones del Campo de Velada, donde recibió su bautismo de sangre; en Talavera de la Reina, donde fue promovido al cargo de teniente, por su valiente comportamiento, recibiendo la Cruz de Talavera. Tuvo también una notable intervención en la retirada del Duque de Alburquerque desde el Tajo a la Isla de León, en Cádiz.

Participó en la batalla de Chiclana, en el asalto al Castillo de Niebla, donde fue herido nuevamente, y en la batalla de la Albuera, donde mereció ser ascendido a capitán. Estuvo en las acciones de Zajar, Pujol y Campos de Mislata. En el sitio de Valencia fue hecho prisionero, fugándose al poco tiempo y apareciendo en las acciones de Puerto Cárcel, Puerto de la Ollería y en los bloqueos de Tarragona y Tortosa.

Ministro de la Guerra y de Gobernación durante la regencia de Espartero, fue gobernador y jefe político de Barcelona. Ocupó en diferentes ocasiones los cargos de senador y de diputado; llegando incluso a ser presidente del Congreso de los Diputados, puesto que simultaneó con el de inspector general de la Guardia Civil, Cuerpo que, gracias a sus cualidades políticas pervivió, ya que estaba amenazado de desaparición por razones partidistas.

Con la llegada a España de los Cien mil hijos de San Luis, Infante hubo de emigrar a Gibraltar y, posteriormente, a Perú, donde debido a sus dotes políticas, el presidente Sucre –del que era gran amigo–, lo nombró para desempeñar diferentes cargos. Llegó a ser ministro de la Gobernación de Bolivia.

Pero, con todo, quisiera desde esta página dar unas pinceladas no sólo como militar y político; sino recordarlo también desde el punto de vista humano: para ello, forzoso es acudir a las palabras que le dedicara su buen amigo el vizconde de los Antrines, en el número dos de ‘La Ilustración española y americana’, fechado en Madrid, el treinta de diciembre de 1873, a los tres días de su muerte. Precioso obituario:

«Buen hijo, buen esposo, buen padre, era también inmejorable amigo de sus amigos. En las elevadas posiciones que ocupó, tuvo ocasión de hacer el bien, y lo hizo a infinitas familias; pocos habrán llamado a su puerta, siempre abierta a la desgracia, sin ser socorridos, a veces con más de lo que permitía su escasísima fortuna; que ejercer la caridad era uno de sus mayores placeres. Dulce de carácter, como hemos visto a pocos, era por todos querido, por todos amado, por ricos y pobres, por nobles y plebeyos.

Pero su carácter distintivo era la moralidad y la honradez; después de tan elevados puestos como ocupó en vida, de ministro aquí y en América, presidente de la Asamblea (…), muere Infante pobre, repitámoslo muy alto para honra suya, muy pobre.

Tras una penosa y dolorosa enfermedad, y de cumplir los deberes religiosos, el sábado, 27 de diciembre, dio su alma a Dios, rodeado de sus afligidas hijas, nieta y sobrinos, (…) y de sus amigos y servidores; todos llorando, que, como dice Serra:

«Los ojos dos fuentes son, / por donde sale a torrentes / la pena del corazón».

Embalsamado por orden del Gobierno, fue conducido a su última morada, que es la bóveda de Atocha, tributándosele los honores debidos a su importancia política y alto rango militar.

Pocos momentos antes de morir se informaba del estado de la guerra carlista y cantonal, esas dos heridas por donde se desangraba la nación, y decía al Dr. Losada, que le atendió en su enfermedad: «Diga usted que mi último suspiro es para mi patria».

«Sí, ilustre patricio, descansa en paz y el sueño de los justos; que la patria, a no ser ingrata, no puede nunca olvidar que en vida fuiste siempre mártir por ella, peleando por su independencia, sufriendo por su libertad, viviendo para su felicidad y muriendo para su desgracia».

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