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Óscar Alonso, en plena representación de una coreografía de Mauro Bigonzetti. :: jesús vallinas
Un extremeño en el Ballet de Nuremberg

Un extremeño en el Ballet de Nuremberg

«Con cinco años vi un documental de Rudolf Nureyev y me quedé alucinado», recuerda el bailarín, que dio sus primeros pasos en la danza en Badajoz | El pacense Óscar Alonso se fue a Alemania para seis meses y lleva ya ocho años en la compañía germana

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Domingo, 21 de enero 2018, 09:16

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El primer punto de inflexión en la vida de Óscar le llegó cuando tenía cinco años, mientras veía la tele. En la pantalla apareció Rudolf Nureyev, y a él, lo que hacía aquel hombre le marcó. De hecho, lo recuerda como si fuera ayer. «Me quedé mirando la tele, alucinado. Esos saltos, esos giros... Mi padre me preguntó si quería probar con la danza, le dije que sí y me apuntó a la escuela de María Montero de Espinosa». 25 años después, aquel crío forma parte del Ballet de Nuremberg (Alemania).

Óscar Alonso Lairado, hijo de Óscar y María Jesús, nació en Badajoz hace treinta años, se fue a Madrid a estudiar, le propusieron irse a Alemania, aceptó y ahora trabaja siete horas diarias haciendo con su cuerpo escorzos elegantes parecidos a los de aquel ruso de la tele. «Mi padre es actor -cuenta-, y creo que eso me ayudó, porque me facilitó las cosas en todo lo que tiene que ver con la interpretación, que es una parte esencial de la danza». Y qué decir de su madre. «Vivíamos en Badajoz pero a las afueras, y ella se encargaba de llevarme cada día a las clases de danza, a los entrenamientos de fútbol...». «Los dos, mi padre y mi madre, me han ayudado muchísimo siempre», regala el hijo agradecido que estudió en el colegio de la Compañía de Jesús de su ciudad natal.

Después se fue a Madrid, al Real Conservatorio Profesional de Danza Mariemma. «Hice la prueba de acceso, entré y estuve allí cuatro años, dedicado plenamente a la danza», recuerda Óscar Alonso, que atiende por teléfono desde la ciudad germana, a la que regresó tras pasar la Navidad en Badajoz. En esos cuatro años que pasó formándose en la capital de España tuvo la oportunidad de debutar y repetir actuación en el Teatro Real. Y también la de trabajar junto al coreógrafo Juan Carlos Santamaría, fallecido en el año 2016.

«Me fui a Nuremberg -rememora- sin saber ni una palabra de alemán y solo lo básico de inglés»

Vuelve a Badajoz cada vez que puede, y desde chico pasa los veranos en Robledillo de Gata

La llamada de Goyo Montero

«Al terminar esa etapa -recuerda-, me llamaron del Ballet de Nuremberg para ofrecerme un contrato de aprendiz de seis meses». Era octubre del año 2009. O sea: se fue para medio año y lleva allí más de ocho. «Que te llamen del Ballet de Nuremberg no es algo demasiado frecuente, pero en mi caso tiene una explicación», avanza el joven pacense. «Quien contactó conmigo -cuenta- fue Goyo Montero, que es el director del Ballet. Él ya me conocía, porque su madre fue profesora mía en Madrid».

Podían haber reclamado a otros muchos alumnos, pero se interesaron por él. Y el bailarín extremeño aceptó el giro vital que suponía emigrar. «Me fui a Alemania sin saber ni una palabra de alemán y solo lo básico de inglés», recuerda Óscar Alonso, que desde el primer momento entró a formar parte del Ballet. «Los ensayos -comenta- eran en inglés, como ocurre en casi todas las compañías de danza del mundo, que suelen tener gente de varias nacionalidades distintas, y lo que yo hacía era tratar de prestar la máxima atención para enterarme de lo que decían».

A base de convivir con la lengua inglesa, la aprendió. Y tras cuatro años viviendo en Nuremberg, se apuntó a clases de alemán. De esta forma, aquel veinteañero incipiente que cambió de país sabiendo solo un idioma, ahora se maneja en tres. «Cuando empecé en serio con la danza, no tardé mucho tiempo en tener claro que muy probablemente me tocaría vivir fuera de mi país, porque en España tenemos buenas escuelas pero solo una compañía profesional importante», apunta Alonso, que añora el clima de su tierra natal. «Los primeros años en Alemania -comenta-, no me molestaba la sucesión de días grises y que los inviernos fueran tan largos, pero la verdad es que tras ocho años me ha cambiado la opinión y ahora sí que echo de menos el clima de España».

«Me gustaría volver a mi país, o a Portugal», admite el joven extremeño, que es consciente de que la vida profesional sobre los escenarios es limitada para los de su gremio, como sucede en otras muchas disciplinas profesionales de gran exigencia física. «Los bailarines -plantea Alonso- somos deportistas de élite y artistas al mismo tiempo, y la verdad es que pocos siguen actuando más allá de los 40 años».

Esta evidencia no está reñida, sin embargo, con el hecho de poder seguir viviendo de la danza. La creación de coreografías, las producciones, la dirección, la enseñanza... El abanico de opciones es amplio. «Todo depende de lo que busques en cada momento de tu vida -reflexiona-. Si llega un punto en el que más que los méritos profesionales te interesa tener una calidad de vida mayor, puedes decantarte por opciones que te permiten que así sea». Más aún teniendo en cuenta la variedad de estilos que ofrece esta disciplina artística: danza clásica, neoclásica, contemporánea...

«Es difícil responder», contesta Óscar Alonso cuando se le pregunta por su obra favorita. Tras una pausa, se decanta. «Si fuera espectador, diría que 'Carmen', por la música y por la danza, pero también me gusta mucho 'El sueño de la razón'», propone el bailarín extremeño, que cada día trabaja siete horas.

«La primera clase, que es de ballet clásico, empieza a las diez de la mañana, pero llegamos unos diez minutos antes, para ir calentando», detalla. «Esa clase con la que empezamos el día dura una hora y media, y después de ella comenzamos el ensayo, que termina a las dos de la tarde». Tras una hora para comer, vuelven a ensayar, desde las tres hasta las seis. Descansa domingos y lunes. Y en vacaciones, siempre que puede regresa a Extremadura. «Mi pareja, Sophie, es mitad francesa mitad inglesa, así que nos repartimos las vacaciones, de manera que unas veces vamos a Francia o a Inglaterra y otras a España».

Cuando le toca volver a su tierra, Óscar Alonso Lairado se instala en Badajoz, donde siguen viviendo sus padres. Y a ser posible, no perdona tampoco una rutina que se mantiene desde la infancia: los veranos en Robledillo de Gata. Ahí iba cuando era un crío que estudiaba danza en Badajoz, con María Montero de Espinosa desde los cinco hasta los 18 años. Y a la Sierra de Gata sigue yendo ahora. Solo que ahora, las clases de danza las da él.

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