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El difícil regreso del lobo a Extremadura

El difícil regreso del lobo a Extremadura

La caza de la especie en Castilla y León frena su vuelta a la comunidad, según el último informe sobre la mítica especie

Antonio J. Armero

Cáceres

Sábado, 19 de mayo 2018, 08:47

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En el año 1990, en el kilómetro 27,300 de la carretera Cáceres-Badajoz, junto a una curva descendente. Ahí fue encontrado el cadáver del último lobo de la Sierra de San Pedro, o sea, probablemente el último de Extremadura. Desde entonces, no existe rastro contrastado del animal en la región. Y no parece sencillo que lo vuelva a haber, a la vista del último informe de situación de la especie en España, titulado 'Por la convivencia del hombre y el lobo. Aproximación al balance de mortalidad no natural del lobo ibérico', impulsado por el Observatorio de la Sostenibilidad y el Voluntariado Nacional para el Censo del Lobo Ibérico.

Los autores analizan la situación actual en cada autonomía. Y cuando le llega el turno a Extremadura, a la que definen como «una región muy importante para la dispersión del lobo hacia zonas más meridionales», son concluyentes. «La ilegal gestión poblacional realizada por la Junta de Castilla y León al sur del río Duero, en concreto en Salamanca –afirman–, no permite a la especie alcanzar territorio extremeño». «En la actualidad –amplían–, al estar prácticamente extinguida la población salmantina por los controles ilegales realizados por personal de la Junta de Castilla y León, los lobos no pueden recolonizar y establecerse en sus antiguos territorios extremeños más meridionales, de donde se extinguieron hace solo unas pocas décadas por la acción del hombre».

El estudio recuerda que según el último censo oficial, en España hay 297 manadas, el sesenta por ciento de ellas localizadas en Castilla y León, aunque sus autores cuestionan la veracidad de esta cifra, que consideran sobredimensionada. Además, el informe estima que el año pasado murieron en el país entre 500 y 650 ejemplares, principalmente cazados, pero también envenenados o atropellados. «Este número de bajas anuales –se calcula– es probablemente muy cercano a la tasa de reclutamiento de la especie, es decir, el número de individuos que se incorporarían anualmente a la población». Por este motivo, entienden que el lobo ibérico no se hallaría en expansión, sino más bien al revés. «Es decir –concluyen–, se vería imposibilitado para recolonizar sus territorios históricos meridionales y levantinos a través del Sistema Ibérico, de donde fue extinguido por el hombre en un pasado reciente o muy reciente, como es el caso de Andalucía o Extremadura».

En esta línea, el análisis considera que «de continuar con esta dinámica de matanza anual, injustificada de todo punto a nivel científico, es muy probable que la especie siga desapareciendo de amplios territorios donde hasta hace muy poco era común, como ha sucedido desde principios de siglo». Y cita la existencia de ejemplos en varias provincias, entre ellas Ávila y Salamanca. El estudio define a esta último como «el corredor biológico natural de dispersión» hacia Extremadura, donde la especie está protegida, según recoge la directiva europea 92/43.

El río Duero, frontera clave

Al norte del río Duero, donde viven la mayoría de los ejemplares que quedan en la Península Ibérica, la especie se puede cazar, pero al sur solo es posible hacerlo, al menos sobre el papel, en acciones cinegéticas excepcionales, aprobadas por las autoridades cuando «el estado de conservación tanto de la especie como de su hábitat natural sea favorable, lo cual no sucede en ningún supuesto», asegura el informe del Observatorio de la Sostenibilidad y el Voluntariado. «Sin embargo –continúa–, es cazado hasta la práctica extinción por parte de personal de la Administración, en concreto de la Junta castellanoleonesa, en Salamanca, zonas de Ávila, Segovia, Soria, etcétera, sin que el saltarse una normativa europea de manera reiterada implique penalización». Estas prácticas, añaden, «impiden a la especie tanto establecer grupos familiares maduros en el territorio castellano-leonés al sur del río Duero como recolonizar sus territorios históricos meridionales de Castilla-La Mancha o Extremadura».

Entre las medidas que estos defensores de la especie proponen para mejorar la situación del 'canis lupus signatus' en la Península Ibérica, citan la eliminación de los cerramientos cinegéticos para caza mayor y su sustitución por vallados tradicionales. «Muchos de los cerramientos cinegéticos –afirman–, especialmente en el área meridional (Sierra Morena, Extremadura, etcétera) son además colocados ilegalmente para impedir la permeabilidad, creando un efecto barrera enormemente perjudicial para la biodiversidad».

Este hábitat al que aluden es precisamente el principal argumento a favor de Extremadura para el regreso de la mítica especie, que durante décadas pobló la comunidad autónoma. «Entre 1855 y 1864 se mataron solo en la provincia de Badajoz más de dos mil lobos», detalla José Manuel López Caballero, doctor en Ciencias Biológicas, en su libro sobre la carretera Cáceres-Badajoz (la EX-100, publicado por Editamás), en el que cita algunos de los motivos que ayudaron a acabar con la especie en la región. Entre ellos, menciona «el aislamiento poblacional, la destrucción de su hábitat, la abundancia de perros salvajes, la persecución por parte del hombre o la proliferación de vallas cinegéticas».

El mismo autor refiere que la última manada de la que se tiene en constancia en la comunidad autónoma tenía unos treinta ejemplares y vivía en la sierra de San Pedro. Las condiciones naturales de este espacio en el límite entre las dos provincias extremeñas, junto a otros espacios del norte y del sur, son las que llevan a los expertos que han elaborado el último informe sobre mortalidad de la especie a destacar las bondades de la región para este animal. «Existen territorios bastante bien conservados en Extremadura y con presas abundantes para que puedan constituirse en hábitat del lobo ibérico si se implica la administración y realiza un plan de recuperación de la especie». «Han existido citas en los últimos años–añade–, pero probablemente sean debidas a bulos o incluso a una suelta incontrolada de algún individuo que ya no está presente en el área».

'Por la convivencia del hombre y el lobo' detalla que el año pasado fueron abatidos en Castilla y León 303 ejemplares (143 cazados, 130 envenenados o a manos de furtivos y tres atropellados), según el dato proporcionado por la administración regional. También se cita los ocho ejemplares abatidos al sur del río Duero en controles realizados por patrullas de seguimiento de la fauna. De ellos, dos fueron en suelo salmantino (en Forfoleda y Valdunciel) y tres en Ávila (en San Martín de la Vega del Alberche, Tornalizos y Navalacruz, esta última población situada a 48 kilómetros en línea recta de Madrigal de La Vera).

Quienes creen que ha vuelto

Esta cercanía –un lobo puede recorrer decenas de kilómetros en un día– es una de las razones aludidas por quienes sostienen desde hace unos años que el lobo ya ha vuelto a la región, que fue la primera en declarar la protección total de la especie. Ocurrió en el año 1985, con Jesús Garzón como director general de Medio Ambiente. En declaraciones a este diario hace siete años, el reconocido naturalista daba por hecho la presencia de la especie en Extremadura. En esas mismas fechas, el investigador Francisco Gragera –autor de 'El legado del lobo' (Editora Regional de Extremadura)– creía «bastante probable» que ya hubiera llegado a la región. En el verano y el otoño de 1997 y 1998, un grupo de expertos de la facultad de Veterinaria recorrió 1.500 kilómetros por la región en busca de huellas de la presencia del lobo, pero no las encontró. Y más recientemente, el pasado octubre, Juan Quintana, analista agrario de HOY, alertaba sobre «el crecimiento acelerado» de la especie en la comunidad autónoma, y denunciaba el peligro que supone para la cabaña ganadera regional.

En este sentido, el informe del Observatorio detalla que según la Junta de Castilla y León, los lobos protagonizaron en el año 2016 un total de 1.910 ataques en los que murieron 3.486 animales (1.605 cabezas de ganado mayor, casi todos de vacuno, y 1.881 de menor, en su mayoría ovino). Según los autores del informe presentado hace unos días, «existen innumerables trabajos científicos que demuestran que una manada fuertemente cohesionada y mantenida en el tiempo prefiere presas naturales al ganado doméstico».

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