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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
La basílica visigoda de Santa Lucía del Trampal, situada en las estribaciones de la Sierra del Centinela. :: HOY
Joaquín Paredes: Cuentas pendientes

Joaquín Paredes: Cuentas pendientes

JOAQUÍN PAREDES SOLÍS

Miércoles, 30 de agosto 2017, 08:27

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A Juan Rosco Madruga

Una de las mejores ideas para crear una Europa unida fue la de los intercambios de todo tipo entre la ciudadanía. No sólo fomentaban el conocimiento mutuo, vital para que estereotipos y prejuicios fueran disolviéndose con la convivencia y el aprendizaje mutuos, sino que creaban lazos de amistad imprescindibles para habitar un territorio común.

Fruto de aquellas experiencias fue la visita estival de algunos de esos amigos con los que tuvimos el placer de gestionar y compartir algunos de esos intercambios, que decidieron volver al cabo de unos años para pasar unos días en Extremadura.

Fueron portugueses y franceses los que se animaron. De Évora los primeros, en cuyos alrededores se encuentran los restos megalíticos más antiguos de la península ibérica, y de Montignac los segundos, pequeña localidad donde se ubica la famosa cueva de Lascaux.

Todos ellos eran aficionados a la cultura megalítica y entusiastas de las construcciones más primitivas de nuestra cultura; también de las piedras grabadas o pintadas, cuyos significados no están nada claros, dado lo impreciso y lo remoto de tales signos que, sin embargo, son muy sugerentes.

«Eran aficionados a la cultura megalítica y entusiastas de las construcciones más primitivas»

Aunque la comunidad extremeña cuenta con recorridos interesantes, y les propusimos algunas rutas por Valencia de Alcántara o una visita al Dolmen de Lácara, el interés de Stéphanie, con orígenes españoles, por localizar un lugar del que había oído hablar a sus abuelos, nos derivó hacia otra zona más cercana a Cáceres.

Sus referencias fueron un poco confusas al principio, pues mencionaba un lugar al que se refería como la «santa de las trampas», un lugar ruinoso en el bosque, lugar situado, según ella recordaba que le habían contado, en una sierra de centinelas o vigías de la que surgían manantiales.

Recordaba, sin embargo, con claridad el nombre de la localidad, Alcuéscar, y ese dato fue el que nos proporcionó la pista necesaria para adivinar cuál era el lugar qué ella quería visitar. Deducimos, por el parecido de algunas palabras, que lo que trataba de nombrar y de ver era la basílica visigoda de Santa Lucía del Trampal, situada en las estribaciones de la Sierra del Centinela, a unos cinco kilómetros de la localidad, entre dehesas de alcornoques.

Hacia allí nos dirigimos tomando la carretera de Mérida hasta el Cruce de las Herrerías. Pasada la localidad de Alcuéscar, a la derecha, una carretera estrecha te lleva hasta el lugar donde se ubica la basílica, en la soledad del campo.

Cuando llegamos había un silencio apenas roto por el tímido canto de algunos pájaros. Mientras contemplábamos el espectáculo de la basílica al caer la tarde, les explicábamos algunas características de la construcción, como que el edificio primitivo se construyó con materiales que provenían de otras construcciones más antiguas; que algunos de los sillares utilizados tienen inscripciones romanas y otros formaban parte, al parecer, de altares dedicados a la diosa celtibérica Ataecina, que tenía su centro de culto en la zona de Turóbriga, ciudad hispanorromana del siglo I localizada en el término municipal de Aroche; que la cabecera del templo está formada por un ábside triple orientado hacia la salida del Sol, símbolo de vida al que tantos santuarios y construcciones humanas creadas por aficionados a la cultura megalítica y entusiastas de las construcciones más primitivas se orientan desde tiempos prehistóricos.

La basílica fue, por tanto, la primera visita que hicimos porque así nos lo pidieron nuestros amigos, que agradecieron las explicaciones y la información que les proporcionamos.

Regresamos cuando ya caía la noche para cenar, conversar y reponer fuerzas. Durante la cena quisimos saber la causa del interés por este apartado lugar de la geografía extremeña, y Stéphanie nos contó la historia que a ella le contaron sus abuelos, que vivieron en esta zona en los años treinta, y de la que se tuvieron que marchar.

«Tuvieron que refugiarse entre los muros de la ruinosa basílica para poder salvar sus vidas»

De entre las historias que recordaba nos relató la de don Adriano y doña Paquita, médico y maestra de un pueblo vecino, que tuvieron que refugiarse entre los muros de la ruinosa basílica para poder salvar sus vidas durante la guerra civil. Les avisaron de que no se acercaran al pueblo porque les estaban esperando, posiblemente para encarcelarlos o fusilarlos, o ambas cosas. Durante varios días se refugiaron y sobrevivieron entre los muros ruinosos de la basílica, hasta que pudieron huir lejos, demacrados y asustados, allí donde nadie les reconociera.

Aclarado el misterio del interés de Stéphanie, decidimos planear la próxima jornada y se eligió hacer un recorrido por el paisaje granítico de Los Barruecos y una visita al probable observatorio solar que allí se encuentra. Pero eso ya es otra historia.

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