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Durante el 2008, considerado el primer año de la crisis económica, España destinó 1.200 millones de euros a pagar el 'cheque-bebé' que Rodríguez Zapatero presentó como medida estrella en el Debate del Estado de la Nación del 2007.

Visto con la perspectiva que nos da la década transcurrida y sabiendo lo que sabemos, incomoda pensar que se destinó tanto dinero a una medida que probablemente apenas tuvo incidencia, aunque sí aliviaría de forma efímera las economías domésticas. Los padres ingresaban 2.500 euros sin distinción de su nivel de renta.

Algo debía de intuir el entonces ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, cuando en sus memorias políticas dedica espacio a recordar su reparo a la medida, e incluso a contar que se enteró por la prensa de su puesta en marcha. El problema fue que Solbes, partidario de ir guardando en la hucha del Estado para cuando llegasen las vacas flacas, solo intuyó, pero no anticipó del todo, la crisis que se avecinaba. Tres años más tarde, obligados a una drástica contención del déficit, el cheque-bebé, que el PP criticó en sus inicios por electoralista, desapareció.

La Junta de Extremadura también va a dar carpetazo a su propio cheque, puesto en marcha por el gobierno de Monago y que en cifras redondas suponía un gasto de dos millones de euros anuales.

No se trata de una cifra desorbitada, pero todo puede resultar mucho si no cumple el fin para que el fue creado. Es difícil pensar que una pareja decida tener un hijo para lograr mil euros o menos.

Extremadura arrastra como es sabido un grave problema de despoblación, que tiene visos de verse agravado en los años próximos según los expertos. Para combatirlo, es obvio que requiere de medidas de fomento de la natalidad, en cualquier caso más atractivas que las que estaban en vigor, pero ello solo debería ser uno de los pilares de un estrategia más amplia, profunda y duradera en el tiempo, bien dotada económicamente y bien diseñada.

Es cierto que en la región todavía no se ha llegado al extremo de 'cerrar' pueblos, como ha sucedido en otros territorios, pero también faltan dedos de la mano para citar localidades donde el último niño o niña que nació es hoy adolescente, y pueblos donde las aulas del colegio apenas reúnen a media docena de chavales de distintos cursos de Primaria.

Si hay que poner un pero al anuncio de que se elimina el cheque-bebé es no haberlo acompañado con la explicación de qué se piensa hacer para fijar la población en las zonas rurales, y en la medida de lo posible también aumentarla. Si queremos que las parejas jóvenes residan en pequeñas poblaciones y además se animen a tener hijos, la dotación de servicios y, por supuesto, el empleo resultan más prioritarios.

Estamos viendo que los menores de 35 años salen de Extremadura a la búsqueda de empleo, un proceso agravado por la crisis pero observado ya antes de 2008. Esto afecta a todo el territorio, y adquiere una mayor dimensión en los municipios pequeños. Cualquier ayuda a la creación de empresas o planes de atracción de industrias o ventajas fiscales para determinadas inversiones resultarán, sin duda, más efectivas para el crecimiento de población de un municipio que un cheque bebé.

También el fomento del teletrabajo puede tener aquí un papel relevante para que los jóvenes residan en entornos rurales, aunque para eso se requiere una buena cobertura que hago factible el uso de las redes tecnologías en igualdad de condiciones que en las zonas urbanas.

La decisión de vivir en un pueblo puede ser factible, además, si se dispone de servicios sanitarios y educativos de buen nivel en un círculo de distancia reducido, sin olvidar otros ingredientes que influyen en la calidad de vida como el acceso a actividades culturales de interés, que llenen el tiempo en los entornos rurales.

Si la eliminación del cheque-bebé es un reconocimiento de que la despoblación es un problema de una dimensión que supera con mucho la concesión de una propina para hacer un buen bautizo, y si se trabaja en una estrategia realmente pensada y amplia, tendrá sentido y resulta valiente tomar la decisión. Pero hay que comprobar que de verdad hay más cosas detrás.

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