Borrar
Directo Sigue en directo la última hora de la Semana Santa de Extremadura

De Cataluña a Extremadura

TERESIANO RODRÍGUEZ NÚÑEZ

Viernes, 20 de octubre 2017, 23:30

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Supongo que cuando los ‘padres de la Constitución’ llegaron al Capítulo Tercero del Título VIII todo les resultaba novedoso. Trata dicho capítulo de las comunidades autónomas, que trascendía en muchos aspectos el sistema provincial vigente. Hasta entonces lo de región se había reservado para definir territorios con similitudes geográficas y afinidades históricas. Y folklóricas seguramente, folklóricas sobre todo: en el largo período franquista, trajes, bailes y cantos regionales estuvieron desde el principio a la orden del día (seguro que muchos mayores recuerdan todavía la acción de la Sección Femenina). Eso explica que gran parte del Título VIII esté dedicado a las comunidades autónomas, que tanto peso iban a tener en la nueva organización del Estado.

Pues bien, ahí se encajó como de rondón el Art. 155, para el caso de que alguna comunidad «no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España». Y ahí tenemos –¿quién nos lo iba a decir?– el lío monumental organizado por el gobierno autónomo de Cataluña, que preside Puigdemont y malmete Artur Mas en la sombra, proclamando sin proclamar la autonomía de Cataluña.

A estas alturas de la película, la trayectoria a seguir por unos y otros, gobierno de Cataluña y gobierno de España, debiera estar clara y en marcha. Porque no es de recibo vivir en la indefinición, amenazando y no dando, o convertir un tema tan importante y un problema tan serio como la pretendida independencia de Cataluña en un juego de trileros, que es lo que viene practicando Puigdemont y su mano en la sombra, Artur Más, a quien J. Piqué, que fuera portavoz en el Gobierno de Aznar, calificaba hace unos días en una entrevista como «el peor político que ha tenido España en los últimos cien años», aunque no aclaró si la calificación peyorativa se refería a A. Más como persona, como político o ambas cosas a la vez.

La primera perjudicada con las locas ambiciones independentistas de Puigdemont y los radicales que le siguen o le utilizan es la propia Cataluña. El chorreo masivo de empresas que han decidido trasladar su sede social fuera de Barcelona como primera medida –y que ya pasan de mil– debiera ser un aviso para navegantes, por la prevención, la mala imagen y el perjuicio económico y social que ello supone para Barcelona y toda la región catalana. Pero la situación nos perjudica a todos: porque un grave problema de Cataluña es un problema de España; porque no podemos vivir ni seguir en esta especie de enfrentamiento, parecido a una guerra fría; porque España no comienza y termina en Cataluña y las restantes comunidades autónomas también tienen problemas importantes que demandan atención. Por ejemplo, Extremadura. Y podemos hablar del paro, de los niveles de renta, de las comunicaciones…

Ninguno de los tres que acabo de mencionar es nuevo… y bien podríamos seguir añadiendo otros hasta formar una ristra. No quiero abrumar con pesadumbres, que ya sobran con las de cada uno. Pero hay algunas que de vez en cuando y por distintas razones cobran protagonismo y salen a la palestra. Es ahora el tema de las comunicaciones: un tema, por cierto, que no es nuevo para este escribidor: porque si recopilara todo lo que llevo escrito sobre comunicaciones en Extremadura en los últimos cuarenta años se podría formar un grueso volumen. Y es que, si bien es cierto que las cosas han ido mejorando, no lo es menos que seguimos a remolque de los acontecimientos y de los niveles de desarrollo que en este campo se han alcanzado en el resto de España.

Estos días se viene hablando de la concentración de extremeños que se quiere hacer en Madrid en demanda de un ferrocarril digno. Desde el denominado «Pacto Social y Político por el Ferrocarril» se pretende impulsar algunas actuaciones que pongan sobre el tapete de la urgencia las deficientes comunicaciones ferroviarias de Extremadura. Y puesto a añadir razones para la protesta, yo añadiría a las deficiencias técnicas otra más: el ningún caso que se ha hecho hasta ahora a las protestas, con el agravante de que buena parte de lo que se ha hecho son acciones aisladas, tramos inconexos, faltos de un plan bien definido… en suma, maneras de ir tapando la boca a quienes se han tomado la molestia de destapar tanta deficiencia y diría que hasta tan poca vergüenza. Como el ruido que se ha hecho hasta ahora en Extremadura a cuenta del ferrocarril no ha pasado de Miravete para allá, a juzgar por el caso que nos han hecho, para darle oficialidad y algo de solemnidad o por lo menos de ruido, primero se ha pasado el tema por la Asamblea y luego se trasladará a Madrid, más concretamente a la Plaza de España, donde el 18 de noviembre próximo, a partir de las 11 de la mañana, se quiere hacer una gran manifestación de extremeños en demanda de un ferrocarril acorde a los tiempos de corren, porque los que funcionan hasta ahora –me refiero a los trenes– andan desacompasados. Por si las deficiencias de los servicios ferroviarios no son bastante, añadan las múltiples averías que han sufrido este verano, dejando a los viajeros tirados durante horas en medio del campo bajo las solaneras agosteñas.

La idea es que haya autobuses gratuitos para todos los que quieran asistir desde cualquiera de los 388 municipios extremeños. Según se informaba ayer en estas páginas, 147 municipios no se han sumado a la propuesta. Claro que convendría no olvidar un detalle del que nunca se habla: más de la mitad de los pueblos de Extremadura ni han visto pasar un tren por sus cercanías ni esperan verlo, de manera que no lo echan de menos. Y dicho esto… ¿hacen falta más razones para la protesta?

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios