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Nerea Matos dispensa los medicamentos a Ana María Periañez, la técnico que luego visita a los domicilios de los mayores. PAKOPÍ
Alconchel pone orden en la medicación

Alconchel pone orden en la medicación

Este pueblo de 2.000 habitantes tiene un programa pionero para corregir los frecuentes errores de las personas mayores en la administración de medicinas

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Domingo, 3 de septiembre 2017, 08:14

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En cualquier población de Extremadura hay personas mayores cuya medicación diaria es un auténtico sudoku. «Lo mismo ingieren una pastilla para dormir con el desayuno que el marido se toma las medicinas de su mujer y ella las de él», explica la farmacéutica de Alconchel Celia de Miguel, integrada desde el año pasado en un programa dedicado a poner orden en la medicación de sus vecinos mayores.

Con este servicio especial a domicilio implantado en noviembre, esta localidad pacense de 2.000 habitantes se ha convertido en pionera con una idea que podría extenderse. Los impulsores coinciden en que tendría sentido que funcionara en más pueblos de la región e incluso de España. Se basan en que es frecuente que la población envejecida tenga problemas para ordenar su pastillero, distinguir la medicación y respetar la forma correcta de tomarla, lo que puede tener unos efectos devastadores para un estado de salud que suele ser delicado.

En estos momentos en Alconchel, al suroeste de la región, hay doce viviendas con 18 personas mayores polimedicadas que son atendidas en sus casas prácticamente a diario por una técnico de servicios comunitarios, un paso más en la prestación de servicios sociosanitarios.

Se trata de vecinos que ingieren una media de diez medicamentos al día, muchos de ellos con más de 80 años y que viven prácticamente solos todo el año sin más compañía que las visitas esporádicas de unos servicios de ayuda a domicilio. Éstas contribuyen a cubrir unas necesidades básicas, pero no atienden la administración de medicamentos, una rutina necesaria que para muchos es un lío.

Según explica el alcalde de Alconchel, Óscar Díaz, el origen de esta iniciativa fue una escuela taller que duró un año y estuvo dedicada a servicios sociales especializados en atención a domicilio. «Al evaluar la situación en varias casas de nuestra localidad una de las conclusiones fue el descontrol que había en la toma de medicamentos por parte de muchas personas mayores que vivían solas o que estaban en riesgo de exclusión. Entonces lo comenté con la farmacéutica y vimos cómo coordinarnos con el médico de cabecera. Solo nos faltaba un técnico que se encargara de ir a la farmacia o el centro de salud y llevar los medicamentos a las casas», explica el alcalde al lado de Ana María Periáñez, la persona contratada que se encarga de este tarea y cierra el círculo.

Ana, de 31 años, tiene formación en geriatría y enfermería y a estas alturas es una pieza clave en la vida de muchas personas mayores de Alconchel, a las que ha conocido como vecinas y ahora son sus usuarias, una relación de confianza que ayuda a desempeñar su tarea. «Yo les tengo los medicamentos listos desde una semana antes y eso lo agradecen mucho», cuenta la técnico de Servicios Comunitarios que hace de enlace.

La de Rosa Rodríguez es una de las casas que visita. De 81 años, viuda hace ocho y prácticamente sin visión, recibe a Ana varias veces al día. Tiene hipertensión y glucemia, así que requiere entre 12 y 13 medicamentos diariamente. Antes de empezar con este programa Ana recibió un cursillo en la única farmacia del pueblo para cuestiones como tomar la tensión o medir el azúcar, revisiones periódicas que también se llevan a cabo en este programa por si hubiera algún cambio significativo en la salud de estos pacientes.

Sentada en un sillón de su casa, la octogenaria Rosa, que prácticamente tiene como único entretenimiento escuchar la televisión, recibe a Ana con alegría. La trata como si fuera su hija y se deja aconsejar cuando la joven le da alguna instrucción. A estas alturas Ana se mueve por la casa como si fuera su propio hogar y si hay que atender algún encargo extra nunca dice que no.

A Rosa, de 81 años y prácticamente sin visión, le viene muy bien el servicio porque vive sola desde que enviudó hace ocho años.
A Rosa, de 81 años y prácticamente sin visión, le viene muy bien el servicio porque vive sola desde que enviudó hace ocho años. PAKOPÍ

Cuenta el alcalde, Óscar Díaz, que las políticas sociales en las zonas rurales se deben encaminar a que las personas no se muevan de su domicilio. «Los mayores no quieren ir a residencias y atenderlos en su casa mejora su autoestima porque así no abandonan su entorno afectivo y se sienten más felices», señala el alcalde de un pueblo que ha instaurado este programa por dos años, pero que tiene la sensación de que se va a prorrogar para siempre.

A pocos metros de la vivienda de Rosa, también en la calle Libertad, reside Modesta González, de 77 años y con mayor autonomía que Rosa, a la que prepara la comida todos los días y se la acerca en un gesto de solidaridad y buena vecindad muy común en los pueblos.

«Yo me tomo nueve pastillas y media por la mañana, tres a mediodía y cinco por la noche. Menos mal que me las trae mi Anita porque yo ya no llego ni al terrero (plaza principal del pueblo)», dice sin perder la sonrisa esta mujer que padece del corazón, entre otras dolencias que debe vigilar.

Junto a un salón decorado con las fotos de boda de sus cuatro hijos y ante la mirada de su gato, Modesta se deja hacer por Ana, que le toma la tensión, de 14/6 en esos momentos y que anota 65 pulsaciones en su ficha.

Toda esta información la intercambian la farmacéutica y el médico de cabecera gracias a Ana, que asiduamente recoge los medicamentos que luego reparte por los 12 domicilios que tiene asignados. Además, mide el azúcar y toma la tensión. Si se detecta una tensión alta de manera repetida acude a varias horas del día durante una semana entera para obtener unos valores veraces y actuar luego en consecuencia.

Según explica Celia de Miguel en su farmacia, cuando el Ayuntamiento le informó de que en las viviendas de muchas de estas personas había cajas enteras de medicamentos sin tomar, o duplicidades de los mismos, así como sospechas fundadas de que los vecinos no sabían cómo debían tomarse algunas medicinas, decidió implicarse en el proyecto, que también incluye un test de desnutrición para comprobar que estos ancianos saben alimentarse.

Al principio calcularon cuántos mayores podrían ser potenciales beneficiarios del programa. A continuación se descartó a quienes hacían un uso razonable de los medicamentos o tenían al lado alguna persona que tutelara su administración. Lógicamente, quien no deseara participar no estaba obligado.

Según explica la farmacéutica de Alconchel, antes de empezar hay una primera visita en la botica que dura poco más de media hora para ver qué medicamentos toman y cómo. El objetivo final es pasar a hacerles un pastillero personalizado.

«En la primera Revisión del Uso de Medicamentos (RUM) nos dimos cuenta de cuestiones como que algunas personas mayores parten a la mitad comprimidos que no se pueden partir, ya que el efecto entonces puede ser negativo; de que hay parches de nitroglicerina para la angina de pecho que hay que cambiar de sitio y no saben cómo hacerlo; o de que hay fórmulas complejas de administrar, como los inhaladores, que muchos no usan bien», pone como ejemplos.

Una de las primeras conclusiones provisionales tras más de seis meses es que a más del 60% se le detectó que debían cambiar su medicación debido a errores.

Un coste de 30.000 euros

De Miguel es además la delegada en Extremadura de la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria, un concepto que subraya la dimensión social de esta profesión que ella considera que va más allá de la mera dispensación de medicamentos.

Bajo este punto de vista destaca que programas como el de Alconchel es fácil que tengan éxito porque lo normal es que tanto el médico como el farmacéutico conozcan a sus vecinos. «No solo en este caso porque sea un pueblo donde hay una única farmacia sino porque está demostrado que los pacientes crónicos suele ir a la misma botica cuando viven en una ciudad», apunta esta profesional.

Parece obvio que la otra pata fundamental de este proyecto pionero esté en el médico de cabecera. El doctor Joaquín Sánchez-Soto, que lleva 27 años vinculado a Alconchel como sanitario y ha ejercido de coordinador médico en la comarca, solo ve ventajas en esta idea.

«Mi trabajo se limita a darles toda la información que me demandan. Estoy encantado porque en la consulta me encuentro con muchos pacientes mayores que viven solos y este trabajo viene fenomenal porque el seguimiento correcto de su medicación evita que se pongan enfermos. Eso significa no solo que vengan menos al médico sino que también descongestionan un servicio de atención primaria en el que cada vez hay que hacer más cosas, además de ahorrarnos visitas a domicilio que básicamente son de apoyo de psicológico».

Para Sánchez-Soto esta atención preventiva debería extenderse a más poblaciones. Hay unanimidad en que el coste no es muy alto si se valoran sus ventajas. En el caso de la iniciativa puesta en marcha en Alconchel el presupuesto ha sido de 30.000 euros para dos años y de esta cantidad el Ayuntamiento aporta 5.000 euros, ya que el resto está financiado por un programa de Empleo de la Junta de Extremadura.

Cuando fue presentada la idea el pasado 10 de agosto, la directora gerente del Servicio Extremeño de Promoción de la Autonomía y Atención a la Dependencia (Sepad), Consolación Serrano, explicó que se trata de un servicio para la promoción del envejecimiento activo, saludable y que redunda en la autonomía del paciente, además de recordar que conviene desarrollar la cultura del cuidado porque no hay plazas para todos en las residencias geriátricas.

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