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FRANCISCO JOSÉ NEGRETE
ALBURQUERQUE.
Jueves, 2 de noviembre 2017, 07:32
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Hasta hace apenas nueve meses, el alburquerqueño Adrián Bozas Ventura caminaba a duras penas, con un sobrepeso desmesurado. Con 35 años de edad pesaba 212 kilos y daba la impresión de que no parecía importarle su obesidad. Pero en noviembre del año pasado, sentado en su tienda de alimentación, meditó sobre su situación. «Sentí que mi vida era una mierda, que la gente se reía de mí», comenta. Con la autoestima por los suelos, tomó la decisión más importante de su vida: hacerse una de esas operaciones de reducción de estómago a la que muchos obesos recurren actualmente.
Adrián pidió cita en el endocrino y la logró para el mes de febrero de este año. El especialista le indicó que tenía que perder peso antes de operarse. Seguidamente, lo remitió a un psiquiatra que lo motivó en una sesión psicoterapéutica. Recuerda que le dijo: «Vosotros estáis gordos porque queréis...». Le recetó un ansiolítico y un antidepresivo para combatir la ansiedad.
El joven de Alburquerque empezó a caminar poco a poco. Los primeros días no aguantaba más de 200 metros. Además, modificó la dieta, dejo el pan, los dulces, los fritos, las bebidas azucaradas, la carne de cerdo... Aquel principio fue duro. Lloraba por las noches de hambre y de temor por no saber cómo podría afectar esto a su salud y si lo iba a soportar. Sin embargo, cuando se pesaba y veía que perdía peso, se animaba.
Llegó abril y volvió al psiquiatra. El médico reconocía que esperaba que hubiera perdido un par de kilos como mucho y se quedó completamente sorprendido al comprobar que pesaba 37 menos. Le dijo que si conseguía perder más de 80 kilogramos en un año batiría el récord del Hospital Infanta Cristina.
Desde el verano Adrián camina unos 12 kilómetros diarios, recorrido que tarda en hacer entre dos y dos horas y media cada jornada.
Actualmente ya come con el resto de su familia. Antes lo hacía solo para evitar tentaciones al ver los alimentos de los demás. En su dieta todo se sirve «a la plancha», sobre todo pollo y pescado, además de verdura. También evita los alimentos con exceso de azúcar.
Los peores momentos para este joven han llegado cuando tenía algún problema en casa y le entraban ganas de comer, o cuando se levantaba a medianoche con el estómago vacío. Pero ahora se siente mucho mejor y lo nota en su manera de andar y de respirar. Hace poco se hizo un análisis y estaba todo perfecto.
Por su trabajo, además, Adrián pasa gran parte del día rodeado de alimentos. En su tienda incluso prepara dulces, por lo que ha sido complicado para él pasar por una dieta estricta.
Otro problema son los eventos, según reconoce. En estos meses, ha estado invitado en tres comuniones y una boda y en esta última comió «algo más», así que cuando terminó el banquete se fue a dar una larga caminata.
Adrián pesa actualmente 124 kilos, lo que quiere decir que en menos de un año ha batido ya el récord del hospital Infanta Cristina. Sin embargo, su objetivo es seguir y quedarse entre los 85 y 90 kilogramos. El cirujano ya le ha dicho que no necesita someterse a la operación para reducir el estómago.
Tras su experiencia, está convencido que todo el mundo que quiera puede perder peso, pero con paciencia, controlándose día a día, sin dietas milagrosas. «Ahora estoy mejor psicológicamente y ya no me señalan con el dedo cuando me ven», afirma este joven que ha tenido una gran fuerza de voluntad. Eso sí, de las comidas echa de menos sobre todo los calamares. «En la boda que estuve me comí uno», señala.
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