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¿Qué ha pasado hoy, 27 de marzo, en Extremadura?

Franco, chunda, chunda

Ni los franquistas más recalcitrantes han hecho tanto por preservar la memoria de Franco

Tomás Martín Tamayo

Viernes, 12 de mayo 2017, 23:37

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En el Congreso de los Diputados deberían establecer un par de días al mes para discutir gilipolleces, gansadas, ocurrencias y puestas en escena. Serían las jornadas más lúdicas y concurridas. Además de «puertas abiertas» para los peatones, los debates retransmitidos en directo y por todas las cadenas, como el mensaje navideño del rey, pero divirtiendo al personal. La comisión parlamentaria de Enredos, saraos y jaranas se encargaría de seleccionar y aglutinar las iniciativas dignas de ser debatidas en esos días de plenos memorables, a los que no faltaría ningún periodista acreditado. Los palcos de invitados se ocuparían por sorteo y ante notario, ya que la demanda superaría a la final de la Champions League.

¿A qué hora entras mañana a trabajar?

Mañana me pondré enfermo, no trabajo porque es el día de las gilipolleces en el Congreso y eso no me lo pierdo. Después del debate sobre «protocolo del gobierno en caso de apocalipsis zombi», me he hecho adicto y cuento las horas para ese acontecimiento. ¿Viste el morreo que se pegaron el Iglesias y otro maromo? ¡Qué tíos, cómo se lo pasan!

Mezclar gansadas y asuntos serios, debatiéndolos en la misma sesión, es frivolizar lo serio pero sin dar seriedad a las tonterías, que son las que finalmente acaparan titulares. Esta semana, el pleno del Congreso ha vuelto a resucitar a Franco, para sacar sus restos del Valle de los Caídos. 198 votos a favor, uno en contra y 14 abstenciones a favor de la exhumación ¿Qué que más cosas se debatieron? Solo ha trascendido esa, que debió ser la más importante, aunque a efectos prácticos solo sirve para perder el tiempo o como testimonio, porque no es vinculante y Franco puede seguir en su panteón, posiblemente carcajeándose de que tantos años después su nombre siga ocupando debates y titulares. Franco, como el Cid, sigue vivo después de muerto. Y ganando batallas.

¿Habrán averiguado ya que Franco fue un dictador, que nos hizo marcar el paso, que restringió las libertades y salpicó las cunetas de muertos? No lo parece porque en eso están desde hace 40 años, que son más de los que duró su dictadura. Ni los franquistas más recalcitrantes han hecho tanto por preservar la memoria de Franco como los desnortados de una izquierda a la deriva, incapaces de ofertar un proyecto que no sea el recordatorio permanente del dictador, anclados en un pasado que en la calle está superado. Deberían establecer una fecha tope para dejar de ordeñar el tema, porque Franco murió en 1975, cuando no habían nacido la mayoría de los diputados que hoy parecen haber cogido el testigo de sus abuelos.

Que se pongan de acuerdo y establezcan un mes entero para ponerlo a parir, día a día y pueblo a pueblo. Que caigan sobre Franco todas las descalificaciones y epítetos que el diccionario reserva para los monstruos de la humanidad, que durante ese mes hasta los nonatos se estremezcan en sus senos maternos con las felonías del dictador, que no haya ave, planta ni pez que no sepa el mal que hizo, pero que a partir de esa fecha se dejen de monsergas franquistas, que están demostrando que Franco sabía lo que decía y llevaba razón cuando proclamó aquello de «está todo atado y bien atado». Franco vivo dio cobijo a muchos vividores, pero Franco muerto sigue amamantando a otros muchos, que viven para perpetuar su memoria. ¡Cuarenta años y sin pasar página! ¿Cuándo nos entretenemos con el próximo debate?

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