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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Alumnas, profesoras y madres del Colegio Puerta Palma disfrutaron de la visita.
Extremeños en Fátima: Había ganas de Papa

Extremeños en Fátima: Había ganas de Papa

Cientos de extremeños aguardaron durante horas en la explanada y aclamaron al papa Francisco en su llegada a Fátima

Evaristo Fdez. de Vega

Viernes, 12 de mayo 2017, 23:23

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No hizo falta esperar su llegada para que en la explanada que se abre frente al Santuario de Fátima se escuchara la primera ovación. Eran las 16.15 horas (hora portuguesa) cuando Francisco asomó por la escalerilla del avión que, desde el Vaticano, lo había trasladado a la base militar de Monte Real.

A esa hora, cientos de extremeños aclamaban la aparición del Pontífice. Varias pantallas gigantes mostraron el momento en el que bajó por la escalerilla de la aeronave. «Para nosotros es una figura fundamental», comentaba un grupo de alumnos del colegio El Tomillar de Badajoz, que desplazó una importante delegación conformada por estudiantes, padres y profesores.

Todos ellos habían madrugado para iniciar un trayecto que no se les hizo largo. Sus vehículos estacionaron a 3 kilómetros del santuario y el resto del recorrido lo hicieron a pie. «Para los chicos es una experiencia única», decía Pepe Fernández.

Una hora antes, la custodia con el Santísimo Sacramento (Hostia consagrada) recorrió bajo palio la explanada mientras 400.000 almas se arrodillaban a su paso. Alexei Muñoz y Sergio Pérez, de 16 años, vivían ese momento enfundados en una bandera de Extremadura y otra de España. «Es emocionante vivir un acontecimiento en el que participan jóvenes de todo el mundo», dice.

El grupo del colegio El Tomillar había tenido suerte. A pesar de llegar pasado el mediodía, ocuparon un lugar privilegiado para presenciar la oración del papa Francisco en la Capilla de las Apariciones, el lugar donde los tres pastorcillos vieron hace ahora un siglo a la que sería llamada Nuestra Señora del Rosario de Fátima.

De todo lo que acontecía tuvieron una mejor visión los peregrinos de Oliva de la Frontera (Badajoz). Consiguieron hueco en una zona relativamente próxima al lugar en el que se oficiará hoy la canonización de Francisco y Jacinta, los dos pastores que serán elevados a los altares.

En un lugar intermedio, ni muy lejos ni muy cerca, se situó el grupo del colegio Puerta Palma de Badajoz. Setenta alumnas, profesoras y madres se agruparon en torno a un paraguas de color rojo y un megáfono que en los momentos de crisis servía como imán. Teresa Gil no se cansaba de estirar el brazo entre un mar de banderas para lograr que las chicas encontraran su lugar. «Muy pocas veces he estado cerca del Papa y de la Virgen a la vez, es una imagen que voy a guardar para siempre», expresaba una alumna.

Otros extremeños se hicieron notar desde primera hora de la mañana. A las diez ya esperaban en primera fila las 60 hermanas de la congregación que regenta en Badajoz la residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Procedentes de toda España, hicieron noche en la ciudad extremeña para desplazarse a Fátima con mayor comodidad.

No todas las hermanas de la congregación pudieron peregrinar, sólo dos de cada casa. «Hemos dormido de cuatro en cuatro, en el suelo, pero ha sido maravilloso. Podremos ver al papa Francisco en primera fila», decía sor Concepción.

Esta comunidad ni siquiera se planteó buscar alojamiento en Portugal. «Estaba todo carísimo y nosotras somos pobres», añadía esta monja, que había viajado desde Valencia.

Ella, como el resto de las hermanas, vestían el hábito que refuerza su identidad religiosa pero un chubasquero las cubría casi por completo ante la amenaza de lluvia. Durante toda la noche había caído el agua anunciada desde varios días antes por los servicios meteorológicos. Pero con el papa Francisco llegó el sol, radiante, y durante todo el día no descargó una gota.

Fue de agradecer para quienes esperaban pacientes frente a la basílica. También centenares de extremeños que a título particular viajaron a Fátima para mezclarse en la multitud. Si en lugar de sacos de dormir y chubasquero hubiesen utilizado toallas y bañadores, bien podría decirse que Fátima era una playa atestada de bañistas. Ni Chipiona ni Cádiz podrían acoger más personas en menos metros cuadrados.

Pero el respeto era máximo. Mientras unos daban una breve cabezada tras días de duro camino, otros se arrodillaban al paso de la comitiva. Tampoco faltaban los enviados especiales de televisiones de todo el mundo que trataban de arrancar las últimas declaraciones a los peregrinos.

En esos momentos, Francisco ya estaba en Portugal. Al principio, con semblante serio, aunque la cara le cambió cuando le situaron delante tres niños vestidos de pastores. Eso ocurrió en el aeropuerto, desde donde partió en helicóptero para desplazarse a Fátima. Antes de aterrizar, hizo una pasada sobre la basílica y el clamor fue unánime.

Minutos después entró en la explanada a bordo del papamóvil, lentamente para poder ser vistos. Bajó en silencio y se aproximó a la Capilla de las Apariciones, donde oró en silencio durante varios minutos. Los tres helicópteros que sobrevolaban la zona se retiraron y todo quedó en calma. Luego tomó la palabra, oró a la Virgen y pidió paz y reconciliación entre los pueblos de mundo. Ya sólo quedaba esperar a la noche para que la plaza se iluminara con medio millón de velas prendidas de amor. Un amor que el papa Francisco espera transformador y pacífico.

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