Borrar
Azucarillos con mensaje, en el bar Divino de Hervás. :: A.T.
En Hervás no hay infartos

En Hervás no hay infartos

A la villa judía acuden urbanitas en busca de tranquilidad

J. R. Alonso de la Torre

Jueves, 4 de mayo 2017, 07:27

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

En Hervás, hasta los azucarillos tienen mensaje. En la calle Braulio Navas, más conocida popularmente y en los callejeros en inglés como 'La Peatonal', hay un bar llamado Divino, donde, mientras tomas café, puedes leer, antes de echarte el azúcar, frases bienintencionadas del tipo: «La brevedad es hermana del talento... Hoy voy a conseguir todo lo que me proponga... Ámame cuando menos lo merezca, ya que es cuando más lo necesito».

En Hervás, hasta los azucarillos son herramientas de autoayuda. El pueblo, en general, parece un universo para recuperarse a uno mismo, reencontrarse con uno mismo, superarse a uno mismo... Y esta terraza del Divino ayuda, no tanto por los azucarillos, que también, sino por la sombra arbolada, la brisa, la tranquilidad y el entretenimiento de ver pasar a las gentes del pueblo por La Peatonal.

Si hace fresco o llueve, enfrente, en el bar Carlitos, que también se presenta como Karlitos, jugando a ser café sosegado de día y bar de kopas intensas de noche... En el Carlitos, digo, se está muy a gusto en sus veladores y sus sillas estilo café literario de los 50. Hervás es así, un sitio distinto habitado por gentes extrañas llegadas desde grandes ciudades en busca de otra forma de vida. No sé si la encuentran, pero, desde luego, el ambiente ayuda a sentirse habitante de un lugar pequeño con todo a mano, pero con algunos estímulos propios de la gran ciudad.

En Hervás, cineastas, dibujantes, escritores, artistas, cinéfilos y profesores han encontrado un refugio para vivir con serenidad y sin demasiada angustia, disfrutando de un clima poco severo y de una naturaleza generosa y dispuesta para la foto, el cuadro, el verso, la mirada, el paseo o cualquier otra veleidad lírica. En Hervás, levantas la mirada de lo inmediato y el entorno te eleva y te libera. Aquí, la montaña ejerce el mismo efecto universalizador que el mar en las ciudades costeras, que los barrios medievales en las ciudades monumentales.

Si el comercio es síntoma y símbolo, el de Hervás comunica enseguida modernidad y riesgo, atreverse y esmerarse. Vas paseando y desde los escaparates te van explicando la realidad de la villa, los productos del mundo de Marisa Vega, los instrumentos musicales de Ambroz, los productos típicos de Maquila... Adobe, El Lagar, Exea Food and Design... Tiendas con gusto para entretener el paseo.

Un alto en La Cordobesa para tapear un salmorejo delicioso, espectacular. Un rato en la pastelería La Extremeña para descubrir dónde se hornean los dulces típicos más finos. No, no son ganas de agradar ni prosa turística de baratillo, háganme caso: en La Extremeña hacen unos hojaldres, unas pastas de piñones, unas perrunillas que se deshacen gustosas en la boca y te llevan a esa infancia lejana de tías abuelas amasando y cociendo dulces de verdad. Esa verdad está en las vitrinas de la pastelería La Extremeña de Hervás.

Y de allí, al obrador de Abigaíl Cohen Kosher y José Antonio, su marido, que elaboran pastas judeo-sefardíes y las venden por toda la Península Ibérica. Son pastas preparadas según recetas centenarias guardadas por los abuelos paternos de Abigaíl, descendientes de judíos sefardíes expulsados de España en 1492.

Repostería judía como las orejas de Hamán rellenas de pasas y semillas de amapolas, los maamul rellenos de dátiles y nueces, las roscas saladas de sésamo, con el toque extremeño de pimentón de la Vera, y otras pastas que se distribuyen por las juderías españolas y se despachan en Belmonte, capital portuguesa del criptojudaísmo, en el museo sefardí de Toledo y en tiendas selectas de los barrios judíos de Córdoba, Segovia, Gerona, Toledo, Granada o Ávila.

Partimos ya de Hervás y recordamos una frase que me dijo hace años Abigaíl Cohen Kosher y que debería estar escrita en los azucarillos con mensaje del bar Divino: «En Hervás, nadie se muere de infarto».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios