Borrar
¿Qué ha pasado hoy, 18 de marzo, en Extremadura?
Partido celebrado el pasado viernes en Cáceres. :: Lorenzo Cordero
Padres y madres, la nueva amenaza del fútbol base

Padres y madres, la nueva amenaza del fútbol base

¿Puede ocurrir algún altercado grave entre padres? La unanimidad en la respuesta asusta: «Cualquier día en cualquier momento»

JUAN LÓPEZ-LAGO

Domingo, 30 de abril 2017, 00:41

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Los últimos episodios de padres pegándose a puñetazo limpio ante sus hijos en un partido de fútbol base, el mes pasado en Baleares, este mes en La Rioja, han sonrojado a los amantes de este deporte y han dado la razón a algunos de sus detractores. Este diario ha preguntado en Badajoz, Cáceres y Mérida a árbitros, entrenadores, directivos de club, madres y padres. También a la Junta de Extremadura y a la federación competente. ¿Qué posibilidades hay de que incidentes así ocurran en Extremadura? La unanimidad en las respuestas asusta: «Todas, cualquier fin de semana puede ocurrir una trifulca similar. Es difícil contenerse si te metes de lleno en el partido. Hay momentos que en caliente puedes provocar cualquier incidente. Yo nunca me he visto envuelto en uno, pero he visto muchos padres discutiendo por culpa de alguna entrada, o porque el árbitro, de manera inocente, pita algo que no es», dice Adrián Monroy, padre de un alevín que juega de portero en el C.P. Don Bosco pacense.

Con él coinciden todos los consultados, familiares asiduos que cada fin de semana ven uno o varios encuentros de chavales. En general, estos pequeños futbolistas la noche anterior sueñan con hacer un buen encuentro, marcar a ser posible y comer luego una hamburguesa con sus compañeros, rivales incluidos.

Ocurre sin embargo que pagan como peaje momentos de bochorno no atribuibles a lances del juego. «¡Falta en ataque árbitro coñoooo!», gritaba una madre a tres metros del portero, de once años, un viernes del mes de abril en una cancha pacense. El equipo salesiano se jugaba el cuarto puesto que le daba acceso a la Copa de Extremadura con el Flecha Negra. «¡Tírale una patada a la espinilla, verás como no te agarra más!», le chillaba otra a su hijo. Había mucha igualdad, un equipo remontó al otro y, como se intuía desde un rato antes, hubo un gol y esas dos madres se enzarzaron en una discusión subida de tono. «-¿Esto es rugby o fútbol árbitrooo?», chillaba una al colegiado.

- ¡No si te parece esto es la Play Station!, le replicaba la otra.

- ¡A la Play jugarás tú que tienes más tiempo! ...

«¿Sabes qué pasa? -explicaba al finalizar Adrián, padre que presenció esta discusión- que a veces alguien suelta cosas como «¡Tú eres tonta!», y el marido está al lado. ¿Qué haces? ¿entras al trapo? Pues eso, que al final puede liarse gorda».

Para muchos el salto a los informativos nacionales de un encuentro entre niños disputado en la región solo es cuestión de que una discusión habitual pase de la raya, se llegue a las manos y alguien lo grabe con un móvil.

Entre los espectadores adultos nadie deja un hueco al optimismo y ninguno se refiere a que escenas como la de una madre gritándole a su hijo que le pegue una patada al rival sean un hecho aislado.

También afirman que está muy extendido que los padres se erijan en entrenadores y desorienten al niño o niña en pleno partido. No hay más que situarse tras una portería y esperar a ver a un padre hablando a la nuca de su hijo para que ordene mejor la barrera.

En cuanto a los árbitros, tampoco hay tregua por tratarse de categorías inferiores. Las recriminaciones al colegiado por parte de los progenitores con expresiones ofensivas son frecuentes, explican quienes acuden cada sábado por la mañana a los campos de fútbol-8 y fútbol sala de la región.

«Hace veinte años que estoy en esto, tengo cuatro hijos que han jugado al fútbol de pequeños, me he recorrido Extremadura y creo que la situación va a peor. Debe de ser por cómo está la sociedad, en la que todo el mundo se cree con derecho a todo. No quiero ser drástico, pero a mí me asusta porque lo veo cada semana y hay que hacer algo», decía a este diario hace unos días José María Sánchez, secretario general del Don Bosco, con sede en Badajoz y cuya sección de fútbol tiene a 465 niños de entre 4 y 18 años recorriendo la región cada fin de semana. En su catálogo de anécdotas hay meteduras de pata de todo tipo con los menores como testigos. «Cuando vas a jugar a un pueblo y el árbitro es de allí suele ser muy casero y encima se ponen en plan chulo (...). Una vez un entrenador invadió el campo para protestar, el árbitro le dijo que saliera del terreno de juego y éste se negó diciendo que no se iba porque estaba en su casa ...». Pero su opinión es que algunos padres son los peores ejemplos cuando acuden a presenciar los partidos, una costumbre que cada vez está más extendida.

Blanca Pereira admite que las madres son más fanáticas, aunque asegura que ella y su grupo solo se dedican a animar. «Pero cuando le dan una patada a tu hijo es como si te la dieran a ti», explica gráficamente. Su hijo, de 11 años, es jugador y ella gran aficionada y hermana de futbolistas (uno de ellos entrena al Fulham de la segunda división inglesa). Cuenta que cuando era chica no recuerda que sus padres fueran a ver los partidos de sus hermanos. «Yo sí voy y desde que mi hijo juega siempre ha habido problemas. Los padres se meten donde no se tienen que meter. Con los árbitros, diciéndole a los niños qué tienen que hacer y poniéndolos nerviosos. Ahora nos creemos que van a llegar a ser algo cuando solo lo consigue uno de cada cien mil».

En opinión de Gerardo Hierro, presidente del Diocesano cacereño, apenas se puede hacer algo para atajar estas conductas. Hierro es docente jubilado y lleva más de cuarenta años dirigiendo las actividades deportivas de este colegio de Cáceres. Su institución tutela a 400 pequeños futbolistas de entre 4 y 19 años.

Una de las cosas que ha notado es que antes ningún padre venía a ver sus hijos jugar y entrenar y desde hace unos años esto se ha puesto de moda. «Ahora los padres parecen los representantes del niño», dice.

«Chispazos como los que se ven últimamente en un campo de fútbol ocurren en todos lados, lo que pasa es que ahora ha cambiado la perspectiva y antes cuando dos personas discutían los separaban, pero ahora están deseando que haya una pelea para grabarla», opina.

En cuanto a su receta para atajar esta violencia él habla de hacer al hijo responsable. «Lo normal es que el padre sea el responsable del hijo, ¿no? Pues como no ejerce como tal y monta el número puesto que se cree que sabe más que el entrenador entonces hagamos al hijo responsable de su padre. Esto se lo he dado a entender a algún que otro padre».

Otro progenitor señala una de las posibles consecuencias ante tanta tensión. «Puede haber una pelea todos los fines de semana en cualquier campo en el que haya tensión porque se estén jugando algo en la clasificación. Los padres tienen más culpa que los niños porque hay más presión fuera del campo que dentro. Los padres empujan a los niños a cometer infracciones o a tirarse cuando no hay falta. Se oye «¡empújalo!, ¡pégale fuerte!». Los entrenadores suelen hablar con los niños para que no les hagan caso a los padres cuando estos quieren hacer de entrenadores y también de árbitros», dice Juan Agudo, padre de un alevín que juega de lateral.

Jesús Santiago es presidente del Club Polideportivo Don Bosco. La categoría de menos edad es la de zagalines, chicos y chicas que aún están en Educación Infantil, esto es, con 4 y 5 años. No hay clasificación, no hay árbitro y en estos partidos se producen momentos tan tiernos como el de un futbolista que marca un gol y todos los jugadores, incluidos los del otro equipo, corren a abrazarlo para participar en la celebración.

El presidente de este club jamás pensó que los padres pudieran dejar de disfrutar en un encuentro de estas características. «Recuerdo un partido de zagalines en el que discutieron dos padres. Como no hay árbitro la solución que tomé fue sacar a todos los padres y que siguieran el partido desde detrás de la reja. Así se lo dije a todos si querían que el partido continuara. Accedieron a la primera y un padre pidió disculpas, pero les dije que si volvía a pasar no dejaría entrar a los padres. De hecho, este año ya sopesamos la idea de que al entrenamiento solo acudieran los niños», relata.

«Apenas se puede hacer nada»

El ciclo es el siguiente. De zagalín (4-5 años) a prebenjamín (6-7), de ahí a benjamín (8-9), alevín (10-11), infantil (12-13), cadete (14-15)y por último juvenil (16-18 años) antes de que el jugador decida dedicarse a este deporte de manera profesional, lo cual ocurre en menos del uno por ciento de los casos.

Cuanto más mayores más tensión, si bien también hay unanimidad en que los chicos se comportan correctamente dentro y fuera del campo. «En Extremadura hemos tenido suerte de que nadie ha grabado estas polémicas. Peleas entre niños hay muy pocas, pero entre padres hay muchos insultos y si no se ha llegado a las manos es porque la gente ha mediado. En nuestro campo hemos tenido que intervenir porque varios padres se han insultado. Suele ser por temas de arbitraje o porque algún padre insulta a otro niño de otro club. Entre jugadores más pequeños se da menos y se puede decir que los chavales dan ejemplo a los padres. Si hay algún empujón o algo así enseguida se dan la mano», dice el presidente del Don Bosco, que tiene una larga lista de anécdotas desagradables.

Según Míchel Nevado, entrenador hace quince años, ahora de alevines del Mérida C. F. (antes lo era de infantil), «para mí es patético y lamentable lo que pasa a veces. Los niños vienen a hacer deporte, pero nos encontramos con padres que vienen a soltar su mala leche. Cuando yo jugaba mi padre jamás venía a vernos y ahora es como una lacra que sufrimos entrenadores y clubes. No se trabaja a gusto y si hay rivalidad porque el partido está nivelado sabes que van a empezar los insultos. El baloncesto o el balonmano también son deportes de mucho contacto, pero hay otra cultura».

En su caso, a principio de temporada el club reúne a los padres y él a título particular también tiene una charla con los de su grupo. Se explican unas normas internas, entre ellas que no traten de dirigir a su hijo desde la banda. «Yo por si acaso a los niños los tengo avisados y saben que si alguno hace caso va al banquillo. En general el 90% de los padres se comporta, pero siempre hay algún desalmado que mete la pata, supongo que como en todos los sitios».

Dice David Guerra, de 31 años y ahora al cargo de un equipo de benjamines del Don Bosco, que con los padres han tenido «algún problemilla» a la hora de mover y dar órdenes a los chavales. «Tuvimos que educar deportivamente a los papás porque alguno se excedía en sus indicaciones. Lo hacían sin mala intención, pero les pedimos que no lo hicieran más y se dedicaran solo a animar. Sé que hay otros equipos en los que no se deja ir a los padres a los entrenamientos».

El respeto al árbitro es otra actitud que se promueve desde los banquillos. Alberto Gómez-Landero tiene 29 años y arbitra desde el año 2000. Cada sábado dirige algún partido de infantiles y a cadetes (de 12 a 15 años) y los domingos es asistente de Tercera o Preferente.

«Los partidos de fútbol base son más complicados porque estás solo y no tienes ayuda en los fuera de juego y salidas de banda, pero el juego es más lento y los infantiles no tienen la picardía del fútbol profesional. Hay entrenadores que a la mínima protesta cambian al jugador porque quieren fomentar el respeto arbitral. Las protestas suelen llegar de parte de los padres. Se da en todas las categorías, pero cuanto más chicos, más padres van a ver a sus hijos. Yo el año pasado tuve alguna experiencia negativa. Recuerdo a un padre cuyo hijo estaba jugando y se dedicó a insultarme todo el rato. Le dije al delegado que si seguía así yo me iba. Los otros padres se lo recriminaron». «Eres muy malo» o «No vas a subir en la vida» son las dedicatorias más frecuentes que recibe y vienen de padres cuyos hijos están en el terreno de juego.

Borja 'Maña', de 22 años y entrenador desde que tenía 15, ahora al frente de un grupo de alevines, reconoce que la tarea del árbitro es complicada. «Los árbitros vienen solos y entre más de veinte personas intentan amedrentarlo. Eso se ve que es así. Yo creo que mucha culpa la tienen programas de televisión como El Chiringuito o el de 'Los Manolos' (Deportes Cuatro)».

Solo ocurre con el fútbol

Según la última memoria publicada por la Federación Extremeña de Fútbol (FEF), la temporada pasada se celebraron 18.281 partidos. Más de la mitad (10.357) corresponden a fútbol base tanto masculino como femenino. Hay 26.374 licencias federativas, de las que 20.351 corresponden a niños y niñas que juegan durante la etapa escolar. Ya como adultos a nivel aficionado hay en la región 4.110 federados entre mujeres (447) y hombres. Licencias profesionales la FeF tiene 49.

En cuanto a número de equipos registrados por la federación hay tres categorías que encabezan este ránking: alevín fútbol 7 (280 equipos en Extremadura), prebenjamín sala (243) y benjamín sala (165), lo que da una idea de la dimensión actual del fútbol en esta sociedad y su penetración en los colegios, que son los que suelen canalizar la afición a este deporte.

En Mérida se vio hace poco una pancarta que sostuvieron los chavales antes del partido en la que se leía 'No a la violencia en los campos, vosotros animáis, nosotros felices'. Y en muchos estadios de España se han empezado a multiplicar letreros fijos tras los banquillos o que dan la bienvenida a los padres con una serie de instrucciones: «Padres , queremos jugar con estas diez reglas: No me grites en público, no le grites al entrenador, no menosprecies al árbitro, no menosprecies a mis compañeros, no pierdas la calma, ríe y diviértete viéndome jugar, no me des lecciones después del partido, no te olvides que es solamente un juego, piensa que siempre lo haré lo mejor que pueda y, en décimo lugar, con tu apoyo seré feliz». Detalles como estos, así como la publicación de manuales para padres que tienen algún hijo que practica deporte dan a entender que hay que actuar antes de que los progenitores le cojan involuntariamente el relevo a los ultras y se conviertan en otra lacra de este deporte.

Es cierto, matiza José María Sánchez, que también es directivo de la Federación Extremeña de Fútbol, que mucha gente disfruta del fútbol a este nivel. «La mayoría de padres y niños no tienen la culpa de que haya unos energúmenos que quizás lleguen al diez por ciento, pero mi opinión es que habría que erradicarlos entre todos».

La Junta de Extremadura, institución que ampara la práctica deportiva amateur, dedicó 850.000 euros al fútbol base de los 2,6 millones que destina en total a 30 federaciones. Que el fútbol se lleve la mayor tajada de esta partida de los presupuestos autonómicos está razonado en que es, de largo, el deporte más practicado de los Judex.

Según Dan de Sande, director de Promoción Deportiva de la Junta de Extremadura, hay poco margen de maniobra para corregir las actitudes de los padres. «La federación no es competente, como mucho puede sancionar al hijo, y la Junta tampoco lo es». En cuanto a la Ley del Deporte, de 1990, De Sande explica que es de ámbito nacional y desde las autonomías no pueden legislar estas cuestiones concretas salvo que se impulse una nueva legislación en España para atajar el mal comportamiento de algunos padres. Admite que es un tema recurrente cada fin de semana y si bien reconoce que la idea está «aún muy verde», ya han hablado con responsables federativos porque les gustaría impulsar alguna legislación en este sentido.

En la Junta de Extremadura también están de acuerdo en que estos problemas de conducta por parte de los padres no se dan en el resto de deportes que practican los menores, únicamente en el fútbol.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios