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Abel posa junto a sus padres Fermín y Raquel, en el hospital La Paz de Madrid:: HOY
El pequeño Abel supera un doble trasplante

El pequeño Abel supera un doble trasplante

Un niño de 3 años de Zafra ha sido operado para sustituir su hígado y sus intestinos

Natalia Reigadas

Viernes, 28 de abril 2017, 23:24

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La semana pasada Víctor y Abel, dos gemelos de Zafra, cumplieron tres años. Víctor sopló una vela por él y otra por su hermano, que no pudo estar en la fiesta. Se encontraba en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital La Paz de Madrid, donde los sanitarios le llevaron unos globos. El pequeño Abel no estaba de humor y no quiso celebrarlo porque quería estar con su familia. No fue un buen cumpleaños, pero ha recibido el mejor regalo posible, un trasplante de hígado e intestinos que llevaba dos años esperando y que va a salvar su vida.

Abel Domínguez Guerrero, con solo tres años, se ha enfrentado a seis operaciones además del trasplante doble. Perdió todo su intestino porque su enfermedad se complicó y afectó también a su función hepática. Ha estado varias veces al borde de la muerte y ha pasado toda su vida con una bolsa para hacer sus deposiciones y enganchado 18 horas al día a una máquina que lo alimenta y de la que dependía su vida. Sus padres, Raquel y Fermín, se han convertido en enfermeros de día y de noche y han tenido que luchar para poder costear los constantes viajes a Madrid para el tratamiento de su hijo.

Hace unos días recibieron la llamada que va a cambiar su vida. Un niño falleció y sus padres donaron sus órganos. El receptor iba a ser su Abel. Tras el viaje a Madrid, el pequeño se enfrentó a una operación de más de siete horas para sustituir su hígado y sus intestinos. Ahora ya está en planta. «Comienza a reírse e incluso pide de comer», explica con orgullo su madre.

Raquel Guerrero Álvarez aún no lo ha asimilado. «No me puedo creer que Abel esté trasplantado. Lo miro reírse y no sé. No puedes evitar tener ilusión, pero aún es pronto. Sabemos que tenemos que esperar», relata. Por el momento el niño tiene por delante una larga temporada de recuperación en Madrid. No hay fecha para su regreso a Zafra.

La operación fue un éxito. «Y los análisis van recuperando los niveles normales. Evoluciona», explica su madre. Sin embargo, queda mucho por delante para esta familia. Con suerte Abel podrá dejar la máquina que lo alimentaba. De hecho, ayer comenzó a tomar suero por vía oral y parece que lo tolera. Más adelante estudiarán si es posible eliminar la bolsa de colostomía. Su madre destaca que lo importante es que salve su vida, aunque tenga que vivir con esta bolsa, porque habrán cumplido su sueño de ver salir a su hijo adelante y que pueda jugar con su hermano gemelo.

Cinco niños en el país

La intervención a la que se ha enfrentado Abel es muy poco común. Según los datos de la Organización Nacional de Trasplantes, en 2016, 58 niños en España fueron intervenidos de uno. De ellos, apenas tres o cuatro suelen ser multiviscerales, es decir, de varios órganos.

El programa infantil de trasplantes multiviscerales se puso en marcha en el año 2003 en el Hospital La Paz y en los primeros diez años solo 42 menores fueron receptores. NUPA es una asociación que da apoyo y asistencia a las familias de niños y a los adultos con trasplante multivisceral, fallo intestinal y/o nutrición parenteral. Este colectivo destaca que, una vez operado Abel, quedan otros cuatro niños en el país esperando una de estas intervenciones.

Abel llevaba dos años en la lista de espera. Su madre ha pedido varias veces en HOY que las familias se conciencien sobre la donación de órganos. «Cuando un hijo se muere es muy difícil para unos padres pensar en donar sus órganos, pero pueden salvar vidas, no sólo la de Abel, la de muchos niños que hemos conocido y están en esta situación. No podemos hacer nada, solo dependemos de ellos», repetía Raquel Guerrero.

Finalmente llegó la llamada más esperada de sus vidas y el viaje a Madrid fue toda una aventura. Debido al estado de Abel, esta familia apenas sale de casa, pero casualmente ese día se desplazaron a Berlanga, el pueblo del padre, para estar en el campo.

«Acabábamos de comer, eran las cuatro y me llamaron. Era la médico, que dijo que teníamos que ir a Madrid porque había un posible donante. Yo me puse muy nerviosa porque dijo que debíamos llegar en cuatro horas y media».

Raquel Guerrero llamó al 112 para pedir ayuda. No les pudieron ofrecer un helicóptero, pero movilizaron una ambulancia que tenía que recogerles en su casa. Los padres se subieron al coche, pero había mucho tráfico y comprendieron que no llegarían a Madrid a tiempo. Fermín tuvo una idea. Decidió llamar a la Guardia Civil. Dos agentes motorizados se movilizaron y les escoltaron hasta Zafra para darles paso.

Eran las cinco de la tarde cuando se subieron a la ambulancia. Aún temían no llegar a tiempo y perder el órgano, pero la Guardia Civil les informó que se habían coordinado con las patrullas de la ruta y que iban a ir escoltados hasta el Hospital La Paz. «Parecía una película abriéndonos paso por la carretera. A las 8 y 10 llegamos. Hasta los médicos se sorprendieron de lo rápido que lo conseguimos y comenzaron a preparar al pequeño».

La historia

Abel y Víctor nacieron el 20 de abril de 2014 en el hospital de Llerena, pero fueron trasladados al Materno Infantil de Badajoz por tratarse de bebés prematuros. A los dos días detectaron que Abel sufría una obstrucción intestinal. No expulsó el meconio, la primera deposición de los recién nacidos.

En la primera semana de su vida le operaron por primera vez. Le sacaron parte del intestino y le colocaron una bolsa para desviar las heces. Tras un mes en el hospital, pudo conocer su casa, pero su estado no mejoraba. Le hicieron muchas pruebas, pero no fueron capaces de determinar si su sistema digestivo era inmaduro o tenía una enfermedad.

Con nueve meses una biopsia determinó que no había patologías y le volvieron a colocar el intestino dentro. No funcionó. El pequeño seguía sin poder evacuar. Llegó entonces uno de los peores momentos. Abel comenzó a expulsar heces por la boca debido a la gravedad de la obstrucción que sufría. Una operación de seis horas le salvó y finalmente determinaron que sufría la enfermedad de Hirschsprung, un raro defecto que hace que el intestino no funcione.

La solución para esta patología es eliminar la zona infectada, pero Abel sufrió una infección debido a su última operación, su intestino se necrosió y tuvieron que extirpárselo por completo. Sufrió una septicemia y los médicos les dijeron entonces a sus padres que se preparasen porque tenía muy pocas posibilidades de salir adelante. Pero resistió y se ganó el que continúa siendo su apodo: «El pequeño gran guerrero».

Su periplo no acabó ahí. Abel fue trasladado a Madrid y volvieron a intervenirle. Les indicaron que no solo necesitaba una donación de intestinos, sino también de hígado. Desde entonces han pasado dos años muy difíciles. Lo peor ha sido el miedo a que nunca llegase el trasplante.

El día a día de Abel dependía de la bolsa extracorpórea donde realizaba sus deposiciones. Al ser tan pequeño, sus padres debían vigilar las 24 horas del día que no se arrancase el sistema. Incluso cuando el menor dormía, se quedaban junto a su cuna sujetándole para que no se moviese. Solo podía soltarse de la máquina que le ayudaba a seguir vivo durante seis horas al día, por lo que el niño ha tenido muy limitados sus movimientos mientras veía jugar a su gemelo.

A estas dificultades se han unido los problemas económicos. Con ambos padres en paro durante la mayor parte del proceso, estos extremeños han dependido en muchas ocasiones de la ayuda de sus vecinos y de campañas solidarias para poder costear los viajes.

En la capital, explica Raquel Guerrero, han contado con el apoyo de la asociación NUPA, que les ha prestado un piso para quedarse, además de asesorarles y acompañarles. Están muy agradecidos. A este colectivo y a todos los vecinos que aportando tapones, con festivales solidarios y con miles de gestos, les han acompañado en este proceso.

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