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¿Qué ha pasado hoy, 18 de marzo, en Extremadura?
Público en una edición pasada del Festivalino, en Pescueza. :: hoy
Mamá Ladilla y mi madre

Mamá Ladilla y mi madre

Mañana comienza el Festivalino, el festival más de pueblo del mundo

J. R. Alonso de la Torre

Jueves, 30 de marzo 2017, 08:16

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Mañana viernes voy a dar una conferencia al Festivalino. A mí, eso de meter una conferencia entre La Pompa Jonda, Paca Prenda y Los Infectos Acelerados me parece una cosa muy rara y me recuerda a lo de un cura con dos pistolas o a lo del elefante en la cacharrería. Pero el Festivalino es así de raro: el festival más pequeño del mundo en la región más pobre de España y con los árboles como pretexto, que son el elemento natural más menospreciado y atacado a pesar de ser la base de nuestra existencia. Será por eso que el título de mi extemporánea conferencia va a ser 'Los últimos de la fila'.

En realidad, no sé si se trata de una conferencia, un recital o un pregón. Sea lo que fuere, o salga lo que salga, lo que me descoloca es que he de pronunciarla en una plaza y sobre un escenario donde actuarán El Golpe Rock y Pequeño Criminal. Debe de ser por eso, por lo raro y distinto que me parece todo, por lo que enseguida me apunté a la fiesta.

El Festivalino se desarrolla en Pezcueza, un pueblo tan chico que te vas a dar un paseo y antes de que te des cuenta ya lo has recorrido entero. Si lo normal en Extremadura y el Alentejo es que los pueblos perdieran la mitad de su población a partir de los años 50 del siglo pasado, lo de Pescueza ha sido dramático pues han pasado de 736 a 160. Hace años, entrevisté a su actual alcalde y me contaba que su objetivo principal era detener la sangría y mantener la población. Debe de haber tenido éxito porque el censo de 2010 marcaba 160 habitantes, que son los mismos que en 2016. Este fin de semana su población se multiplicará por 100 o por 200, según la meteorología.

El Festivalino, además de sorprender por pequeño, por capacidad de convocatoria y por ser un festival con conciencia (recuperación de la artesanía, del habla extremeña, de la naturaleza), tiene un carácter muy rural, muy de pueblo, tanto que las plazas del lugar son los escenarios de los conciertos y parece mentira que en un sitio tan pequeño quepan cuatro plazas-palco: la Mayor, la Postigo, la Álamo y la Concejo, que será donde servidor actúe de telonero de Acetre, Descalzas y La Patera.

Pescueza queda entre Cachorrilla y Portaje, tres pueblos situados en la carretera de Coria a Ceclavín que a mí siempre me parecieron como de cuento. Los decías seguidos: Portaje, Cachorrilla y Pescueza y parecía que estabas recitando un poema de Gloria Fuertes. Como mi madre es de Ceclavín, estos pueblos formaban parte del imaginario familiar y desde niño escuché en casa la hazaña bélica de mi joven tía Carmen, que en la guerra fue con una expedición a tomar Cachorrilla. Siendo muy niño, aquello de tomar Cachorrilla me sonaba a la batalla de Stalingrado. Cuando me hice mayor, me sonó más bien a Berlanga.

Y a eso me suena el Festivalino, a Berlanga, no tanto al festival más pequeño del mundo cuanto al más de pueblo del mundo, con todo el encanto que tiene esa palabra y toda la simbología que encierra para Extremadura: un pueblo pequeñito, trasunto de todos los pueblos pequeñitos de Extremadura, luchando para seguir vivos, braceando contra la presión de las ciudades, contra la tentación de irse a vivir a la capital y regresar al pueblo cada fin de semana, el «retorno al paisaje» del que hablaba Manuel Vázquez Montalbán ya en 1970, el mito románico del hombre libre en la naturaleza libre, pero solo los fines de semana.

En los pueblos extremeños, el paisaje es una emoción estética cargada de cultura todos los días del año, no una terapia de fin de semana ni un respiro de dos días de fiesta entre jornadas laborables. Para preservar ese paisaje sin artificio y ese modo de vida y perpetuar el mito del hombre libre en la naturaleza libre, nació el Festivalino hace diez años ya. Mañana regresa a Pescueza y debe de tener algo porque mi madre, que nunca ha ido a ningún festival, acaba de telefonearme para decirme que ella no se pierde a Mamá Ladilla.

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