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¿Qué ha pasado hoy, 18 de marzo, en Extremadura?
Cigüeñas en la parte antigua de Cáceres. :: hoy
Un conejo en la estación

Un conejo en la estación

La fauna urbana es uno de nuestros atractivos turísticos

J. R. Alonso de la Torre

Lunes, 27 de marzo 2017, 08:08

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En Central Park hay ardillas y en la estación de ferrocarril de Badajoz hay conejos. Los neoyorquinos venden sus ardillas como un atractivo turístico sin igual y como un síntoma de ecología y preservación del medio natural. Si nosotros nos pusiéramos a presumir de nuestra fauna urbana, no pararíamos. A veces, editamos folletos sobre los pájaros de nuestras ciudades, pero no crean que lo hacemos con mucho convencimiento. Aquí somos más de pájaro que vuela, a la cazuela que de estar dos horas bajo una encina esperando la llegada de una cigüeña por muy negra que sea.

En Extremadura, cuando alguien fotografía a los pájaros, lo sacamos en los periódicos y aunque escribamos un panegírico sobre su estética afición, en el fondo aparece en la prensa porque nos parece un tío raro. Mis alumnos no me comprendían cuando me asomaba a la ventana y me quedaba extasiado ante el vuelo de los milanos, el paso de los cormoranes o el planear de las cigüeñas. Para ellos, los pájaros eran la normalidad diaria y que su profesor se quedara abobado contemplándolos no era otra cosa que la constatación empírica de que, para un adolescente, un profesor es, por definición, un tipo un poco bobo.

Un bovino, que no era profesor, se dio una vuelta por el campus universitario de Cáceres la semana pasada. Los guardias llevaron la vaca a un cercado, pero se escapó y apareció en la calle Fausto Picapiedra, que le debió de parecer un lugar perfecto para ser 'trending topic' al día siguiente: «Una vaca se pasea por la calle Picapiedra». Como la volvieron a llevar a otro cercado, volvió a escaparse por tercera vez para pasear de nuevo, esta vez por un lugar tan castizo como la parroquia de San Blas.

Lo de los bovinos, los ovinos y los equinos en el campus universitario de Cáceres es uno de los mayores atractivos turísticos de la ciudad. Cuando los catedráticos e investigadores de otras universidades del mundo vienen a Cáceres a dar una conferencia o a juzgar una tesis, la imagen imborrable que se llevan de aquí no es solo la de la belleza de la parte antigua, al fin y al cabo son gente viajada que ha visto mucho mundo y mucho patrimonio de la humanidad, lo que de verdad los deja de lado y no olvidan nunca es que, mientras tomaban café en el bar de Filosofía, veían vacas pastando, rebaños de ovejas triscando y caballos trotando en libertad.

En Extremadura, en cuanto se te escapa alguna barbaridad, te sueltan que eres más de campo que las amapolas o que eres un animal y si la perversión te acompaña, serás tildado de mal bicho. Con comparaciones así, es lógico que esto de los bichos urbanos nos parezca una excentricidad para extranjeros pintorescos y nativos estrafalarios.

Pero no otra cosa son los turistas: pintorescos personajes que llegado el fin de semana se visten de exploradores, antes de Coronel Tapioca y ahora de teniente Decathlon, y salen disparados de las grandes ciudades en busca de emociones inusitadas, es decir, de cernícalos en los tejados de las casas, rebaños de cabras en la dehesa, cerdos negros hozando bajo las encinas y caballos trotando en libertad como han visto en las películas del Lejano Oeste y las grandes praderas. Si, además, se encuentran un asno en una rotonda, un conejo al bajar del tren y una vaca entre una iglesia parroquial y el parking de caravanas de Cáceres, entonces, el acabose.

Dicen los ocurrentes que las ciudades extremeñas son como Central Park, Bombay y Tombstone juntos y para Francisco Umbral, Extremadura era la Luna con cabras. Cuando escuchamos estas cosas, nos soliviantamos por ese complejo de ruralidad que no acabamos de sacudirnos, pero cuando a las 19.40 del jueves 16 de marzo vi corretear un conejo junto a la pared de la estación de ferrocarril de Badajoz, no sentí que estuviera en la Luna, sino en un paraíso natural donde las ciudades no acaban en un barrio suburbial, sino en un campo con bandadas, manadas, piaras y rebaños.

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