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O «Hay Wi-Fi» o «Se traspasa»

O «Hay Wi-Fi» o «Se traspasa»

En los bares, ya es más importante el internet que el pincho

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Miércoles, 21 de abril 2021, 14:52

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En el restaurante, avisaban en una pizarra, situada tras la barra, de que no tenían wifi, pero que tenían unas cervezas que servían mejor que ningún wifi para hacer amigos. Y no digo yo que no, pero los adolescentes de las mesas ponían cara de papá a dónde demonios me has traído, qué hago aquí mientras llega la comida, cómo me entretengo si no me gustan los entrantes, a qué me dedico mientras habláis de la tía Margarita y sus cosas, que a mí me importan un bledo porque yo lo que quiero es tener wifi para estar conectado con el mundo, con mi mundo.

Y claro, los padres acaban pillándolo y entendiendo que a ese bar de buenas cervezas sin wifi no pueden ir con sus hijos porque acaban poniendo esa cara de vinagre que tanto deprime a los padres de hoy, cuyas vidas solo tienen sentido si sus hijos son felices, sonríen, se entetienen y se comunican, no con ellos, sino con el resto del mundo, de su mundo. Es decir, padres cuya felicidad familiar depende de que sus hijos tengan wifi.

Cuando éramos niños, los bares eran buenos si ponían buenos pinchos y raciones baratas y abundantes. Hoy, los bares se diferencian entre los que tienen wifi y los que no. El pincho importa, pero es secundario. ¡Qué más da si ponen chochos a palo seco o morros con patatas fritas acompañando la cerveza si no hay wifi! En los bares castizos del extrarradio, siguen anunciando que los lunes ponen oreja, los martes arroz de matanza y los jueves cocido, pero lo hacen porque su clientela es mayoritariamente de jubilados, que a eso de las doce se dejan caer por la barra al olor de los pinchos recién llegados, calentitos y apetitosos, en grandes bandejas desde la cocina.

En los bares juveniles de los barrios de estudiantes, el reclamo es jarra gigante de cerveza y ración de rabas, o de patatas bravas, o de prueba de cerdo, o de alitas de pollo fritas a 5 euros. Y además, wifi. Porque si no hay wifi, da lo mismo el tamaño de la jarra y la cantidad de rabas. Si no hay wifi, no hay nada.

Las compañías telefónicas sacan productos wifi para bares avisando de que la caja se multiplica por dos o por tres no porque pongan un bollito gratis con el desayuno ni porque sirvan un pincho generoso con el vino, sino porque el lote incluye Internet gratuito para el cliente. Y cuidado, no sirve cualquier wifi. La clientela sabe qué bares tienen wifi engañabobos, que acaba bloqueando cualquier movimiento de datos desde el teléfono, y cuáles tienen wifi potente, capaz de abrir varias páginas a la vez, a gran velocidad y sin demoras.

En Portugal, que en esto de Internet siempre han ido un pelín por delante de nosotros, en los bares perdidos de cualquiera de las 4.257 'freguesias' del país han sustituido el tradicional cartel: 'Há caracóis' por un moderno: «Há wifi'. O conviven ambos carteles a sabiendas de que la ración de moluscos gasterópodos se vende mejor si el cliente puede hacerle una foto y subirla a su Facebook.

Porque esa es otra: ¿qué sentido tiene hoy comer fuera de casa si no puedes fotografiar tu paletilla de cordero o tu plato de paella y enviar la imagen al wasap familiar para recochineo de cuñados? Lo mismo sucede con los hoteles, donde la cosa llega a tanto que en recepción, antes de darte la llave, te dan la clave del wifi.

Y en los comentarios de Booking, que es a la hostelería en particular lo que Google a la vida en general, si un cliente comenta que el wifi de tu pensión es malo y no llega, te puedes olvidar de vender habitaciones por muy limpias que estén, muy cómodas que sean y mejores vistas que tengan. La comodidad se mide en fuerza del wifi y las vistas no se disfrutan desde el balcón, sino desde el móvil o la tableta.

Como lo importante no es disfrutar del viaje y la comida, sino subirlo todo a las redes sociales, la hostelería debe entender que o cuelga ya el cartel de 'Hay wifi' o acabará colgando el cartel de 'Se traspasa'.

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