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Loida Zabala, fotografiada en la Avenida del Periódico HOY en Badajoz, junto a las instalaciones del diario. :: josé vicente arnelas
«La silla de ruedas me ha hecho más capaz y le ha dado sentido a mi vida»

«La silla de ruedas me ha hecho más capaz y le ha dado sentido a mi vida»

Loida Zabala Ollero Halterófila. Diploma en las paralimpiadas de Pekín, Londres y Río de Janeiro

ANTONIO TINOCO

Domingo, 5 de febrero 2017, 08:55

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Permítanme una confidencia que es también una advertencia: hablar con Loida Zabala Ollero (Losar de la Vera, 1987) te coloca al borde de la emoción. No es posible mantener la frialdad del ánimo al escuchar a esta mujer de 29 años contando con qué pasmosa voracidad se merienda la vida cada día. Loida Zabala rompe los esquemas: los del deporte, porque es una figura mundial de la halterofilia paralímpica, en la que ha abierto caminos, y también los humanos: no es fácil hacer creíble la idea de que una silla de ruedas puede ser una bendición. Pero uno oye a Loida Zabala, la mira, nota la fuerza que desprende y sabe que lo que dice es verdad. Sí: una silla de ruedas puede ser una bendición. Su vida lo demuestra. Una silla de ruedas -una enfermedad medular la puso en ella a los 11 años- la ha hecho libre. Como ella dice, ha dado sentido a su vida. La ha hecho físicamente fuerte -levanta 103 kilos y apenas pesa 50; en su última competición ganó a levantadoras de peso sin discapacidad- y mirarán las fotos y repararán en los hombros anchos, en sus brazos como piedras. Pero no se engañen: eso no es nada ante la fuerza de su espíritu. Ahí está el secreto de esta mujer que desde Losar de la Vera, donde tiene su casa, -por supuesto, distinta a la de sus padres: si ella ama algo es su independencia- va dando ejemplo de que es la voluntad del ser humano lo que marca sus límites.

La primera pregunta es obligada porque si usted es lo que ha llegado a ser en el mundo de la halterofilia y del paralimpismo español es porque a los 11 años pasó de ser una niña juguetona a vivir en una silla de ruedas por una mielitis transversa. ¿Cómo recuerda esos momentos?

Yo era muy vivaracha. No paraba, hacía karate y todo lo que se me pusiera por delante, y de pronto empecé a caerme sin motivo y cada vez con más frecuencia hasta que un día no pude levantarme. Me llevaron al Hospital de Navalmoral. Era alarmante porque la inmovilidad, que había empezado en las piernas, subió a la cintura y en dos días llegó por encima del pecho. Los médicos temieron que me diera un infarto. Me llevaron al hospital del Niño Jesús, en Madrid, donde me confirmaron que padecía una inflamación medular. Imagínese cómo estaba mi familia. Yo no lo recuerdo tan dramáticamente a pesar de que tenía muchos dolores y debían inyectarme morfina para poder sobrellevarlos. Viví esa etapa con expectación más que con resignación. Lo que más recuerdo es que me aburría muchísimo en el hospital porque no tenía ni televisión, ni consola, ni nada... Encima me regalaban libros, y eso me hacía aún más impaciente, porque yo he sido buena estudiante pero no me ha gustado leer por leer.

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