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¿Qué ha pasado hoy, 18 de abril, en Extremadura?
Marta Lozano toca una de sus composiciones en el piano del salón de actos del conservatorio de Almendralejo, donde da clase.
«Hay que buscar nuevas fronteras para la música; el sistema de notas se agotó»

«Hay que buscar nuevas fronteras para la música; el sistema de notas se agotó»

Marta Lozano Molano Compositora, intérprete, empresaria

ANTONIO TINOCO

Domingo, 22 de enero 2017, 08:29

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Es como aparece en las fotos: vivaz, resuelta, apasionada, un remolino de alegría. Pero asegura que cuando se pone a componer es fría y disciplinada para que nada se interponga entre la música que hace y quien la escucha. Marta Lozano Molano (Cáceres, 1985) es fuego y hielo al mismo tiempo y sin que se le desdibuje la sonrisa. Es una compositora con 17 años de formación en Cáceres, San Sebastián y Londres y con una treintena de piezas que se han interpretado en el Reino Unido, Alemania, Austria, Suiza, Estados Unidos, España... países en los que también ha dado conciertos, en su calidad de coralista, con agrupaciones que son referencias internacionales, como los coros y la Orquesta Sinfónica de Londres, la de Berlín, la Real Filarmónica, la de Radiotelevisión Española, la de la BBC...Y todo ello abrazada al riesgo. Porque si hay algo que define a Marta Lozano es su aspiración a abrir nuevos caminos para la música. Crea obras experimentales, a contrapelo, y busca traspasar los límites del sistema de notas, que considera superado desde hace un siglo. El Ayuntamiento de Cáceres le otorgó el año pasado el premio 'Mujer, Cultura y Artes' porque su personalidad trasciende su actividad de compositora e intérprete. Así también lo vio el Banco de Santander, que le dio el premio Yuzz Mujer Almendralejo 2016 por el carácter innovador de Wazo, su empresa con sede en esa ciudad, donde vive. Wazo se ocupa de la gestión de contenidos culturales y constituye otra prueba de su personalidad inquieta.

¿Cuándo fue la primera vez que se enfrentó a un teclado?

Empecé a los 9 años. Mi hermano mayor estaba en el Conservatorio de Cáceres. Mis padres, que son aficionados a la música, me animaron. Me apunté a composición, que era lo más completo. Le cogí el gusto y hasta aquí.

¿Cuánto tiempo ha estado formándose?

He estado 17 años: cuatro estudiando el Grado Elemental de piano, seis el Grado Medio, cinco más el Grado Superior y, para rematar, dos años de máster. El Grado Elemental y el Medio los hice en Cáceres. El Superior en San Sebastián y el máster en Londres.

¿Por qué se fue a San Sebastián?

Principalmente porque me abría posibilidades que en Cáceres no tenía. Podía haber hecho el Grado Superior en el Conservatorio de Badajoz, pero un gran profesor de composición que tuve -Leandro Lorrio, que ahora es el director del Conservatorio de Cáceres- me animó a hacer la línea recta del camino, que en realidad era la más difícil. Me dijo que tenía que hacer el Grado Superior y una especialización y que, además, debía de hacerlos fuera, porque tenía que conocer qué se hacía en el resto del mundo. Fue un acierto: hay que salir para volver con más conocimientos. Así que me fui al Centro Superior de Música del País Vasco-Musikene, que está a la vanguardia. Venía gente de primera línea internacional. Era el sitio adecuado para que una joven compositora como yo viviera las experiencias necesarias para progresar. Fue una experiencia maravillosa.

Me da la impresión de que se fue un poco a la aventura.

Sí, porque no sabía exactamente qué me iba a encontrar. Ahora lo pienso y me doy cuenta de que era una inconsciente. Pero, aunque el profesor Lorrio me aconsejó, había algo dentro de mí que me decía que tenía que salir, irme primero a San Sebastián y después a Londres, porque sabía que había algo, algo inconcreto pero muy atractivo. De todos modos, jugaba con una cierta ventaja porque me gusta mucho la música, es mi mundo, sí, pero al mismo tiempo hay mundo más allá de la música. De hecho, hago más cosas que la música y no quiero dejar de hacerlas. Quiero decir que si hubiera fracasado en mi aprendizaje musical no por eso me hubiera considerado una fracasada.

Dice: «Había fuera algo inconcreto pero muy atractivo». ¿Qué?

Veía una realización personal. Partía de un pesimismo generacional que se convertía en una ventaja. Nuestros padres nos dicen a mi generación: «Estudia lo que quieras porque es difícil encontrar trabajo». Eso al final es positivo, porque haces lo que te gusta. La inmensa mayoría de los compositores no nos hacemos ricos y, por tanto, yo no he hecho composición por decisión comercial. Lo he hecho por una necesidad de comunicación. Si yo me pregunto: «¿qué es lo que quiero ser?», mi respuesta no es «componer»; es «comunicar». Y no con palabras. Las palabras me cohiben. Quiero transmitir de otro modo, utilizar un lenguaje mucho más directo a los sentimientos, a las emociones. Tocar el alma de las personas. Para eso nada mejor que la música.

¿Lo ha conseguido? ¿Ha tocado con su música el alma de las personas?

Estoy muy contenta porque creo que sí. Yo soy humilde. Creo que es un éxito lograr que una sola persona se sienta tocada en el alma por tu música. Valoro muchísimo que una persona, tras un concierto mío, se acerque y me diga: «Me has encantado; me has transmitido muchísimo». Eso me justifica y es lo que me hace seguir. Y sí, eso ha ocurrido más de una vez.

Imagino que mucho mejor sería que fueran miles de personas las que le dijeran: «me has encantado; me has transmitido muchísimo».

Hombre, sí. Yo trabajo en la comunicación. Estoy todo el día en las redes sociales y quiero que mi música conecte con miles de personas, pero no es mi objetivo final. Me gusta más llegar bien, que llegar a muchos.

He oído composiciones suyas y casi ninguna es convencional. Si lo importante para usted es llegar al alma de las personas ha elegido un camino de difícil acceso para la mayoría. ¿Por qué?

Cuando uno es estudiante tienes que ser transgresor. No puedes quedarte delante de un bosque: tienes que entrar y , una vez dentro, decides si te quedas o te sales. Ya he dejado de ser estudiante, pero me sigue gustando el riesgo aunque no lo practique siempre. Tengo piezas, digamos, convencionales y otras más experimentales. Lo hago porque siempre pienso en el público. Hay públicos diversos, y una vez escribo para gente más innovadora y otras para gente más clásica.

No me negará que hay comentarios entusiastas en Internet de sus obras, pero los más numerosos son los que se refieren a las de melodías cercanas a la sensibilidad convencional. ¿Por qué no seguir ese camino, más seguro y cómodo?

¿Por qué pintar un cuadro como se hacía en el siglo XVI? Queda precioso en la pared, pero ¿qué aporta? Nada para la historia de la pintura. En la música pasa lo mismo: hay que avanzar, hay que darle un futuro al instrumento. ¿Qué sentido de progreso tiene un instrumento con el que siempre se hace lo mismo? Imaginemos que la música no avanzara desde Bach. ¡Nos aburriríamos de escucharlo porque si no creamos cosas nuevas Bach perderá interés! Creo que siendo experimentales, unas veces más y otras menos, es como conseguimos darle un futuro a la música.

¿Qué es para usted ser experimental?

Transgredir las normas. Darle nuevos usos a los instrumentos, que son tecnológicamente antiguos. Hay que hacer las cosas de otra manera, extraer nuevos sonidos. Yo tengo algunas obras de piano tocándolo dentro de su cola, no tocando el teclado. Suena distinto. Es llegar más allá.

¿Alguna obra suya ha logrado ir 'más allá' en la experimentación?

De momento, no. Nunca me he dicho: «me he pasado». Yo soy muy cerebral. Siempre compongo lo que tengo previsto componer.

¿La obra nunca se le sube a las barbas, siempre la tiene controlada?

Sí. Por una razón sencilla: soy profesional. Si algo está fuera de control es porque no eres suficientemente profesional. Componer es tomar decisiones. Como escribir una novela: los personajes no pueden dictarle la novela al novelista.

Pero usted trabaja con un material que no tiene un significado tan preciso como las palabras. Un escritor puede escribir una novela que gire en torno, por ejemplo, de un conflicto familiar entre padres e hijos. Todo está claro. Pero en su caso, ¿cómo son los presupuestos previos con los que inicia el proceso de composición?

Depende del objeto de la composición y si es o no un encargo, que es lo más común. Ahora estoy trabajando en una composición de gaita y piano. Es un encargo. Tengo que componer una pieza que va a interpretar un grupo estupendo en un ciclo de música espiritual que se va a celebrar en Barcelona. Con esa información elaboro 'mi libro', cuyos pilares son: gaita, piano y evocación de sentimientos místicos. Yo no me salgo de ahí. Si, por el contrario, me adentro en la creación de una pieza libre todo es más complicado porque puede ser más difícil de definir, pero eso no quiere decir que no la controle. Tengo que pensarla primero y después escribirla. Nunca tengo terror al folio en blanco porque no me pongo a escribirla hasta que no sé dónde quiero llegar.

El proceso de composición lo explica utilizando verbos que podríamos definir como prosaicos para lo que se espera de un creador: habla de pensar, escribir, elaborar... Echo de menos el verbo sentir.

Yo siento, pero es un verbo sobrevalorado. No soy yo quien lo tiene que sentir o, por lo menos, no es lo importante. Es el que escucha quien lo tiene que sentir. Yo propongo para que los demás sientan.

Tiene usted una mente muy fría.

No soy una persona fría. Soy apasionada. Pero soy disciplinada. Si eso es ser fría lo soy en mi trabajo. Tengo que mantener esa disciplina para que llegue lo que quiero decir. No puedo permitir que mis sentimientos se interpongan entre mi mano y el papel porque así el mensaje no llega. Y tiene que llegar. Es lo más importante.

¿Entonces, de qué nace la necesidad de componer música?

En mi caso de conectar con las personas. Me considero una emprendedora social porque a mí lo que me interesan son las personas. En mi página web mis trabajos no se definen como 'obras', sino como 'experiencias'. Lo que propongo con mi música es vivir una experiencia emocional, pero los sentimientos los tiene que tener el que escucha. Yo los tengo, pero son los míos, no los demás. Ni siquiera los sentimientos del intérprete, que también hay que respetarlo.

Le he oído decir que hay que darle una oportunidad a los ruidos. ¿Cómo se transforma un ruido en música?

En la decisión de incluirlo en la obra. Hay muchos sonidos de la vida diaria que se pueden incluir. En mi obra 'Zafiro' incluí el sonido que hacía la puerta del garaje. Ese sonido, que es fácilmente calificable de ruido, era, sin embargo, muy bonito. A tu alrededor hay sonidos que no son sólo notas musicales. El sistema musical de notas se agotó hace cien años.

¿Y ahora qué nos queda?

Pues no sé. No tengo muy claro hacia dónde vamos. Hay varios caminos. Uno es el de los que insisten en la música clásica, que está muy bien y que nos inspiran, pero es reproducir el pasado. Otro es el de quienes buscan nuevas fronteras, nueva comunicación. Que la música sea una experiencia. Esa es mi propuesta.

¿Hay alguna obra experimental que pueda competir en belleza con Beethoven o Mozart?

La belleza es relativa. En esa discusión no entro. La belleza no es sólo estética y no puedes ponerla a competir. Ni siquiera entre Beethoven y Mozart se pueden hacer comparaciones porque fueron dos genios que compusieron en contextos distintos. Por otro lado, creo que la belleza es también un camino personal. Yo la encontré cuando decidí ser yo misma, cuando después del máster en Londres volví a Cáceres y decidí componer lo que quería. A partir de ese momento, me dije: «Escribe lo que te apetezca y defiéndelo hasta las últimas consecuencias». Y es lo que he hecho desde entonces. Encargos aparte, claro.

Sus composiciones se han interpretado en Londres, en Suiza, Alemania, Austria, Estados Unidos, en el Museo Nacional Reina Sofía... ¿Se ha sentido en algún momento de esos en la cumbre?

Sí, pero en ninguno de los sitios que menciona. La cumbre para mi fue el concierto que hice el año pasado en Cáceres. No hay públicos de más o menos calidad. El que me escucha en Nueva York no es más, o menos, que el de Cáceres, pero me gustó mucho el concierto que hice con la Asociación Musical Cacereña porque estaba allí mi familia, alumnos míos... podía hablar entre obra y obra. Interpretamos obras contemporáneas, experimentales, no comerciales, y la gente las entendió. Recibí el calor del público muy cercano y entrañable.

¿Y fuera de España ha sentido el triunfo?

Lo que más siento, y es lo que más me importa, es lo que aprendo fuera. Ahora he estado un mes en Grecia, antes tres meses en Italia donde he aprendido experiencias nuevas. Hay que salir.

¿En este momento tiene encargos internacionales?

Sí. Tengo dos. Un proyecto con intérpretes franceses, portugueses y extremeños y otro con un coro japonés en Londres.

Ahora que menciona un coro. Usted también tiene amplia experiencia como coralista en coros de prestigio internacional, incluso con premios internacionales ¿Cómo se decidió a cantar?

Por envidia sana. Yo estaba todavía en el instituto y me metí en el coro de la Universidad. Lo vi tan bonito que me dije: «yo también quiero cantar». No era muy cantarina, pero poco a poco le cogí un gusto enorme. Ahora doy clases de coro en el Conservatorio de Almendralejo. Cantar me ha dado muchas alegrías. El instrumento que más impacta a las personas es la voz. La gente cae rendida ante el que canta bien.

¿Usted canta bien?

Antes cantaba mejor que ahora. Cantar bien es muy difícil. Hay que trabajar mucho, y yo más porque tengo limitaciones. Sólo con mis facultades no podía hacerle frente al repertorio, así que no he tenido más remedio que trabajar muchísimo. He estado años recibiendo clases de canto. Y me ha compensado porque como coralista he llegado más lejos que como compositora. He estado en coros que son la primera división de la música. Y he conocido a gente maravillosa. Significativamente, los más grandes son los más sencillos, los menos competitivos.

Ahora que menciona la competitividad. ¿Es verdad lo que parece, que el mundo de la música es muy competitivo, muy cruel?

Es verdad, pero creo que esto pasa en todas las artes. Es una carrera de fondo en el que pocas veces gana el mejor músico, sino el que resiste más.

¿Usted es resistente?

Sí. Voy ganando esta carrera por resistencia. Antes me decía que no hablo mucho de sentimientos. Es verdad. Y es que cuando uno está mucho con la música pierde la relación con la realidad. ¡Y no se puede estar todos los días en el mundo de las musas! Componer es un acto íntimo y hay gente que no soporta la exposición de la intimidad que significa dar a conocer una composición propia. Es incluso violento. Para salir sin muchos daños de ese proceso hay que ser anímicamente fuerte y, como digo, resistente.

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