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Seis personas, dos de ellos guardias civiles, mueren al ser arrolladas por un camión en un control de tráfico en Sevilla
Monumento y depósito, a la entrada de Grândola. :: E.R.
Grândola Vila Morena

Grândola Vila Morena

Visitamos esta villa alentejana, icono revolucionario portugués

J. R. ALONSO DE LA TORRE

Miércoles, 18 de enero 2017, 07:58

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La carretera de acceso a Grândola desde Lisboa es tan infernal que cada cien metros cuelgan de los pinos piñoneros, cuyas raíces cuartean y levantan el asfalto, unos carteles donde se puede leer: 'IC1 Basta de sangre y de muerte'. A los lados de esa IC1, una docena de restaurantes baratos de carretera avisan de que Grândola está cerca.

Pasamos un Continente y un Worten, enseñas modernas del progreso, y dejamos la carretera del Algarve con su sangre y su muerte, llena de camiones que escapan de la autopista paralela por ahorrar el peaje, y nos desviamos hacia Grândola, donde nos recibe un monumento a la Revolución de Abril, azul y blanco, con un clavel, la leyenda: 'Grândola 25 de abril 25 años' y la partitura y la letra gigantes de la canción de Zeca Afonso, que dio salida a los tanques el 25 de Abril de 1974. Detrás, un formidable depósito de agua con el lema de la ciudad: Grândola Vila Morena.

Grândola es un pueblo grande y no muy bello de poco más de 14.000 habitantes. Cuando preguntas por alguna iglesia o monumento interesante para visitar, te responden que para eso es mejor irse a Évora. Pero esta 'vila morena' es bastante más que un pueblo o un monumento: Grândola se ha convertido en un emblema de libertad, en un fetiche revolucionario, en una evocación de revolución, claveles rojos y cambio.

Grândola está en el Alentejo, la región portuguesa que limita con Extremadura. Su gracia es haber entrado en el florilegio de los iconos revolucionarios como el Che, Mayo del 68, el Acorazado Potemkin o la Puerta del Sol. Visitar hoy Grândola es encontrarse un pueblo grandote cuya vida gira alrededor de la plaza de las Palmeras, reparar en un monumento al cantante Zeca Afonso y a la Revolución de los Claveles y en un café llamado Coutada, donde se reunieron los capitanes de la Revolución a conmemorar el vigésimo quinto aniversario del 25 de abril, pero en el bar no colocaron ni una miserable foto del acto y siguió decorado con bufandas del Benfica, del Oporto y de otros equipos de fútbol portugueses.

La fama le viene a Grândola de la famosa canción compuesta y cantada por José Afonso, que escribió la primera versión tras participar en la fiesta del 52 aniversario de la Sociedade Musical Fraternidade Operária Grândolense. Le impresionó el ambiente de solidaridad que se respiraba en la sociedad y, acabada la canción, la estrenó en Santiago de Compostela en 1972. Unos días antes de la revolución, la interpretó en un festival en Lisboa, al que asistían militares participantes en la conjura del 25 de abril, que la escogieron como canción consigna. El resto es conocido: cuando pasaban 20 minutos de la media noche del 25 de abril de 1974, el programa 'Límite' de Radio Renascença emitió 'Grândola vila morena' y las tropas salieron de los cuarteles avanzando hacia Lisboa. El 25 de abril en Portugal comenzó con esta canción y acabó en revolución.

Pero muy pocos conocían la existencia de Grândola y menos su carácter de 'vila morena'. En realidad, ni los propios vecinos sabían nada de aquella canción, que con el paso de los años se convirtió en un himno que en la Península Ibérica compite en simbología y popularidad con La Internacional. «Grândola, vila morena, terra da fraternidade, o povo é quem mais ordena»... Su música, solemne y contagiosa, y su letra, que habla del pueblo, la igualdad, los amigos y la fraternidad, se ha utilizado recientemente para interrumpir a primeros ministros portugueses o para acabar las manifestaciones españolas del 15M.

La canción nació en el Alentejo, pero sus señales en la región y en su pueblo son más bien protocolarias. Como Ítaca dejó de ser una isla para convertirse en una aspiración, Grândola ha dejado de ser un pueblo para ser una utopía. Quisiéramos viajar a Ítaca para encontrar el edén y cantar a Grândola para cambiar el mundo. Ítaca nos queda muy lejos y Grândola está ahí, en el Alentejo, pero es más bella soñada.

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