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Badajoz, ¿la locomotora?

Badajoz, ¿la locomotora?

El debate sobre si es bueno tener una gran ciudad sigue vivo

J. R. Alonso de la Torre

Martes, 10 de enero 2017, 07:55

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El otro día escribía sobre la Calle Mayor de mi ciudad, Cáceres, que va de la Cruz de los Caídos a la Plaza. En ese artículo, apuntaba que César Rina, mi compañero de paseo, me decía que en Badajoz no encontraba un lugar por donde pasee todo el mundo y sea fácil encontrarse con parientes y conocidos.

Ese mismo día, me escribía un amable lector para comentarme que esa referencia a Badajoz quizás sobrara y que, como decía su madre, para elevarse uno, no era menester rebajar a nadie.

Le doy toda la razón a la madre del lector. Pero me gustaría comentar lo de la referencia a Badajoz, no por ser políticamente correcto, sino porque me gustaría introducir un debate estratégico, urbanístico y económico sobre si es bueno que en una región haya una gran ciudad, que ejerza como locomotora regional, en lugar de muchas pequeñas ciudades que no pueden desempeñar por sí solas ese papel dinamizador.

Tengo una teoría, muy intuitiva y nada científica, sobre la diferencia entre una gran ciudad y una ciudad pequeña. La vara de medir sería la existencia o no de esa plaza o calle donde uno se encuentra a las dos de la tarde de un sábado con todo el mundo. Esta condición se da con exactitud en las plazas principales de Mérida, Plasencia, Zafra o Almendralejo y en la calle comercial de Don Benito. En Cáceres, se daba hasta hace un par de décadas en Cánovas, pero ya no es tan fácil coincidir ahí, y en Badajoz, no existe ese lugar.

Según esa teoría, Badajoz sería una gran ciudad y Cáceres empezaría a serlo. De hecho, Badajoz está a 54 habitantes de alcanzar los 150.000 y a Cáceres le faltan 4.186 para conseguir los 100.000, una cifra mágica que supone más ayudas estatales y por la que algunas ciudades, con una cifra de habitantes semejante a la de Cáceres, pelean ofreciendo ventajas a quienes se empadronen (recuerdo haber acompañado a los 'empadronadores por las calles de Santiago de Compostela para escribir un reportaje: iban ofreciendo bonobuses gratuitos, descuentos y otras bicocas a quienes se apuntaran para tener 100.000, pero no lo consiguieron y siguen intentándolo 15 años después).

A mí me gustaría que hubiera una gran ciudad en Extremadura. Así no tendríamos que viajar a Sevilla, Madrid o Lisboa para comprar en Ikea o FNAC ni para viajar a Londres, Berlín o Francfort. Esa ciudad debería tener un aeropuerto comunicado por autovía con el resto de la región (siempre he pensado que la autovía de Cáceres a Badajoz debería dar un pequeño rodeo para acercarse al aeropuerto de Talavera-Badajoz y empatar con la A-5 a la altura de Villafranco).

A mí, por comodidad y sentimientos, me gustaría que esa ciudad fuera Cáceres, pero la realidad es tozuda y solo podría ser Badajoz. Una cosa es repartir las facultades universitarias, las especializaciones hospitalarias o las paradas del AVE, algo que sí tiene sentido, aunque se puede debatir todo lo que se quiera sobre la decisión, y otra es repartir aeropuertos (el aeródromo cacereño es viable, pero es otra cosa) o 'ikeas'.

No es fácil mantener el equilibrio y es importante no desnudar los pueblos ni debilitar las ciudades medias y grandes para vestir otra Zaragoza apabullante. Pero eso de tener dos aeropuertos grandes ya ha quedado claro que es complicado. Volviendo al caso gallego, el criterio político-localista de tener tres aeropuertos (Vigo, Santiago y A Coruña) ha acabado debilitándolos a favor del de Oporto. En fin, todo esto son quimeras, pero mientras paseamos por Cánovas, Menacho o Santa Eulalia, deberíamos pensar en cómo acabar con nuestra carencia esencial: un aeropuerto importante en una ciudad locomotora.

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