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Cándido Lobato, con la planta de biogás a sus espaldas.
«Con este sistema evitamos la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero»

«Con este sistema evitamos la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero»

8.000 toneladas de dióxido de carbono dejan de ser liberadas gracias al tratamiento

J. M. M.

Miércoles, 28 de diciembre 2016, 10:54

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El biogás también se conoce como gas de vertedero y se genera de modo natural por la descomposición de la materia orgánica. En este caso, de aquella que se encuentra entre los residuos sólidos urbanos que se entierran en los vertederos. «El biogás se produce por una acción bacteriana en condiciones anaerobias. Las bacterias cogen la materia orgánica que consta de carbono, hidrógeno y oxígeno y la convierten en metano y dióxido de carbono», expone Xavier Gispert, responsable de aprovechamiento energético de Hera Gas, añadiendo que la concentración de biogás suele tener un 45% de metano, un 35% de dióxido de carbono y pequeños porcentajes de nitrógeno y oxígeno.

Por ello, es imprescindible que haya materia orgánica en los vasos en los que se entierran los residuos para que se produzca biogás.

Obligatorio

El control y la recogida de estos gases es un proceso obligatorio. Aunque a continuación pueden aprovecharse para producir energía o quemarse. «Con este sistema evitamos la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero», señala Cándido Lobato, técnico de Gespesa. Según las características del ecoparque de Badajoz, se evita liberar 8.000 toneladas de dióxido de carbono todos los años. «Esta cifra es equivalente a la que emitirían 250.000 vehículos que recorriesen 50 kilómetros al día durante un año», apostillan desde Gespesa.

Los vertederos de basura tienen unas características especiales y deben cumplir unas normas de seguridad para no contaminar las zonas en las que se instalan. En su construcción se busca aislar los residuos. Para lograrlo, lo primero es sacar la tierra del lugar que han marcado los topógrafos y perfilar los taludes y el suelo. «Después se pone una membrana de geotextil y una lámina de polietileno de alta densidad negro de dos milímetros. Luego se pone tierra encima y se comienzan a colocar las balas», manifiesta Lobato.

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